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Desde las cavernas, el ser humano ha buscado un refugio, un hogar donde sentirse seguro y confortable. La pintura ha reflejado a lo largo de la historia los cambios en estos espacios primordiales. Muchas de las obras maestras del Museo Thyssen-Bornemisza reflejan ese ámbito doméstico en el que que en las últimas décadas juega un papel preponderante la conocida multinacional sueca del mueble barato, IKEA, que ha querido confrontar algunos de sus diseños con los que figuran en obras de la pinacoteca.
Y parece que los suecos no descubrieron la pólvora. Que no hay tanta diferencia entre un costoso, noble y pesado mueble medieval, que ya era multifuncional, con una mesa de nombre impronunciable de conglomerado útil para comer, planchar, trabajar o almacenar enseres en su cajones. Trata de de demostrarlo Almudena Cano, directora creativa de diseño de la empresa sueca y comisaria de 'IKEA y el arte del hogar', un paseo por seis seis siglos, del XV al XX, por la evolución del concepto de hogar y el diseño de mobiliario.
En cartel hasta el 6 de enero, se fija en dieciséis obras de la colección del Thyssen para ilustrar los cambios en los hogares y sus necesidades esenciales en la funcionalidad y la organización de los espacios. Vemos así como el siglo XV ya existían los muebles multifuncionales a través del 'El evangelista San Mateo' (1748) obra de de Gabriel Mälesskirche en la que aparece una mesa que es a la vez escritorio y baúl para guardar útiles.
«Ese mueble respondía ya a las necesidades básicas de espacio y versatilidad», dice Cano. «Lo que hoy necesitamos en casa no difiere tanto de lo que necesitaban entonces; quizás San Mateo no necesitara almacenar tantos cables, pero la multifuncionalidad estaba ahí», sostiene.
En el Renacimiento se diseñan muebles de formas más simétricas y lineales, incorporando sofisticados textiles y cerámicas como elementos decorativos de maderas exóticas, como se ve en 'Retrato de Giovanna degli Albizzi Tornabuoni' de Domenico Ghirlandaio. Los arcones servían para almacenar enseres, como mesa o incluso como cama si se ponía un pequeño colchón encima, pero aún eran pesados, caros y difíciles de transportar.
El nacimiento de la Virgen', de Jan de Beer, ilustra cómo en el siglo XVI parte de la vida doméstica giraba en torno a la cama, sin frontera entre espacios públicos y privados. En el XVII, con la burguesía urbana, ya hay estancias separadas para la vida privada y la social. La casa se convierte en la sede de la vida de la familia como refleja 'El tamborilero desobediente' de Nicolaes Maes.
En el XVIII proliferan las bibliotecas particulares como se conciben hoy, como vemos en 'Rincón de una biblioteca' de Jan Jansz van de Heyden. El salón es el centro del hogar y acoge muebles como la cómoda o 'chiffonière', el buró o las mesas de juego. Se busca el confort y se sientan las bases de la ergonomía y el mueble moderno, como se ve 'Retrato de la condesa María Benedetta di San Martino' de Pompeo Batoni.
A mediados del XIX la tecnificación y producción masiva abarató costes y alumbró productos como la legendaria silla Thonet, el primer mueble desmontable fabricado en serie y de transporte y montaje sencillo, al estilo escandinavo. Con el sillón de muelles de acero, con tapicería o capitoné, se crean ambientes acogedores como el de 'El espejo psiqué' de Berthe Morisot, o 'Misia Godebska', de Pierre Bonnard.
La Bauhaus buscaría aprovechar lo mejor de la par entonces 'maldita' industrialización para hacer el diseño accesible. La vivienda que pinta Paul Klee 'La casa giratoria', puede simbolizar así las utopías que aún están por realizarse en los espacios domésticos «siempre en en plena transformación». Una composición de Mondrian con colores primarios y líneas geométricas sencillas tiene un pasmoso parecido con una sala amueblado con coloridos muebles de la empresa creada por Ingvar Kamprad.
El subtítulo de la exposición, 'homenaje al diseño democrático', incide en el que la marca sueca asegura practicar desde su creación en 1943 como «heredera del espíritu racionalista, libre y moderno de la Bauhaus». Un lema que se traduce «en precios accesibles para un público mayoritario sin renunciar a la comodidad y al diseño».
En la Sala Rodin del Thyssen concluye el recorrido con un espacio en el que se muestran diseños icónicos como la librería Billy, «de la que se cada cinco segundos se vende una en alguna parte del mundo». Lo destaca la comisaria de la exposición apelando a la función, forma, calidad, sostenibilidad y precio bajo como claves del diseño democrático que desde su creación en 1943 hasta hoy ha llevado su tiendas a más de 31 países para sumar 727 millones de visitantes en todo el mundo.
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