![Mujica sonríe al recibir el Laurel de Plata, con el alcalde de La Zubia y el presidente de la Diputación.](https://s1.ppllstatics.com/ideal/www/multimedia/201808/22/media/cortadas/128232114--624x415.jpg)
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EDUARDO TÉBAR
LA ZUBIA
Miércoles, 22 de agosto 2018, 01:59
Como un héroe. Así fue recibido anoche el atípico expresidente uruguayo José Mujica, que recogió en La Zubia el séptimo premio Poesía en El Laurel. Era la velada de clausura del festival internacional, que concluyó a lo grande su décimo quinta edición. El certamen se ha desarrollado cada martes de agosto en los jardines del convento de San Luis El Real. La presencia de Mujica, de 83 años, despertó la curiosidad de la prensa mundial. Se trataba de su primer acto fuera de la política, después de renunciar hace unos días a su banca en el Senado «por motivos personales» y «cansado del largo viaje». Una desilusión que fue a más tras la muerte, en junio, de su inseparable perra Manuela. La mascota tenía 22 años y era presentada en las entrevistas como la integrante más fiel de su gobierno. La siguiente comparecencia de Mujica será en Venecia, en el festival de cine, a finales de mes. El documental 'El Pepe, una vida suprema', dirigido por Emir Kusturica, aborda su figura.
El peculiar líder latinoamericano es aplaudido por sus convicciones ideológicas. El presidente de Uruguay entre 2010 y 2015 se erigió en objeto mediático por gestos como donar el 90% de su sueldo a fines sociales. Le tacharon de presidente pobre y de presidente de los pobres. Ahora, Mujica se acoge a la jubilación, sin privilegios. El alcalde de La Zubia comentaba que Mujica representa «la expresión más genuina de lo mejor del ser humano y de la política hecha poesía». «Mujica es un faro internacional de valores y humanismo, de decencia y buen hacer para el porvenir de la humanidad», explicaba Antonio Molina López. Para el director del Festival Internacional de Poesía en El Laurel, Pedro Enríquez, «la vida de Mujica es compromiso en la acción, no solo en la palabra, y su propia vida es poesía; es un poeta de la acción y nos sentimos muy orgullosos de recibirlo en La Zubia».
Mujica se pasó la tarde y la noche del lunes volando a España. Ayer por la mañana llegó en tren («como un viajero más») a la estación de Antequera-Santa Ana, donde se plantó en vaqueros, con una guayabera celeste, el pelo revuelto y esos ojos rasgados, casi desaparecidos del rostro, con los que acorta distancias cuando la gente se le acerca. Acudieron a recogerlo Pedro Enríquez y Antonio López. La última vez que José Mujica había pisado Granada fue en 2015, en una escapada desde Córdoba de la mano del director de la Casa de Sefarad. Fueron seis horas en las que conoció los secretos de la Alhambra. Incluso pateó el Albaicín. Descubrió la antítesis de Uruguay, un lugar donde todo es llano. Esta vez, el edil y el responsable del festival le obsequiaron con un laurel, símbolo perfecto de la ocasión.
Afuera, una multitud sin pase ovacionaba a Mujica y criticaba la imposibilidad de acceder al recinto. «¡Queremos entrar!», «¡Pepe, Pepe!», gritaban. Las entradas volaron, literalmente, conforme salieron. El Ayuntamiento retransmitió el acto en directo a través de Facebook. En las butacas, políticos procedentes de toda Andalucía. También poetas que no constaban en el cartel, como Rafael Guillén. El alcalde de La Zubia aprovechó el momento para pedir el Nobel a título póstumo para Federico García Lorca. «¿Será Pepe Mujica un duende lorquiano?», se preguntaba Enríquez. El director de Poesía en El Laurel relató la auténtica odisea que supuso irrumpir en la chacra rural del expresidente uruguayo en Rincón del Cerro. En la introducción, Enríquez mencionó la incapacidad de los políticos de hoy para expresarse con claridad, al tiempo que citaba a Miguel Hernández o a Gabriel Celaya. «Mujica piensa que el verdadero cambio requiere cambios culturales. Sus palabras alimentan. Hace de su propia vida un manantial de poesía, una fuente de certeza».
El arrollador éxito de Mujica se entiende al escuchar su discurso, improvisado durante casi una hora en La Zubia. El siguiente en subir al escenario fue el rapero Ose, que, llorando, confesó que lo vivido anoche era lo más emocionante que había presenciado en veinte años. Las últimas frases de don José, el Pepe de todos, el llamado último héroe, apelaron a lo humano de los humanos. Y a la hermandad con España. «Mil gracias por la lengua, por la sensibilidad, por la historia. Me siento pariente. Me gustaría vivir en España o en Italia. Son muy distintos, pero son gloriosos. Y no tienen que respetarme tanto: solo soy un tipo duro que una vez estuvo preso por falta de velocidad. La libertad está en la cabeza de uno». Mujica insistió sobre el concepto del «holocausto ecológico» en el que puede derivar el planeta. Y alertó sobre la codicia desmedida, «porque la tierra es finita, tiene límites, aunque la ambición de ciertas personas no tiene límites».
La velada continuó con el violín del músico invitado Antonio André-Requena (Orquesta Filarmónica de París) y el poeta «en tierra de nadie» Jenaro Talens, a falta de recitar la siria Maram Al-Masri y del concierto de Amparo Sánchez, de Amparanoia.
Mujica avisó al saberse protagonista del séptimo Laurel de Plata. «Resulta un poco exagerado. Alguna vez fui joven y amé la poesía. Naturalmente, mi juventud tiene bastante que ver con la influencia de la generación del 98 y la que vino después con García Lorca», manifestó. Mujica destacó la «fuerte migración intelectual» que arribó desde «la España republicana, derrotada y perseguida», al tiempo que reivindicó el legado de José Bergamín, «que para muchos jóvenes tenía una inteligencia refinada y privilegiada; los intelectuales emigrados de España tras la Repúblico anduvieron sembrando por toda América y de ahí que haya algo, una liberación poética y filosófica con esos tiempos de España». Mujica sentenció que «las fronteras son las cicatrices de la historia».
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