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Es uno de los personajes granadinos con mayor repercusión. Su vida es un relato que, 192 años después de su ejecución, sigue siendo apasionante. Pero, ¿ ... qué pasaría si la historia que hemos oído no fuera la real? Los profesores Ismael Ramos y Clara Inés López-Rodríguez arrojan nuevos detalles que parecen cuestionar el relato 'oficial' en su nueva obra 'El secreto de Mariana Pineda. Masonería, sociedades secretas y conspiraciones', que ha publicado la editorial Masónica. El punto de partida de la obra es doble, histórico y lingüístico, y para ponerlo en pie se han utilizado exclusivamente fuentes primarias, entendiendo como tales, en primer lugar, la biografía titulada 'Doña Mariana Pineda. Narración de su vida, de la causa criminal en la que fue condenada al último suplicio, y descripción de su ajusticiamiento', la primera publicada, escrita por José de la Peña, y Aguayo, quien fuera su amante y padre de su hija menor, cuyo rigor los autores cuestionan. Y lo hacen, básicamente, porque sus objetivos no están claros: no se sabe si este la escribió como intento de redimirse de su mala conciencia por abandonar a madre e hija, o como 'mérito' para medrar en el naciente gobierno liberal que acompañó el ascenso al trono de Isabel II.
Las otras fuentes primarias consultadas son un poema–epicedio (para ser recitado en ceremonias fúnebres), publicado en mayo de 1836 en Granada, del que existe una copia en la Biblioteca Nacional y otra en el Archivo de la Universidad de Granada, y la primera obra de teatro sobre el personaje, firmada por un misterioso Francisco Villanueva y Madrid –probablemente un seudónimo– y titulada 'El heroísmo de una señora o la tiranía de su fuerza', que vio la luz en Lisboa en 1837 y que se reconstruye en el propio libro.
«Cuando empecé a leer sobre Mariana, descubrí la frase que Federico García Lorca incluye en el drama que le dedicó. 'Dicen que es masona', se puede leer en dicha obra. Lorca deja huellas de su interés por la figura de la heroína hace un siglo, en 1923, y la conecta desde el primer momento con esta sociedad secreta», comenta Ismael Ramos. «Estudiando su figura, descubrí que se nos había estado ocultando información clave, que supone, dicho sea con cariño, toda la construcción biográfica que se ha hecho sobre ella, ya que las fuentes usadas habitualmente arrojan muchas dudas».
Ambos investigadores acudieron en primera instancia a archivos públicos para interpretar esas fuentes, y lo primero que les llamó la atención fue el hecho de que la causa procesal de Mariana Pineda ha desaparecido de todos ellos, de forma intencionada. Ni en la Real Chancillería ni en el Archivo Histórico Nacional está tal causa. Quien se la llevó, dejó las cubiertas, esperando que la sustracción se descubriera mucho tiempo después. Igualmente, está vacía la carpeta con documentación sobre Mariana que había en la Casa de los Tiros, a pesar de que se ha reseñado su existencia.
También desapareció la biografía 'Mariana Pineda. Breve reseña biográfica de esta víctima de la libertad', publicada en 1873, en plena I República, escrita a partir de testimonios y fuentes cronológicas cercanas al hecho histórico, y cuyo autor es el enigmático 'ciudadano J. G. E'. «El autor utilizó fuentes primarias, testimonios directos, pero el resultado de su trabajo ha desaparecido, como la propia edición 'princeps' de Peña y Aguayo», comenta Clara Inés López-Rodríguez. La edición más próxima de esta última obra es de 1842, y los investigadores han encontrado un ejemplar propiedad en su día de l político Natalio Rivas en la Real Academia de la Historia, en el que este hace constar que le faltan páginas. El trabajo de los investigadores incluye un análisis de corpus lingüístico de las obras citadas, que confirman la creación del mito desde prácticamente la ejecución de Mariana.
Igualmente, ambos ponen en tela de juicio, nunca mejor dicho, elementos claves de la leyenda de Mariana, como la bandera. «Hay multitud de versiones sobre cómo era», destaca Ismael Ramos. Lo único que existe como fuente es el anuncio de la Gaceta de Madrid en el que se dice que se ha ajusticiado en Granada a Mariana de Pineda por tener «una bandera a medio bordar y otros elementos análogos». El aspecto de la enseña está sujeto a hipótesis: pudo tener el color rojo del estandarte de Los Comuneros –una escisión radicalizada de la masonería–, pudo ser verde... No se sabe.
Incluso los investigadores ponen en cuarentena la importancia real de la heroína. «El personaje histórico de Mariana ya estaba muerto en vida, en el sentido de que apenas quedan huellas personales directas de su paso por la existencia que permanezcan inalteradas y libres de la contaminación al servicio de determinados intereses. Tampoco tenemos testimonios personales ni directos que evidencien el grado de su compromiso político», asegura Ramos. Y no fue mencionada en las memorias de los líderes liberales de aquel tiempo. La pregunta que queda en el aire es: ¿Fue Mariana una activista liberal o simplemente se dedicó a ayudar a los suyos?
Ramos y López-Rodríguez destacan igualmente cómo apenas se ha hablado del reportaje publicado en IDEAL en 1985, donde el tataranieto de Mariana, Primitivo de la Quintana, rompe con el arquetipo de mujer revolucionaria de su antepasada, y afirma que la bandera que bordó Mariana era la tricolor monárquica, «porque en aquel momento se luchaba contra el absolutismo, no contra la institución en sí». Otra laguna pendiente de resolver.
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