Viernes, 23 de agosto 2019, 01:53
Opera lo que nadie se atreve y eso le ha valido el sobrenombre de 'Doctor Milagro'. El cirujano valenciano Pedro Cavadas (Valencia, 1965), acaba de generar un gran impacto este verano con su anuncio de que deja la sanidad pública por agotamiento. Sus arriesgadas cirugías de reconstrucción y trasplantes han cambiado el destino de personas de todo el mundo. En este catálogo de pacientes a los que Cavadas ha dado una segunda oportunidad se encuentra el empresario granadino Julio Orantes-Zurita López, que protagonizó hace 11 años una extraordinaria historia.
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El 'milagro granadino' de Cavadas comienza un viernes 22 de agosto de 2008. Julio, actual director de tiendas de la empresa granadina Zurita, recuerda que eran las dos de la tarde y estaba ya saliendo del trabajo cuando recordó que había olvidado un pedido y volvió a la sala de despiece. Estaba chuleteando carne cuando una tapa de seguridad falló y la máquina le amputó los cuatro dedos de la mano derecha.
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En un segundo, su vida había cambiado para siempre. En medio del lío y la conmoción del accidente, José, el mayor de los cuatro hermanos Orantes-Zurita, tuvo la sangre fría de conservar en una bolsa con hielo los dedos amputados.
Julio ni siquiera se desmayó. «Como buen carnicero la sangre no me asusta», bromea el empresario de 48 años, una de esas personas que trasmiten energía positiva.
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La filosofía que le pone a la vida y su sentido del humor le permiten recordar una historia que podría ser traumática, con emoción y agradecimiento a los que le ayudaron, convencido de que le ha enseñado a valorar más la vida. A Julio lo trasladaron al hospital de Traumatología de Granada y de ahí en helicóptero al hospital Virgen del Rocío de Sevilla, donde estaba la unidad puntera del SAS en cirugía reparadora para intentar el trasplante de los dedos. Llegó a las cinco de la tarde.
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Mientras su mujer y sus hermanos se desplazaban en coche a Sevilla angustiados, en el helicóptero del SAS Julio tuvo tiempo de preguntar cómo iba el fútbol. Eran las olimpiadas de Pekín 2008 y jugaba España. «Por el amor de Dios, Julio...», le decía el médico en aquellos momentos de máxima tension.
«Iba cargado de esperanza», recuerda el empresario años después. Sin embargo, el jarro de agua fría no tardó en llegar. «El equipo de doctores de Sevilla nos dijo que los dedos estaban destrozados, que era imposible reimplantarlos. Me advirtieron de que me iban a dejar la mano lo mejor posible pero que me quedaría un muñón», rememora.
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A partir de ahí le durmieron y lo que sigue se lo han contado. Fueron apenas dos horas en las que la familia Orantes-Zurita le echó un pulso al reloj y a lo imposible. «Ese día perdí toda la educación que tenía», rememora Ángel Orantes-Zurita, que ahora no tiene empacho en pedir disculpas a los médicos de Sevilla a los que presionó con los nervios y la impotencia.
«Hay un cirujano en el Levante, intentadlo si queréis, le llaman el 'Doctor Milagro', nos dijo la jefa del equipo. Entonces ni siquiera sabíamos quien era Cavadas», continúa el hermano mayor de Julio.
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La directora general de Zurita, Ángeles, tomó entonces las riedas de la crítica situación, que para eso lo suyo es gestionar. No en vano dirige una empresa con 250 empleados y con una facturación de 22 millones de euros. A los Orantes-Zurita les salió la casta de empresarios curtidos en resolver problemas rápido en un negocio que trabaja con productos perecederos y las enseñanzas que mamaron en casa desde niños: «Lucha y disciplina». «Aquel día fue una lección de vida: no rendirse nunca. Entre las muchas cosas que aprendimos está que no es más rico quien más dinero tiene sino el que mejores amigos tiene, ellos nos ayudaron a que esta gesta saliera bien», recuerda emocionada Ángeles Orantes-Zurita.
Lo de Roma con Santiago se queda corto para resumir lo que movieron aquel 22 de agosto, con todo el mundo de vacaciones y todo en contra, hasta conseguir llevar a Julio desde Sevilla hasta el hospital de Valencia en el que trabajaba Cavadas.
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Lograron contactar con Luis Landín, cirujano del equipo de Cavadas que les infundió esperanzas. «Mándame la foto de los dedos, aquí tiramos muy pocas cosas», les soltó.
«Por suerte salió bien», recuerdan los hermanos, que reconocen que arriesgaron. Mientras recorrían en coche los 900 kilómetros hasta Valencia en sus oídos retumbaban las crudas palabras del anestesista de Sevilla: «Puede morir en el avión».
A través de su amigo Ramón Arenas, los Orantes Zurita consiguieron el avión medicalizado privado de la familia propietaria de la empresa Mayoral de Málaga, pero para volar era obligatorio que a Julio le acompañara un cirujano.
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Y ahí vino el más difícil todavía. Ninguno quería embarcarse en esa misión. Convencieron al cirujano de la plaza de toros de Málaga pero aquel 22 de agosto había corrida en La Malagueta y no podía abandonar la plaza. «Tuvimos que esperar al sexto toro», relata Julio sin perder la sonrisa.
El reloj corría y los Orantes-Zurita estaban ya desencajados. A partir de 12 horas en una isquemia las posibilidades éxito son pocas. Cuando Julio entró en el quirófano de la clínica Virgen del Consuelo en Valencia, a las dos de la mañanana, habían pasado 14.
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La intervención de 12 horas fue un éxito. Julio volvía a Granada a los 18 días. Después, Cavadas le ha realizado seis intervenciones más. Su mano recuperó la movilidad. «Cavadas me dice que aún me la podría dejar más bonita». Pero Julio no quiere más operaciones: «Mi mano es perfecta. Mira, en estos dos dedos más torcidos hasta puede colgar mi mujer el bolso».
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