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Si Yusuf I, el séptimo emir de la dinastía nazarí, levantara la cabeza y se diera un garbeo por la muralla que mandó construir en el siglo XIV para proteger el Albaicín, se quedaría horrorizado. El deterioro de la Muralla Nazarí, que nace en el Arco Elvira, sube hasta San Miguel y baja hasta el cauce del Darro –unos cinco kilómetros en total–, va claramente 'in crescendo' en los últimos años, especialmente en el tramo de quinientos metros que separa el Arco de Fajaluza del Peñón del Tigre, junto a la Carretera de Murcia. Este periódico lo ha recorrido junto a algunos vecinos y la situación es, cuanto menos, preocupante. Por la deficiente conservación de los tapiales, con una potencia de unos cinco metros de alto por 1,20 de grosor. Y por el mal estado de las inmediaciones, donde el olor a excrementos de perro –y de algún humano– resulta en algunos puntos nauseabundo. No tiene más que darse un paseo para comprobarlo.
Lo más alarmante es la aparición de nuevas pintadas que se suman a todas las que ya había y que han sido denunciadas por activa y por pasiva. Las últimas son de este mismo verano. Durante el mes de julio y principios de agosto. Las que tienen un mayor impacto son las del Arco de Fajalauza, otrora la entrada más alta al Albaicín. Tanto en las paredes laterales como dentro del propio bien –no se puede acceder, pero alguien con un poco agilidad, y con ayuda de un tercero, puede auparse sin mayor esfuerzo–. Unos cientos de metros más abajo, en la Muralla de la Alberzana, junto a la fábrica de Fajalauza, han aflorado otras dos, una pegada a la Carretera de Murcia y otra enfrente del albercón de Yusuf I. Y otros cientos de metros más abajo, en las proximidades del Peñón del Tigre, hallaremos otras dos perfectamente visibles desde la Carretera de Murcia.
Pintarrajos de colorines sin ningún tipo de gusto estético que no solo afean la Muralla Nazarí, un Bien de Interés Cultural (BIC) propiedad del Ministerio de Cultura, sino que la destrozan. Los daños provocados por la aplicación de aerosoles –normalmente fabricados con resinas y acrílicos– son graves. Sobre todo porque el spray penetra por la superficie porosa y puede generar una película impermeable que impide que el agua de la lluvia escape. Esto puede desencadenar, a su vez, problemas estructurales. El fenómeno es parecido al que se produce cuando se sobreponen morteros de cemento sobre piedra como la calcarenita bioclástica, con la que están hechos buena parte de los monumentos de Granada. Se arenizan. Se desmoronan.
En esta zona del Alto Albaicín, un lugar de paso hacia varios institutos y colegios y una concurrida ruta turística hacia la ermita de San Miguel, viven en torno a dos mil vecinos en varias urbanizaciones. Algunos de ellos, como Mercedes Toro, llevan diez años denunciando el vandalismo, la dejadez y la falta de respuestas efectivas por parte de las administraciones. «Siempre nos dicen lo mismo, que somos conscientes y que estamos en ello», lamenta. «Pero la realidad es bien distinta, no se hace nada», asegura.
Y no será desde luego porque no hay dinero –al menos presupuestado–. El Plan Alhambra de la Junta, que se nutre con los ingresos que genera el monumento, contempla una partida de más de 600.000 euros para la Muralla Alberzana. «Lo primero –explica– debería de ser la formación de una comisión donde hubiera políticos, expertos y residentes y que planteara un gran proyecto de recuperación».
Un proyecto que, en primer lugar, frene el declive de la Muralla de la Alberzana, que sí fue parcialmente restaurada en 2004 por el arquitecto Javier Gallego. Una actuación que evidenció los valores históricos de esta fortificación. Los lienzos presentan agujeros en algunos puntos que se han ido agrandando de forma paulatina por la acción de los elementos. La raíces de algunos árboles, plantados sin mucho criterio, también están incidiendo de forma muy negativa. Los revestimientos presentan humedades, aunque no se observan desprendimientos. El entorno está lleno de cacas de canes. El hedor es notable. Y, por último, se ha habilitado un camino no autorizado ni delimitado entre la cara interna y la cara externa de la Muralla de la Alberzana tras derribar un vallado colocado ahí precisamente para eso, para evitar que la gente pasara.
5 La Muralla Nazarí, que mandó construir Yusuf I en el siglo XIV para proteger el Albaicín, tiene una longitud de cinco kilómetros. Nace en Arco Elvira, sube hasta San Miguel y baja hasta el cauce del Darro.
Los servicios de limpieza del Ayuntamiento de Granada sí que actúan a diario. La Cuesta de San Antón, donde antaño se hallaba el Convento de San Antón, no está sucia, aunque sí llena de heces. El Consistorio también eliminó por presión ciudadana el aparcamiento en la explanada que hay junto a Fajalauza, en la que llegaban a aparcar hasta doscientos vehículos.
La Muralla Nazarí tenía como principal objetivo la defensa de la ciudad por el flanco norte. Granada vivió en el siglo XIV un verdadero periodo de eclosión urbanística. Los reinos cristianos continuaban reconquistando los territorios de Al Ándalus y los musulmanes buscaban un refugio más seguro en Granada. Barrios como el Albaicín no paraban de crecer.
Siete siglos después, la Muralla Nazarí, vestigio de aquel esplendor, languidece poco a poco. Quizá, como dice la canción, ha llegado el momento de pasar a la acción.
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