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La catedrática de la Universidad de Granada Sultana Wahnon, con su libro. IVÁN LUQUE
El misterio de 'Cien años de soledad', al descubierto

El misterio de 'Cien años de soledad', al descubierto

Nuevo libro de Sultana Wahnon. La catedrática granadina revela una nueva lectura del clásico de García Márquez a la luz del origen judío sefardí de la familia protagonista, los Buendía

josé antonio muñoz

Lunes, 14 de junio 2021, 01:26

Quien más quien menos, ha estado alguna vez en Macondo, aunque solo sea oyendo los 'Peces de ciudad' de Ana Belén. El atractivo de 'Cien años de soledad', una de las obras más influyentes de la literatura, no solo del siglo XX, sino de todos los tiempos, ha cautivado a 30 millones de lectores, y ha sido traducida a 35 idiomas. Está presente en la geografía de un pueblo, el de Aracataca –el natal de 'Gabo'– que incluso hizo un referéndum fallido para cambiar su nombre por el de Macondo, y también en el videojuego 'World of Warcraft', donde hay una misión llamada 'Cien años de soledad'.

Cada persona que se ha colocado frente a la obra de García Márquez ha hecho su propia interpretación de esta. También Sultana Wahnon, catedrática de la Universidad de Granada en el Departamento de Lingüística General y Teoría de la Literatura. Pero su interpretación, que aparece en el libro 'El secreto de los Buendía' (Gedisa), va a dar un vuelco a la creencia general en torno al texto del colombiano. Wahnon afirma que los Buendía eran judíos sefarditas emigrados desde España, y que 'Cien años de soledad' reproduce el esquema de la Biblia, con su Antiguo y su Nuevo Testamento, referencias a costumbres y ritos mosaicos e incluso humoradas sobre los 'marranos', nombre que se daba a los judíos conversos.

La investigación de Wahnon comenzó en 1992. «Hasta entonces, solo había sido lectora de la novela. Nunca había trabajado sobre ella», recuerda. Sin embargo, una invitación a un congreso que celebraba el 25 aniversario de la salida del libro, y a otro que recordaba el 500 aniversario de la expulsión de los judíos, hizo que involuntariamente ambos temas se cruzaran. Estudiando los manuscritos de Melquíades, la profesora halló una relación entre el desciframiento de estos por parte de Aureliano Buendía, y la posibilidad de que la propia novela tuviera un código oculto que también fuera descifrable, con un correspondencia entre el relato principal y el secundario.

La pregunta fue: ¿cómo descifrar 'Cien años de soledad', una obra pagada de situaciones y seres fantásticos? El reto para la profesora, aficionada a resolver enigmas, empezó a tomar color al encontrar lo que ella llama «resonancias» de la cultura judía entre las páginas. «Lo que ocurría tenía resonancias bíblicas, pero también de la historia reciente de los judíos», comenta. La investigación sobre la expulsión de los hebreos arrojó referencias a la emigración de estos a la América hispana huyendo de la persecución. «Yo misma, judía de origen, solo conocía la huida al norte de África, de donde procedo, o incluso al Mediterráneo Oriental», reconoce. Una obra del siglo XVII escrito por un rabino portugués, Menasseh ben Israel, donde hablaba de un correligionario que vivía en Cartagena de Indias y que había conocido a una tribu india de confesión judía. «Recordé que en la novela aparece que los Buendía se habían refugiado en una ranchería de indios pacíficos, y asocié a ambas tribus. Y una noche, a mediados de noviembre, lo vi todo de golpe, tal y como explico en el libro», afirma Wahnon.

Lista de coincidencias

La lista de referencias es enorme. El de Buendía es nombre de judíos ocultos, y como tales vivieron hasta finales del siglo XVIII. En un momento de la novela, cuando se ha fundado Macondo, a mediados del siglo XIX, y el coronel Aureliano Buendía es adulto, llega el padre Nicanor Reina al pueblo y descubre que «viven todos sujetos a la ley natural» (sic) y se queda una semana más para «cristianizar» a los habitantes.

Aparecen además otras metáforas:Úrsula, cuando se va a casar tiene miedo a engendrar «hijos con cola de cerdo». José Arcadio Buendía dice entonces que «no me importa tener cochinitos, siempre que puedan hablar». Toda la novela está llena de bromas, según Wahnon, unas tiernas y otras kafkianas. El miedo de la bisabuela de Úrsula Iguarán a las quemaduras porque un día se sentó en un fogón encendido –que evoca la hoguera donde la Inquisición quemó a algunos judíos–; el judío errante –único personaje designado por su religión– que pasa por el pueblo a la muerte de Úrsula y que es incinerado en una hoguera; la liquidación del negocio –otra expresión muy judía– del marido de Úrsula, cuya familia había venido de España a América; el próspero acuerdo comercial con el primer José Arcadio Buendía, cultivador de tabaco y criollo y su prosperidad, característica de la vida judía; el matrimonio «predestinado y endogámico» entre José Arcadio y Úrsula... Y así, la catedrática desgrana una lista casi interminable de referencias.

La historia de los Buendía tiene, así, dos partes. En la primera, ellos son criptojudíos, pero al morir José Arcadio y desaparecer Melquíades, la familia sufre la 'peste del insomnio' que les hace olvidar quiénes fueron y de dónde venían, Ello abre la puerta a una segunda parte –el 'Nuevo Testamento'– en que ingresa en la familia Fernanda del Carpio, la muy católica esposa de Aureliano Segundo. «En la novela se superponen pasado, presente y futuro. Ese es el juego de García Márquez. Cuenta la historia en un presente eterno, que es la historia de los judíos, repetida y una otra vez», asegura.

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