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EDUARDO TÉBAR
Granada
Sábado, 9 de noviembre 2019, 01:14
La chavalería de Granada inundó anoche el Palacio de Congresos de pantallas refulgentes y 'stories'. Era el estreno en esta ciudad de Amaia Romero, una artista navarra de 20 años a la que ya le ha dado tiempo a vivir varias vidas, transitando una cima detrás de otra a velocidad superlumínica. Si ayer la vimos sentarse serena al piano, entrar en calor con naturalidad en 'Un día perdido' y observar al público al tercer acorde con la ilusión de quien va a devorar un helado de turrón, es porque su campechanía la inmuniza. En efecto, es ese carácter ingenuo, químicamente puro, y su desparpajo a prueba de imposturas («Se me ha desatado el vestido, pero no creo que se me vea la teta»), lo que engancha de Amaia.
Luego está lo otro. Su formación musical le permite tocar con maestría lo que se eche a las manos. Y su voz, juvenil pero no aniñada, tiene mimbres para aguantar una carrera versátil. La pamplonesa cumplirá 21 añitos dentro de siete semanas y sabe lo que es ganar 'Operación Triunfo', representar a España en Eurovisión, hacer piña en el 'indie' con Carolina Durante y actuar en el Primavera Sound. Su figura se ha vuelto adorada y transversal. Tanto, que resulta milagroso contentar a todas las partes. Incluida la franja que de los que rondan la treintena, que la entrada costaba casi lo mismo que el abono de un festival completo. Y el recital duró apenas una hora.
Explicaba Amaia en este periódico que sus canciones son acordes con su edad. Fin de la cita. Que nadie busque aquí ráfagas existenciales, ironía posmoderna ni el 'Tratado de urbanismo' de Ángel González. Lo que sirvió anoche, rodeada de una banda eficiente que destilaba vitamina (parecían unos Archies de nuevo siglo), fue pop cristalino, suministrado en relatos chatos en primera persona. La cantante está enamorada. En un tema le va bien y en el siguiente regular. Sus desvelos estriban en imprimir o no fotos, en pulsar o no ese corazón que brilla en el móvil. A los veinte minutos, tras numerosos gritos de «¡guapa!», Amaia encaraba ese piano, en medio de un escenario ajardinado, para entonar 'Última vez', la única curva retórica de la noche: «El avión se va a caer / tú serás mi última vez». Y aquí sí, un pellizco sutil que duele con la concisión del 'Plainsong' de The Cure.
Descolocó a los presentes al bordar el pasaje 'El Puerto', de la suite pianística 'Iberia', de Albéniz («Me saqué el grado de piano con ella»). Lo clásico y lo urgente. Amaia se desenvuelve en todas las coordenadas. Después de versionar el bolero 'Tú me acostumbraste', recuperó un éxito enlatado de la 'triunfita' Natalia ('Vas a volverme loca'). ¿Alguien en la sala llegó a sufrir el top manta? Se agradece cuando arpegia la acústica en 'Porque apareciste', cortesía de su mano derecha, Núria Graham, entre Cohen y 'Los conejos' de Sr. Chinarro, resuelta en clave de ranchera folk. Y más aún cuando su material bebe de la España de los setenta: 'Nadie podría hacerlo' sonó a deconstrucción del 'Oye mamá, oye papá' de Jeanette.
Desde Discos Bora Bora transmiten un mensaje tranquilizador para los que se quedaron fuera del 'show case' matutino: «¡Subiremos vídeos!». Y otra coincidencia: el pasado fin de semana participó en la fiesta de aniversario de la tienda Marcelo Criminal, el creador alternativo que se halla detrás de la canción 'Perdona (ahora sí que sí)', popularizada por Carolina Durante y Amaia. Tal vez, lo más valioso que la norteña ha grabado hasta el momento.
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