![Manuel Cruz, paseante, cinéfilo y adorador de Battiato](https://s3.ppllstatics.com/ideal/www/multimedia/202111/21/media/cortadas/semana-kl3E-U1601555938GdC-1248x770@RC.jpg)
![Manuel Cruz, paseante, cinéfilo y adorador de Battiato](https://s3.ppllstatics.com/ideal/www/multimedia/202111/21/media/cortadas/semana-kl3E-U1601555938GdC-1248x770@RC.jpg)
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El filósofo y senador del PSC Manuel Cruz sabe lo que es el fuego graneado de la política española. El expresidente de la Cámara alta se duele de que la discusión pública esté dominada por el márketing y los golpes de efecto, cuando lo intrínseco de las democracias liberales es la deliberación y el intercambio de argumentos. A sus 70 años, este catedrático de Filosofía Contemporánea vive a caballo entre Barcelona y Madrid, lo que le obliga a hacer un uso intensivo del AVE, circunstancia que no le disgusta, porque aprovecha las horas en tren para leer. Acude los martes, miércoles y otros días imprevistos a Madrid para participar en los debates del Senado. Más allá de sus quehaceres parlamentarios, Cruz es un buen conversador, propietario de una nutrida biblioteca y diletante al que le gusta disfrutar de la pintura en pequeñas dosis. Vecino del Eixample, le agrada caminar, adora el cine y es fiel lector de la prensa en papel. Acaba de publicar 'Democracia: la última utopía' (Espasa).
7.00 horas. Me levanto temprano. Si estoy en Barcelona, lo primero que hago después de ducharme es bajar a comprar los periódicos. Soy de los que todavía les gusta leer los diarios en papel, lo que no excluye que ojee los digitales. Suelo comprar dos: uno de centro-derecha y otro de centro-izquierda, y los repaso mientras desayuno, que para mí es un momento importante del día. Intento que sea contundente para poder resistir toda la mañana. Sigo el principio de desayunar como un rey, comer como un príncipe y cenar como un mendigo.
9.00 horas. Antes de empezar a trabajar procuro no dejar deudas pendientes, por así decirlo. Respondo correos y wasaps para tener la sensación de que tengo todo el tiempo por delante para mí. Suelo trabajar entre las 9 y las 13.00 horas, ya sea escribiendo cosas mías o preparando tareas inherentes a mi cargo de senador. Para no desfallecer, a media mañana tomo un tentempié.
10.00 horas. Creo que era Steiner quien decía que un intelectual es una persona que lee un libro con un lápiz en la mano, cosa que yo hago. Los libros de pensamiento y aquellos que me interesan especialmente los subrayo y anoto. No tengo ningún objeto fetiche, aunque sí llevo siempre encima un lápiz o un bolígrafo. Me desazona cuando me lo olvido.
6.40 horas. Tomo el AVE para ir a Madrid y participar en las sesiones del Senado, cámara donde presido la Comisión General de las Comunidades Autónomas. Viajar en el AVE me permite aprovechar mucho más el tiempo y disfrutar de una atmósfera relajada. El avión es muy rápido, pero se acaba perdiendo mucho tiempo. Con el AVE, en cambio, puedes estar leyendo tranquilamente dos o tres horas.
9.00 horas. Los plenos suelen celebrarse de 9 a 14.00 horas. Cuando terminan solemos comer en la cafetería del Senado para estar otra vez en la sesión plenaria a las cuatro como muy tarde.
21.00 horas. Cuando estoy en Madrid, por lo general los martes y miércoles, me alojo en un hotel. Es una ciudad que históricamente está muy acostumbrada a recibir a gente de paso por cuanto alberga toda la Administración del Estado. Es muy amable y acogedora, con una cultura de la restauración muy asentada, pero al mismo tiempo es muy dura, porque en ella está todo el poder, político, económico y mediático. Frente a lo que se piensa fuera, en Madrid se trabaja mucho.
14.30 horas. Procuro descabezar un sueño breve para tener la sensación de que comienza el día de nuevo. Es como si volviera a amanecer.
18.00 horas. La experiencia de la política está siendo muy enriquecedora porque, entre otras cosas, me ha dado la oportunidad de conocer a gente magnífica con la que poder conversar. Eso es un regalo de la vida.
19.30 horas. Cuando puedo visito alguna exposición. Ver unos pocos cuadros me permite descansar la mirada y no desfilar como un turista a uña de caballo. Si voy al Prado contemplo solo Las Meninas, un Goya o lo que se preste.
22.00 horas. Veo poca televisión, pero no soy enemigo militante de ella. Antes seguía los telediarios de la noche, pero como a última hora del día ya estoy informado, ya no los veo enteros, solo los titulares. Ver una película en una cadena de televisión privada a veces es una auténtica tortura. El tiempo de emisión puede alcanzar las tres horas por la publicidad. Eso me ha expulsado de ver el cine que ofrecen. Mucha gente como yo se ha ido a las plataformas digitales. No solo te libras de los anuncios, sino que además administras la forma de emisión.
8.30 horas. Soy muy fetichista de los libros y tengo una biblioteca muy bien surtida. En el pasado simultaneé mi actividad de profesor y la de editor. Dirigí una colección en la editorial Paidós y otra en Herder, lo que hizo que leyera mucho y entraran gran número de libros en casa. Cuando ya no me sirven, los regalo o los dono. Son generalmente libros que han dejado de interesarme, novelas que no son clásicas y que nunca volveré a leer. Los dejo en la calle en un lugar visible, encima de un buzón, por ejemplo, y el que los vea que se los lleve. Suelen desaparecer a gran velocidad, lo cual me alegra. A veces los bajo cuando voy a comprar el periódico y al regresar a casa ya no están.
11.00 horas. Hay un tipo de música que me agrada escuchar cuando no estoy haciendo nada. Por ejemplo, disfruto mucho con Franco Battiato, al que me gusta definir como un Borges siciliano y un poeta brillantísimo. Aparte, suelo tener de fondo sonoro música barroca, que para mí es compatible con el trabajo.
16.00 horas. Compruebo que en los últimos tiempos se está reivindicando sobre todo a los estoicos y a los cínicos. Antes se ensalzaba a los epicúreos, y es que había una dimensión un poco de mercadillo del epicureísmo, como si esta doctrina fuera una especie de apología del placer. En realidad todas estas filosofías tardías comparten una concepción del mundo atravesada de una cierta resignación, entendida esta no como una derrota, sino como la capacidad de amoldarnos al mundo. Con el paso de los años me he ido impregnando de esa actitud.
19.00 horas. Procuro andar todos los días. Por suerte vivo en una ciudad, Barcelona, en la que casi todos los sitios a los que voy están muy céntricos. Resido en el Eixample, así que puedo ir a pie a casi todas partes.
21.00 horas. Mis mejores amigos están en el ámbito del Derecho. Mantenemos conversaciones o discusiones en las que no sé dónde termina la Teoría del Derecho y dónde empieza la Filosofía. Por lo que tiene de análisis de la realidad, no veo el periodismo como una actividad muy alejada de lo que hago.
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