Edición

Borrar
Morgan, durante su actuación en la Sala Aliatar. J.J.G.
Morgan, el buen gusto también llena

Morgan, el buen gusto también llena

Nina y los suyos, dueños de una Sala Aliatar que cantó y bailó a su son, feliz y aterciopelado

juan jesús garcía

GRANADA

Martes, 5 de febrero 2019, 00:37

Este fin de semana ha sido de ellas. De Zahara llenado la Copera y dejando público fuera y de Nina, Carolina de Juan, con su banda haciendo cuatro cuartos de lo mismo, pero para una audiencia que pudiera ser la de los hermanos mayores de los otros. En este caso duplicaron la capacidad de su visita anterior, así que con semejante progresión se han quedado sin salas en Granada para las siguientes.

A diferencia de su paso por el Palacio de Congresos, el menor escenario de la Aliatar los apretó más a la vista, aspecto que va más allá de la mera foto, porque los presentó más reconcentrados, más grupo haciendo piña, con la complicidad casi del roce entre ellos... y entre nosotros. El mejorado equipo de la sala (¡por fin unas luces sin intoxicación visual!) hizo el resto: que su actuación fuera un placer para los sentidos.

Carole King en el recuerdo

En capítulos anteriores recordamos la apariencia de una Carole King sentada en medio de The Band para buscar alguna analogía de lo escuchable en Morgan. En ese regusto folk-rock sureño con, matices soul, gospel, blues y hasta funk (según el acento y arreglo), sonido tan prototípico de los años setenta que también ha inspirado a gente como Julián Maeso, se mueven robustos, hasta duros cuando quieren y dulcísimos por momentos aprovechando el registro meloso y frágil que puede llegar a tener su cantante. Rock sin raza ni color, con guitarra (Paco López) y órgano (David 'Chuches', aunque con más aspecto de llamarse Fogerty) marcando el paso, y metabolizando toda la historia de la cultura sonora estadounidense. Y ahí llegó Nina y mandó parar.

Por coincidencias de la vida, Nina está al frente de este grupo y no vendiendo regalos en la tienda donde trabajaba (aunque lo suyo es de raza: su padre fue guitarrista de Coz y Ñu) lo que lleva a pensar en la cantidad de voces fabulosas que no están repartiendo placer la humanidad y ofician en anónimos puestos en la vida. Afortunadamente Nina tuvo esa oportunidad y ya no hay vuelta atrás, afortunadamente para ella y más para nosotros, que podemos disfrutar de una voz excepcional. Lo es por su enorme potencia emocional sin perder una absoluta naturalidad, de afinación exacta. Un lujo.

Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.

Reporta un error en esta noticia

* Campos obligatorios

ideal Morgan, el buen gusto también llena