Calurosa noche de lunes en la Casa de los Pisa, en el inicio de la última semana del Festival Internacional de la Guitarra de Granada. Una noche especialmente triste para los amantes de la música clásica, como quiso hacer patente Jorge de la Chica, el ... presentador del recital de la argentina Mirta Álvarez, quien tras su éxito del año pasado volvió al ciclo granadino para ganarse, de nuevo, el cariño de un público que aplaudió de principio a fin su propuesta 'Soñar el tango a voz y guitarra'. Triste por la muerte del maestro Miguel Ángel Gómez Martínez, a quien el público que abarrotó de nuevo el patio del Museo de San Juan de Dios dedicó un minuto de respetuoso silencio.
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Comenzó la artista con el clásico 'El choclo' de Ángel Villoldo, imprescindible en cualquier local donde se baile y se sienta esta música tan racial. La canción de Gardel sirvió como prefacio de una reflexión profunda, un recuerdo hacia esa emigración que forma parte de la historia de Argentina, de los que se fueron y los que vinieron. Y tras ella, Álvarez se lanzó a interpretar 'Pueblito, mi pueblo', original de Carlos Guastavino, deudora de la nostalgia del tiempo perdido y las calles vacías.
De esas mismas calles quiso la artista saltar a la milonga negra, imprescindible para entender en su totalidad el fenómeno del tango. La influencia africana se hizo pues, patente, en la interpretación de 'Rosa morena' (Abuelita Dominga)' de Enrique Maciel, compuesta hace ya casi un siglo, pero fresca y fragante, a la par de evocadora.
El siguiente momento del recital tuvo como protagonistas a un dúo de genios, Astor Piazzolla y Jorge Luis Borges, de quienes Mirta Álvarez interpretó la milonga 'Jacinto Chiclana', crónica veraz y recuerdo de quien fuera guitarrista del primer cuarteto de guitarras de Carlos Gardel (Gardel–Razzano–Martino–Salinas), además de ser considerado uno de los principales referente de la tonada criolla. Nunca un homenaje tuvo una música más inspirada ni a un letrista más excelso, sin duda.
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Mas allá del tango, en sus aledaños, y quizá también en su ADN original, hay otras músicas, hijas igualmente del pueblo. Como las que regalara el gran Atahualpa Yupanqui con 'Danza de la paloma enamorada' y ese acorde que la evoca, el cual Mirta Álvarez quiso mostrar al público para que la identificara. A renglón seguido, interpretó 'Flor de ceibo', dedicada al árbol nacional argentino, «ese que tiene flores que semejan palomas», a ritmo de chamamé, una pieza de creación propia, muy aplaudida por el público.
Pasado ya el ecuador del recital, llegó el turno de tocar y cantar a uno de los grandes creadores del género, Eduardo Arola, de quien primero interpretó el vals criollo 'Palomita blanca', y luego otras piezas a ritmo de tango. La música del bandoneonista Aníbal Troilo fue la siguiente en que Álvarez fijó sus dedos, al interpretar la desgarradora 'Garúa' con una pasión contagiosa. El tramo final del espectáculo fue para clásicos como 'Melodía de arrabal' de Carlos Gardel, 'Chiquilín de Bachín', de Ferrer y Piazzolla, 'Oblivion', 'Libertango' y 'El día que me quieras'. Noche para el recuerdo.
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