María José Llergo apenas tuvo acompañamiento en el teatro del Generalife. IDEAL

María José Llergo, un canto 'ultrabello' en el Generalife

La artista cordobesa llena el espacio escénico en el ciclo '1001 Músicas' y hechiza al público granadino con su mezcla de tradición y vanguardia

Eduardo Tébar

Sábado, 21 de septiembre 2024, 00:36

Era la apuesta más joven y rompedora del ciclo '1001 Músicas'. Y ayer llenó el Teatro del Generalife con su mezcla de tradición y vanguardia. Sin banda. Sin grupo. Tan solo un teclista, Julio Martín, con su cacharrería a la izquierda y un batería, Carlos ... Sosa, a la derecha. En el centro, ella: María José Llergo. Un torbellino escénico, aupada por su poderosa voz y un magnetismo hechizante. Una cantaora que juega al escondite con el flamenco y que abraza toda clase de metamorfosis musicales.

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La de Pozoblanco ha impulsado su carrera en el ámbito internacional después de un lustro de crecimiento artístico. Ahora, a sus 30 años, ha sido protagonista incluso de los 'Tiny Desk Concerts' de NPR en su primera gira por Estados Unidos. Y en este punto llegó al escenario más especial de la ciudad. Con un disco bajo el brazo titulado 'Ultrabelleza'. Confesó que la mayor parte de las canciones las escribió «aquí, en Graná». No evitó comentar el placer de «presentar 'Ultrabelleza' en la ultrabella Alhambra». Y expresó que no sería la persona «que soy sin el arte de Federico García Lorca y Enrique Morente».

No es fácil mantener el peso de un espectáculo sin una orquesta detrás. Ni pantallas gigantes que televisen el 'show' en vivo. Sin embargo, la cordobesa pone un pie en los nuevos preceptos minimalistas y otro en la enjundia interpretativa. En una búsqueda de lo orgánico entre lo sintético, los brazos de la vocalista marcaban los latidos del corazón desde el inicio. Enseguida vinieron las declaraciones de intenciones: «Aprendí a llorar cantando, aprendí a cantar llorando», afirmó en 'Superpoder', donde asomó alguna melisma. «Los ceros de mi cuenta no son 'heredaos'; yo sola cantando los he 'ganao'». Con orgullo. En 'Visión y reflejo' mostró un decir flamenco entre ropajes de música electrónica. Y versos rotundos: «Gitanito, por ser buena me dices que no soy fuerte. Desde el día en que nací ando matando a la muerte». Y una Llergo más exponencialmente jonda brotó con la irrupción de Juan Habichuela Nieto. Con homenajes velados a Antonio Machado y al pionero 'cinemista' granadino José Val del Omar en 'Me miras pero no me ves'. Ella convertía su silueta en corazón. Apelaba al amor y a la belleza en este mundo cruel.

La cantante confesó que la mayor parte de las canciones de su nuevo disco las escribió «aquí, en Graná»

Reconoció que 'Juramento', una de sus piezas más espectaculares, se le ocurrió mientras caminaba por el Sacromonte. Apabulló con esa grandilocuente base soul y 'gangsta' rap que podría rubricar hasta Kanye West. Luego, 'Malahe' (un piropo para ella), con su bruma casi 'trap'; el compás por alegrías en 'La luz'; la batidora de jondura, música urbana y 'afrobeat' en 'Tencontrao'; el manifiesto bisexual de 'Novix'. Y sobre todo, los constantes mensajes de empoderamiento. Como en 'Lucha'. Como verbalizaba Gata Cattana: «Déjame ser algo que no sea un cuerpo».

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Al final, un momento álgido con 'Aprendiendo a volar'. En ese levitar colectivo, María José Llergo aprovechó para bajar y cantar con todo el público 'Pena, penita, pena'. Un éxtasis inmortalizado por los móviles que dio paso a la celebración del oficio y del sueño cumplido a través de pinceladas de 'neosoul' en 'Rueda, rueda'. «Viajo por el mundo, canto de lo que escribo'. Le salió del alma 'La estrella' de Morente y embolicar al Habichuela para hacer unos tangos para despedirse. Y todo con ese encanto. Con esa naturalidad. Con esa sencillez. Belleza al cuadrado en el Generalife.

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