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Isaías Ubago tiene 82 años y el porte del Padrino. También una sensibilidad especial para el arte. «Mire usted, periodista, yo era de esos a los que no le gustan mucho los tatuados», confiesa. «Pero gracias a ellos –prosigue señalando a la muchachada que le rodea– he superado ideas preconcebidas, y me he dado cuenta de que son unas personas libres y estupendas». 'Ellos' son los artistas que, aglutinados en torno a Blackfemia, están convirtiendo poco a poco una manzana anodina del centro de Granada, entre el Camino de Ronda y Arabial, en un espectacular museo al aire libre. Un museo donde los lienzos no son de lino, algodón o cáñamo, sino de persianas metálicas.
Y sí, Isaías Ubago es propietario de tres de ellas y, con mucho gusto, las ha cedido para que reconocidísimos creadores nacionales e internacionales pinten murales de enorme belleza cargados de simbolismo y significado. Hablamos del colombiano Pac Dunga, el francés Raphe, el ecuatoriano Fabs, pero también de los españoles Nels (Murcia), Tatu Rock (Madrid), Vero Soto (Jaén) o Jacobo Palos Wey (Huelva).
«Por ahora llevamos siete, pero nuestra intención es seguir pintando en buena parte de las cuarenta cocheras que hay en las calles Tierra de Fuego y Mar de Plata», explica MaríaDie, una de las promotoras de esta iniciativa que emana de Blackfemia, un estudio de tatoo que se ha convertido, al mismo tiempo, en un auténtico centro cultural para un barrio que carece de él –organizan exposiciones, talleres, cineforos, sesiones de dj e incluso festivales, entre otras actividades–.
Porque aquí hay una palabra clave: consentimiento. «No hacemos nada si no contamos con el visto bueno de los propietarios», asegura MaríaDie, quien confiesa que siente auténtica admiración por Isaías. «Lo buscamos, lo localizamos, se lo pedimos y no dudó en decirnos que sí», relata la granadina, cuyas obras han estado nominadas en los últimos años a Mejor Grafiti del Mundo.
«Creo –diceIsaías– que deberíamos fomentar esto por toda Granada porque llenaríamos de color y creatividad espacios grises y plagados de pintarrajos». «Sería como una gran galería para el disfrute de todo el mundo», opina. «Mi familia está encantada».
Como encantado está el propio Isaías, que se ha pasado al 'lado oscuro'. «A raíz de mi relación con ellos, me he apuntado a clases de dibujo, a las que acudo una vez a la semana», explica mientras teclea la contraseña de su móvil para mostrar, con orgullo, fotografías de algunos de sus avances. Un ramo de flores con mariposas revoloteando, un racimo de cerezas... «Yo no había cogido el pincel desde los diez años, pero ahora estoy adquiriendo destrezas que me abren a un mundo muy interesante». «Y todo gracias a ellos», reitera. «Voy a hacer todo lo posible para hablar con vecinos y que les permitan continuar con esta iniciativa en sus locales». Muchos de ellos, por cierto, vandalizados con rayajos sin ningún tipo de gusto ni criterio.
La pretensión de Blackfemia es que los grandes artistas que muestran su trabajo en sus paredes completen la acción dejando su huella en alguna de estas puertas. «Pueden plasmar lo que consideren oportuno, siempre que no sea ofensivo», subraya MaríaDie. Los que se pasen por allí podrán observar, por ejemplo, el rostro de una joven enmascarada, de labios carnosos y vestida con chándal, de Vero Soto. O una mujer indígena que cubre su cabeza con un pañuelo verde, de Pac Dunga.O una mirada enigmática que 'confunde' los sueños con la realidad, de Jacobo Palos. Solo hay que situarse delante de estas imágenes –a ser posible sin demasiadas prisas– y dejarse atrapar por las formas realistas –a veces incluso híper realistas–, el cromatismo y las metáforas 'escritas' en spray.
Melcom, de Blackfemia, lamenta que muchas veces las limitaciones vengan por los prejuicios. «Nos ven con estas pintas y se echan para atrás», sonríe.«Pero al final, más allá de la estética, nosotros somos sencillamente artistas involucrados en nuestro entorno, con el empeño de aportar, promover la cultura y también con ganas de entendernos con los vecinos como lo hemos hecho, sin mayores problemas, con Isaías», reflexiona Melcom.
Ellos son perfectamente conscientes de que el vandalismo juega en su contra. Pagan justos por pecadores. «Ahora mismo el Ayuntamiento de Granada no permite que hagamos nada en ningún sitio, cuando anteriormente sí había espacios habilitados como en la Chana», comenta MaríaDie. En este sentido, aboga por la pedagogía, y asegura que muchas veces algunos actúan indebidamente en lugares inadecuados sencillamente por desconocimiento de los valores patrimoniales. Es el caso de la Muralla Alberzana, junto a la fábrica de Fajalauza, que tiene la consideración de Bien de Interés Cultural –la máxima figura de protección dentro de la comunidad autónoma andaluza–.
Debates que a veces se resuelven con un poco de sentido común y otro poquito de transigencia. Valores de los que sabe mucho un señor con mirada de actor que se llama Isaías Ubago.
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Lucía Palacios | Madrid
María Díaz y Álex Sánchez
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