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Román, entre los retratos de tres mujeres. J. A. M.
La mirada de África en el pincel de José Luis Román se posa en Santa Fe

La mirada de África en el pincel de José Luis Román se posa en Santa Fe

El artista, con un ojo privilegiado para mostrar el antes llamado 'continente negro', retrata a las mujeres de cerca

Martes, 25 de junio 2024, 00:06

África es inabarcable, tanto como la realidad geopolítica cambiante y en muchos casos sangrienta por la que salta, cada vez menos por desgracia –aunque las guerras sigan, igual de cruentas– a las portadas de los periódicos. África es para los países ricos el patio trasero por esquilmar y el escenario de las vacaciones más inconfesables, escopeta en mano. Pero también es, etnográficamente, el continente más interesante y diverso de cuantos integran el orbe.

En un giro argumental de esos a los que no tiene tan acostumbrados el Instituto de América de Santa Fe, el ente que dirige Juan Antonio Jiménez Villafranca propone un encuentro con la pintura de José Luis Román, donostiarra de origen y gaditano de residencia, Hasta el domingo 30, este artista muestra algo más de una treintena de miradas de mujer, que interrogan tanto como observan a quienes se colocan frente a ellas. Es la tercera exposición pictórica consecutiva del año en el centro cultural santaferino, tras las de Belén Mazuecos y Antonio Belmonte, y, según el director, es una 'rara avis', una especie de antropólogo que pasa la mitad del año en África, que conoce los sitios más peligrosos –y por tanto, menos turísticos– de dicho continente, y que ha hallado allí su segunda patria. «Es un digno representante de la gran pintura figurativa española, que desde el siglo XVII hasta la fecha, ha ofrecido grandes momentos a nuestro arte», asegura. «Lo que muestra son mapas del mundo, y un retrato de la mujer africana, que, como él mismo dice, lleva el continente sobre su cabeza».

No es la primera vez que José Luis Román expone en Granada. Recuerda con cariño el momento en el que colgó su obra en el Carmen de la Victoria. Desde entonces, su vida ha evolucionado grandemente. La proximidad de África a Sotogrande, lugar donde se estableció para buscar esa luz única que solo proporciona lo meridional –desde Sotogrande, África se ve, asegura– marcó el inicio de esta aventura, que comenzó con un viaje tímido a Marruecos y luego fue ampliando su radio. «A África, o la amas, o la rechazas, y en mi caso comencé a amarla», dice.

Su último periplo

De hecho, acaba de regresar de un viaje que le ha llevado por Benín, Togo y Guinea Conakry, a través de Ghana y Costa de Marfil. El objetivo de su viaje ha sido, una vez más, trabar contacto con etnias desconocidas para él. En este caso, ha visitado a los senufo, muy valorados por ser autores de los fetiches que es común ver en las colecciones de arte antiguo africano, y que son, comenta, tan apreciadas como las piezas yoruba. «Mi vocación como artista plástico y mi pasión africana se funden en este resultado», comenta.

Román se ha especializado en un planteamiento estético novedoso, creando fondos étnicos de inspiración neopop, emparentados cromáticamente con las obras de Liechtenstein, por ejemplo. Sobre ellas, imágenes de un realismo absolutamente estremecedor por la profundidad casi acuática de estas componen una atractiva realidad plástica. La madre del artista, que va a cumplir 101 años, nunca pudo imaginar la deriva que tomaría la creación de aquel niño inquieto que solo se calmaba cuando se le entregaban unos útiles de pintura. Igualmente, era capaz de 'dibujar' las firmas de los padres de sus compañeros, a quienes liberaba del trance de mostrarlas cuando los guarismos eran bajos. Nunca le pillaron con las manos 'en la firma', por cierto.

El donostiarra ha seguido el itinerario clásico de los artistas: primero copiar, luego imitar, y más tarde innovar hasta conseguir una estética propia. «Hice un camino canónico, practiqué el desnudo, las naturalezas vivas y muertas...». Pero siempre tuvo muy claro que la pintura se sustenta en el dibujo. Enamorado de África lleva 20 años, desde una primera serie que llamó 'Cabezones', desde la que evolucionó a esos rostros realistas a los que en principio fue reacio, «porque el realismo sonaba a añejo». Ese encuentro con el realismo, que él mismo califica casi de providencial, supone para él un reto constante. «Tiene una cocinilla, una técnica compleja, una trastienda casi. El óleo tiene un secado lento, al contrario que el acrílico. Y pienso, modestamente, que hay que ser muy hábil para desarrollarlo bien».

La fuerza cromática es uno de los grandes atractivos de la muestra. J. A. M.

La exposición del Instituto de América está integrada por medianos y grandes formatos. Las dimensiones de la sala le han obligado a traer más obra de la inicialmente prevista, pero no hay 'relleno' per se. Las piezas grandes han sido pintadas expresamente para esta exposición durante el último año. La serie que muestra a las mujeres del sur del Atlas es anterior, y ya se pudo ver en el Instituto Cervantes de Rabat. Toda ella, independientemente del origen de las modelos, es un homenaje al trabajo y la abnegación de que hacen gala las féminas, sin las cuales la vida en África sería imposible. «Ellas lo llevan todo adelante, porque los hombres solo piensan en sestear, parlotear y ahora, buscar un cayuco que les lleve a un paraíso desarrollado que en realidad no existe». Las mujeres del valle del río Omo, uno de los lugares más peligrosos del continente, comparten espacio con las de la región del Kukene, las himba, las arbore o las dassanech. África, desde Santa Fe, mira por los ojos de José Luis Román.

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