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Andrés Neuman | Escritor
«María Moliner volcó en su diccionario una experiencia vital rica y compleja»El escritor hispano-argentino Andrés Neuman (1977) cambió el río de la Plata por el Genil y se hizo greñúo, como su hijo Telmo, para construir una senda literaria que le ha llevado a ser uno de los autores más respetados de nuestro país. Aunque cultiva con idéntico éxito casi todos los géneros, su más reciente publicación es una biografía novelada de María Moliner, 'Hasta que empieza a brillar' (Alfaguara) que presentará en el marco del Aula de Cultura mañana lunes a las 19.00 horas en el salón de actos de la sede de la ONCE, en la plaza del Carmen. Este Aula está patrocinada por la Fundación Unicaja. La entrada es libre, hasta completar aforo.
–¿Cómo se inició este libro en su cabeza?
–La verdad es que lo empecé hace muchos años. Mi enamoramiento de María y su diccionario se remonta a mi juventud de estudiante en Granada. Me quedé prendado de la precisión, la dignidad y la inteligencia afectiva que hay en sus definiciones. Por ejemplo, la de amor. Qué sabia y qué vivida su definición –sentimiento recíproco que te hace desear la compañía de la otra persona, alegrarte con lo bueno que le ocurre y lamentar lo malo–. Mientras, la RAE, contemporáneamente a cuando ella escribió su diccionario, en los años 50, lo situó en la esfera del afecto o del ánimo, con referencias al bien verdadero, lo cual me parece casi evangelizador. Hoy, lo buscas y todo está tamizado por la corrección política, claro. El libro fue creciendo a lo largo de los años, y ya tenía hecha buena parte del trabajo, pero se cruzó la pandemia y todo entró en el dique seco.
–¿Qué le reconectó con este proyecto?
–El hecho de que mi hijo comenzara a hablar. Cuando me preguntaba si aquella novela a medias no sería un pequeño sacrificio a los dioses de la paternidad, recuperé la emoción y la intensidad de nombrar el mundo palabra por palabra, con esa mezcla de asombro y atención que está en cualquier criatura pequeña y que yo reconozco en María Moliner. Cuando el relato llega al momento en que nacen sus hijos, escribí muy influenciado por ese triángulo que se produce entre su personaje, maestra de las palabras, su experiencia como madre, y lo que vivíamos en casa, esta especie de fascinación por el nuevo léxico que nacía.
–Es curioso que muchas personas conozcan más el diccionario que a la propia María Moliner.
–Este es uno de los temas que más me interesan. En cierta medida, la obra había vampirizado a la autora. Por un lado, el diccionario lleva su nombre, y pareció en un primer momento que María Moliner se lo apropiaba para siempre. Pero han pasado 60 años y en el imaginario colectivo cada vez la tenemos menos presente. Como si antes de hacerlo, su vida hubiera estado vacía. Y no. Antes de crearlo había vivido medio siglo de una intensidad íntima e histórica brutal. Tiene una historia personal fascinante, siendo pionera en la educación universitaria, en su condición de funcionaria, como docente en la Universidad de Murcia, y por su papel como creadora de las bibliotecas rurales durante las Misiones Pedagógicas.
–¿Las palabras brillan porque son el gran reflejo de nuestra vida?
–La cita de Emily Dickinson con la que se abre el libro, en la vida de mi protagonista, tiene una doble lectura. Por un lado, la que usted hace, es decir, cuando se le presta atención a cada palabra, pequeño objeto o ser querido, se recupera un brillo que nos pasa desapercibido cuando no existe esa atención. Ese prodigio poético que se produce en el habla y también en la escritura da la sensación de que a María Moliner le sucedió 80.000 veces, con cada una de las palabras que incluyó en su obra. Pero esa frase resume el fulgor otoñal con que ella saltó a la fama en una fase muy tardía de su vida. España y el mundo supieron quién era María Moliner cuando frisaba los 70 años, y esa frase resume la lucha, la paciencia y la capacidad inmensa de trabajo que atraviesa toda una existencia. Hay una lección vital muy conmovedora en estos tiempos de juventudes de usar y tirar, donde la identidad es un bien de consumo rápido. Ella fue una heroína madura, para la cual su experiencia de vida, en lugar de una rémora, fue un patrimonio que volcó en el diccionario.
–Quizá la experiencia de María tenga conexiones quijotescas.
–A priori, hay quien pudiera pensar que su empeño lo fue. Pero ese trabajo gigantesco siempre fue aparejado con una gran responsabilidad, la misma que sentí al elegir las palabras para contar una vida de quien las había conocido y las había escrito todas.
–La actitud contestataria de la autora sigue siendo un defecto para muchos.
–Claro. Durante los más de 15 años que le llevó redactar su monumento, vive desarrollando una doble esgrima. Con una mano, se bate en duelo y contesta a la RAE, con las tradiciones y prejuicios históricos que arrastra, con una elegancia, ironía y puntería asombrosas. Con la otra, tiene que lidiar con la censura, como mujer y como ciudadana, atravesando campos de minas, sociales y léxicas, haciendo uso de recursos que cualquier poeta o escritor de la época debía emplear para escribir literatura. Por eso, muchas de sus definiciones están llenas de sobreentendidos, intención y dobles sentidos. Es un diccionario rebelde en varios sentidos; en el generacional, en el de género, en lo político, y en el puro sentido lingüístico de innovar en la tradición, lo que lo convierte en una obra heterodoxa.
–Ello le granjeó no pocas críticas.
–Sí, algunos presuntos especialistas no lo vieron como un diccionario que cumpliera con los estándares. Tiene su pequeña gramática de andar por casa y sus ciertos contenidos enciclopédicos, y para la ortodoxia, un diccionario no está para eso. Se centra tanto en las definiciones como en el uso, y por si esto fuera poco, tiene una especie de constelación de asociaciones entre las distintas palabras como tenía el 'Diccionario Ideológico' de Casares. Es un diccionario de diccionarios, que sintetiza las obras previas que a María le gustaban y propone un modelo que no existía con anterioridad.
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