El universo de Guillermo Muñoz Vera (Concepción, Chile, 1956) viaja a lomos de la realidad para mostrarnos una cara del mundo que quizá nos pueda parecer irreal, a fuer de ser ocultada por quienes se empeñan en pintar un mundo feliz, sin desigualdad, limpio, sin ... desechos. Hasta el próximo 4 de junio, el Centro Damián Bayón del Instituto de América, en Santa Fe, acoge en sus paredes la muestra '56º Latitud Sur. De Castilla a Tierra del Fuego'. Como recuerda el artista, esos 56º son el fin del continente americano y el encuentro con lo desconocido.
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La muestra, tras pasar por la ciudad granadina, viajará a Nueva York, donde se expondrá en la galería Art Forum. El director del Instituto de América, Juan Antonio Jiménez Villafranca, destaca que Muñoz Vera es el artista latinoamericano–español más importante de entre los que viven. «Es uno de los grandes maestros del realismo, entroncado directamente con Claudio Bravo y Antonio López. Yaunque vive en Chinchón, expone en todo el mundo. Precisamente, la dimensión internacional del proyecto nos ha hecho concebir un catálogo bilingüe, de muy alta calidad, que es un motivo más para acudir a ver la muestra y poder llevárselo a casa», comenta.
La exposición tiene su punto de partida en el encuentro entre la cultura occidental y la americana. «El resultado es una pintura de una calidad extrema, ya que Muñoz Vera es un perfeccionista. Ello nos ha llevado a cambiar, incluso, la iluminación habitual en nuestras exposiciones para que las obras se muestren en todo su esplendor», recuerda. En las más de 40 obras que integran la exposición hay algunos retratos –el pintor ha plasmado en el lienzo a los personajes más importantes de la sociedad española, con total discreción–, pero también una buena muestra de su pericia como paisajista. Sólo quedan fuera de la nómina de obras que se exhiben alguno de sus bodegones, pero el concepto general de '56º Latitud Sur' no cuadra con esta línea. Ello no obsta para que se pueda considerar un bodegón, reivindicativo eso sí, a 'Envases y embalajes' (2022).
La exposición pone sobre la mesa tres 'leit motiv' diversos. Por un lado, el paisaje de la Tierra de Fuego, el fin del mundo, encontrado por la expedición de Magallanes y Elcano; por otro, el espacio dedicado a los descubrimientos, a la creación de una imagen del planeta a partir de la cartografía, a la ciencia árabe que luego aprovecharon los vencedores en aquella guerra de religión y poder que duró ocho siglos. En medio, hay un espacio para los sueños, dos imágenes submarinas de gran potencia, 'El sátiro danzante de Mazara del Vallo, Sicilia' y 'Moai', ambas de 2018 y ambas absolutamente irreales. Y finalmente, una sala en la que se pone al espectador ante algunas de las contradicciones del mundo de hoy. Aparece la Tierra de Fuego como un lugar al que sólo el hombre ha llevado el fuego, que toma cuerpo en las chimeneas de las plataformas petroleras; aparecen las canteras, la 'mentira' de las energías renovables, o el inmigrante que llega a la playa para morir y ser tapado por una manta de la Cruz Roja. «Cada obra lleva consigo un discurso propio», comenta Villafranca.
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Para Guillermo Muñoz Vera, '56º Latitud Sur' es un viaje en el tiempo y en el espacio. «Este proyecto debiera haberse visto el año pasado aquí y antes en otros lugares, pero la pandemia nos cambió los planes. Estas circunstancias azarosas han desembocado, sin embargo, en la circunstancia feliz de que la muestra se vea por primera vez en Santa Fe», comenta. El artista no se calla, porque no lo necesita. «Me gustaría que el lino sobre el que están pintados los cuadros fuera español, pero esa industria murió hace tiempo, y ahora tenemos que importarlo de Bélgica». El periodo de realización abarca desde 2010 hasta hoy, y todas las obras pertenecen a la colección privada del artista. Para facilitar la comprensión del espectador, que puede llegar a las convicciones y argumentos más íntimos del artista, cada obra está acompañada de un código QR que remite a un texto sobre ella.
Muñoz Vera está en contra del adagio 'Una imagen vale más que mil palabras', e incluso defiende la ambigüedad de las imágenes sin una palabra que las explique y las aclare. Y no está para tonterías: «500 años después del descubrimiento del Océano Pacífico, lo hemos convertido en un inmenso basurero, el patio trasero de nuestras fechorías. Muy pocos saben también que en el desierto de Atacama, en Chile, están creciendo montañas de ropa que el mundo civilizado no quiere y que tampoco quiere mostrar».
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El artista habla con la convicción de quien duda de casi todo y de casi todos. Por eso, quizá, es capaz de mostrar con un realismo a veces atroz cómo el consumismo infecta a los más jóvenes –véase 'La Puerta del Sol' (2017) o cómo las antenas parabólicas, hoy superadas por la generalización del uso de la fibra –¿qué pasará con ellas, terminarán también en Atacama?– llenan de 'Niebla electromagnética' (2020) los cielos de nuestros pueblos. La consciencia no permite mirar el mundo con otros ojos.
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