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La vida de Manuela Fernández Pérez (1927-2017), es la de una mujer que fue capaz de cambiar el mundo del espectáculo, Madrileña del puente de Vallecas, fue tras su matrimonio con el artista y empresario de variedades Chen Tse-Ping cuando comenzó una carrera como directora del que fue el teatro portátil más famoso e influyente de nuestro país en la segunda mitad del siglo XX, el Teatro Chino, el original, que cada año, cuando se instalaba primero en la Acera del Darro y luego en el ferial de Almanjáyar, llenaba su patio de butacas para que centenares de espectadores vieran lo que esta avispada mujer de negocios ofrecía: «¡Piernas, mujeres y cómicos para todos ustedes, simpático público!». El mayor experto en teatro musical de nuestro país, el investigador granadino Juan José Montijano, ha publicado en Almuzara 'El Teatro Chino de Manolita Chen', donde explora la historia de este hito en el entretenimiento de masas español, en una época en que no había Internet, plataformas ni cientos de canales de televisión, en que enseñar algo más que las piernas constituía un escándalo y en que los chistes políticamente incorrectos eran moneda de uso común.
Manolita Chen nació en una casa burguesa –su padre fue el copropietario de gaseosa La Revoltosa–, vivió en la opulencia y murió en la ruina. Eso sí, después de haber ayudado a miles de artistas a convertirse en tales, de pagar incluso las operaciones de prótesis mamarias a sus bailarinas, pero también de conseguir que muchos artistas tuvieran un plato caliente que llevarse al estómago. La dimensión solidaria del personaje excede, si ello es posible, la artística. Granada recuerda aún visitas como la que efectuara durante el Corpus de 1952 al hospital de leprosos de Granada, donde ofreció un gran espectáculo, por supuesto gratuito, a los pacientes.
La cantante Tina Albéniz rememora aquel hecho: «Fue muy emocionante. Recuerdo que canté el número 'Traje de luces' y gusté mucho a los enfermos. Daba mucha pena verlos allí cómo nos miraban y aplaudían». La artista Nelly de Bronce también lo recuerda: «Fue algo muy bonito y emotivo ya que cada uno, con su número, intentó alegrar a aquellos enfermos. Venían en la compañía, además del señor Wong, 'Chepin' –Chen Tse-Ping– y Manolita, artistas como Pepita Talamante, Manolita Quintero, Isabelita Pastor, Angelines Parra, el representante de la compañía de aquellos años Rafael Valero, Topolino y su mujer, un ilusionista que se llamaba Rafael Rivelles y que gustaba mucho, el cancionero Losada, Pepe Ortega, la Shirley Temple española, y otros muchos».
Manolita fue una empresaria del espectáculo consciente de su papel y de que se debía a su negocio, pero al mismo tiempo, una mujer con profundas convicciones. Así, ejerció de madrina de boda de Nelly de Bronce, que se casó en 1954 con su novio, el bailarín Salvador Martín Lastra, en la Basílica de las Angustias, y siempre fue, en cierta medida, madre y consejera de sus artistas.
Hoy, quizá, muchos vean esta modalidad artística como algo casposo, pero sobre su importancia, y el hecho de que, en cierta medida, fuera un oasis de libertad y respuesta artística al régimen, además de mostrar lo inmostrable, dio testimonio Juan de Loxa, el gran agitador cultural de la Granada del último medio siglo, cuando afirma:«Un día le conté a Rafael Alberti dónde oí por vez primera el 'Romance sonámbulo' de García Lorca: en el Teatro Chino de Manolita Chen, ellos de traje campero o con un raído esmoquin salpicado de plumas de vedette. Yo en los años 50 era un crío. Acababa de hacer la Primera Comunión y no era precisamente la época más propicia para asistir a las revistas, aparte de que ya se ocupaba el párroco de mi pueblo, desde el púlpito y en las clases de catecismo, de decirnos que era un pecado gordísimo cualquier espectáculo de este tipo que llegaba a Loja. Sin embargo, a pesar de esas prohibiciones, de asustarnos con que el diablo nos iba a llevar, a nosotros nos atraían más que nada aquellas diabólicas, maravillosas mujeres que cada feria o en otras temporadas representaban en el pueblo con la compañía de Manolita Chen. Siempre, siempre, recordaré a Manolita Chen, que se hospedaba en el hotel más importante del pueblo, el Paloma, con aquellos trajes de raso brillantes, verdes, rojos, azules... y, sin mangas, o sea, que se le veían los brazos y lucía un hermoso escote al que se nos iba la vista».
El investigador Juan José Montijano asegura que el Teatro Chino hunde las raíces en los cómicos ambulantes que reflejara en el siglo XVII Agustín de Rojas en su obra 'El viaje entretenido'. Cuando en los años 30, circos y teatros de variedades colisionaron, el empresario Cirugeda tuvo la idea de unirlos, dando origen al teatro de revista que representó el Teatro Chino, fundado por Chen, llegado a Europa tras huir de la dictadura de Chiang Kai-shek. Una idea luego imitada burdamente e incluso robado su nombre por otros empresarios sin demasiados escrúpulos. «El exotismo de Chen y sus números fue una auténtica revolución, y su matrimonio con Manolita fue el origen, no solo de una empresa, sino de un modo de organización no superado hasta hoy». Manolita diseñaba los espectáculos, elegía las canciones, el vestuario, era la regidora... «En definitiva, era una generala sobre el escenario», asegura Juan José Montijano. Granada fue durante muchos años el lugar donde Manolita preestrenó sus espectáculos, por los que pasaron en aquellas ferias del Corpus figuras como Bigote Arrocet –ahora tan de moda–, Martes y Risa –antecedente de Martes y Trece–, Manolo de Vega, Fernando Esteso, Andrés Pajares, Beatriz Carvajal, las Hermanas Hurtado, Manolo Cal, Lusón y Codeso, y un larguísimo etcétera.
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