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Juan Jesús García
Granada
Sábado, 13 de noviembre 2021, 01:20
Andrea Motis dejó de ser un fenómeno hace ya tiempo, aquella chiquilla que tocaba por el mundo en locales donde no podía entrar como espectadora, como ella recordó ayer en este periódico. Aquella suerte de 'Marisol del Jazz' (o Judy Garland catalana) que con apenas quince años se medía con los adultos de tú a tú en su mismo terreno, ya es una lideresa en toda regla de una banda estable y formidable, sin perder el frescor de la juventud. Sobre todo cuando se la escucha en las entrevistas, con el entusiasmo propio de su edad y la energía de los mil planes que lleva a la vez, como si hubiera muchos mañanas, que en su caso obviamente los hay.
Una vez calmada la polvareda mediática que levantó su tempranísima llegada al circuito, queda su música y su voz. Y ahí Andrea y los suyos cuadran unos conciertos redondos, que, contra las leyes de la geometría, sí se puede hacer. Rodeada de algunos de los mejores músicos de la historia de Cataluña (¡Ignasi Terraza y Josep Traver coleccionaron los aplausos!), salió Andrea con su trompeta colgando de su delgado brazo, apariencia de fragilidad y aún guardada su fresca y juguetona voz, que si algo tiene es naturalidad en su expresión. Como trompetista prefiere un verbo liso y sin demasiados efectos ni aceleraciones, sin prisa y sin pausa, siempre se recuerda su lirismo poético a lo Chet Baker pero sin el retrosabor apenado del desdentado trompetista; fluida, amable, de cálida articulación y generosa capacidad de improvisación. También toca el saxo, pero de momento en Granada todavía no la hemos escuchado.
Si se quiere fue un concierto conservador a modo de menú de degustación de sus facultades, en el que su dulce voz encaja perfectamente en el marco del swing (acaba de hacer un registro al respecto), y así arrancó. Y mucho más en la saudade brasileña (el anterior), de donde extrajo la 'Dança do solidao' que hace años escucháramos a Marisa Monte en el Festival. Sus prístinas interpretaciones aportan encanto a un libreto premeditadamente variado y gustoso, revolviendo estilos e idiomas, y dejando caer cada rato un comodín para enganchar a los dispersos: pongamos que ese 'Ain´t No Sunshine' de Bill Whithers.
Volvió a recordar a los mallorquines Antonia Font con 'Alegría', en catalán, y en castellano se atrevió con 'Bésame mucho' a su manera, ligera, y un 'Rabo de nube' de Silvio Rodríguez en lugar de su habitual 'Mediterráneo'. A los más jazzistas los complació a ritmo de Mississippi con 'Let's call it love', de la legendaria Lillian Hardin, con el blues de H.Silver 'Señor Blues, y con dos estandarazos de la talla de 'Sofisticated Lady' y la pizpireta y muy vertiginosa 'My favorite things', entre otras. Tuvo palabras de admiración para Cecil McLorin, y casualmente cantó también la repetida 'Flor de lis', mucho menos esquinada que la de anteanoche.
Una ovación cerrada despidió a la catalana en su tercera visita por aquí y pudiera haber seguido otro rato porque el público estaba encantado, con ella y su banda. Dice que va hacer un disco de Hip Hop, esperemos que no acabe como su compañera de clase, Rosalía, haciendo, reguetón, sería una lástima perder tanto encanto.
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