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Henri Matisse (1869-1954) realizó solo 84 esculturas a lo largo de su vida. De ellas, 33 están en la exposición 'Matisse Metamorfosis' que descubre la faceta más íntima, desconocida y decisiva en la trayectoria del influyente y genial artista francés. En cartel hasta el 12 de enero en las salas de la Fundación Canal de Madrid, la muestra propone un viaje del academicismo figurativo a la abstracción. Un paseo por el cambiante laboratorio plástico de Matisse que evidencia su evolución en el abordaje de la figura humana durante toda su carrera.
Descubre su faceta más sobria y alejada del fulgor colorista de su pintura a través unos bronces confrontados con dibujos, litografías, un lienzo y dos esculturas de Aristide Maillol. En total exhibe 66 piezas agrupadas en cinco secciones que se corresponden con otros cinco motivos y poses que Matisse exploró y repitió de forma recurrente a lo largo se su vida: figuras agachadas, figuras tumbadas, figuras con los brazos levantados, retratos y motivos y variaciones.
Organizada con la colaboración de los museos Matisse de Niza y Kunsthaus de Zúrich, la muestra desvela a un Matisse «sorprendente, más introspectivo, intenso y dramático». Así lo sostienen sus comisarios: Aymeric Jeudy, director del Museo Matisse; Sandra Gianfreda, del Kunsthaus, y Popy Venzal, historiadora del arte experta en Matisse. Su propuesta conecta los delicados bronces de Matisse –todos figuras femeninas salvo un torso masculino– con el resto de la obra de uno de los artistas más determinantes del siglo XX.
Es una ocasión excepcional para disfrutar de la escasa producción escultórica de Matisse «y profundizar en un artista muy diferente al pintor presente en el imaginario colectivo», según Popy Venzal. Se centra en la evolución de sus estudios y representaciones de la figura humana que, como en su pintura, desempeñan un papel primordial mediante la constante repetición de motivos y poses.
Para los comisarios «la escultura forma parte de pleno derecho de la obra de Matisse». Pese a no gozar de la misma proyección que el resto de su obra, con ella «hace gala de una extraordinaria calidad a la altura a su pintura y de un estilo original y muy personal que tiene la impronta propia de la modernidad», sostienen.
«Hay muchas razones por las que la escultura de Matisse ha sido poco explorada», apunta Venzal. En primer lugar «porque su producción se concentra entre 1894 y 1951, con un amplios periodos de inactividad». Los 84 bronces que se conservan «son una minucia en comparación con el resto de su prolífica producción pictórica y gráfica», destaca la comisaria.
Todas de pequeño formato, entre los 10 y los 38 centímetros de altura, sus esculturas «pueden dar la falsa apariencia de diminutos estudios o bocetos complementarios de la pintura y su obra gráfica», señala Venzal. «No son estudios, aunque se consideren como tal porque en su superficie vemos a Matisse modelar, cómo deja la marca de sus herramientas para enriquecer esas superficies» dice. «Además, el propio Matisse se mostró reservado a la hora de hablar de su labor escultórica por pertenecer a una esfera más íntima», agrega.
Con sus bronces, Matisse incide en la transformación de la figura humana a través de las variaciones y series con las que aborda sus obsesiones sobra las formas femeninas, la naturaleza, la fisionomía o la plasticidad de los volúmenes. Busca la esencia de las figuras femeninas antes que la representación exacta de la realidad, lo que le permitió «estropear» sus propias obras quitándoles brazos para asemejarlas, por ejemplo, a piezas clásicas como la Victoria de Samotracia.
«Matisse es uno de los artistas que buscaron trascender las categorías artísticas. Exponerle como escultor es repensarlo; supone dirigir una nueva mirada al lugar que ocupa su obra en el arte de la primera mitad del siglo XX, en especial en el campo de la escultura, y demostrar hasta qué punto se enfrentó a todos los medios y que no es solo un pintor», afirma Aymeric Jeudy.
Pese a su escasa proyección, «la escultura forma parte del pleno derecho de la obra de Matisse», agrega Jeudy. «Con sus piezas hace gala de la misma extraordinaria calidad a la altura de su pintura y un estilo original y muy personal que tiene una impronta propia de la modernidad», concluye el comisario.
«Hice esculturas porque lo que me interesaba de la pintura era poner en orden mi mente. Esto significa que siempre fue una cuestión de organización», dijo el propio artista. «Se trata de ordenar mis sensaciones, de encontrar un método que me conviniera plenamente. Cuando lo encontré en la escultura lo apliqué a la pintura. Lo hice por mi propia necesidad», explicó el propio Matisse a Pierre Courthion en 1941.
La excepcional muestra que dota de la importancia necesaria al artista multidisciplinar que fue Matisse, recala en España tras haberse visto en Suiza y Francia.
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