Juan Jesús García
Jueves, 21 de julio 2022, 16:41
La factoría cubana de músicos de largo alcance no para. El penúltimo nombre en catapultarse al mundo es el de la joven cantante Daymé Arocena. Tiene tres discos: 'Nueva Era', 'Cubafonía' y el último 'Sonorocardiograma', de 2019, aunque actualmente está grabando de nuevo. Los críticos ... la consideran, por su potente voz y su capacidad de asimilación de las más diversas corrientes musicales –en especial el Jazz y la canción afrocubana–, como una de las más emocionantes cantantes de Cuba. Este jueves actúa por primera vez en Andalucía en la programación de Jazz en la Costa de Almuñécar.
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- Recuerdo una serie de discos, aquí en España, que se llamó 'La Isla de la música'. En el siglo XX Cuba fue eso, un volcán de ritmos y músicos. ¿Nacen ustedes con la música ya puesta?
- Yo creo que sí. Lo es porque Cuba es un país criollo ya que nuestra cultura es mezclada, que se nutre de varias corrientes culturales desde hace 500 años. El otro día estudiaba sobre las tribus yorubas, y la documentación planteaba cómo han logrado sobrevivir sin tradición literaria ni oral, siendo además en nuestras islas un pueblo esclavizado, y la respuesta es 'a través de la música'. En Nigeria y Benín se mantiene esa misma cultura como en Cuba; allí cantan por todo, sea bueno o malo, para todo hay que cantar, y esos son nuestros ancestros; hasta el cubano más soso tiene ese 'aché' musical.
- Aunque, además de la tradición, me imagino que la enseñanza de entidades como el ISA (Instituto Superior de Arte), la ENA (Escuela Nacional de Arte) etc, tienen su parte de 'culpa' también ¿no?
- Yo no lo creo así. El sistema de enseñanza musical cubano está enfocado a la música clásica europea. Todo lo que brota de la creatividad y de las ganas de bailar y cantar, está únicamente en la calle. De hecho está prohibido en los Conservatorios y te podían expulsar de la escuela por tocar música popular, todo lo más llegamos a los clásicos cubanos como Caturla, Amadeo Roldán o Lecuona, que ellos sí incorporaban algo de música folclórica en la sinfónica. Los Conservatorios son muy conservadores (risas).
- ¿Porqué el Jazz? ¿Por su libertad? ¿Por el riesgo?
- El Jazz es una herramienta muy poderosa, porque tiene muchos matices: es antiguo y moderno, tiene alma y raíces muy profundas y ancestrales y puede ser muy sutil y refinado ala vez, es camaleónico y se transforma en cada canción. Requiere perfeccionar mucho las habilidades personales, pero con su base te permite acercarte a cualquier otra música con tranquilidad. Yo disfruto de esa libertad, soy un ente libre que levita en todos los sentidos, y el jazz me permite no tener ninguna barrera. No canto rumba, música folclórica, neosoul, pop… ¡Todo ello se engloba dentro del término 'Jazz'! Cuando se entiende su esencia te ofrece una gran belleza y diversidad.
- Tengo entendido que oye mucho flamenco. ¿Qué le atrae de nuestro flamenco?
- Oigo de todo, somos criollos, ya digo, y una de las fuentes de nuestra cultura es la española obviamente; nuestra sangre tiene una parte española y en Cuba hay mucho flamenco. Yo no entendía por qué a los cubanos nos gusta tanto el flamenco, hasta intuí lo africano que es, la esencia es la africana también, y cuando lo descubrí encontré el sentido a esa conexión tan rápida y cómo lo hemos incorporado a nuestra música también. Ya sé que no todos los españoles son flamencos, oigo mucha música folclórica de otros puntos, por ejemplo el otro día estuve con Rodrigo Cuevas y me enseñó una pila de ritmos, asturianos…. Pero el flamenco y la música cubana es la misma cosa (risas). Ustedes y nosotros somos iguales: cuando actué en Canarias creía que todos eran cubanos (risas) y se lo preguntaba (risas).
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- Por cierto que, aseguran que usted es el punto medio entre Celia y Aretha Franklin… ¿Se siente cómoda en ese sitio?
- Eso lo escribió un crítico musical llamado Félix Contreras, pero es una gran responsabilidad (risas). Sinceramente, porque a mí se me estruja el corazón pensando en Celia. Cuando empezaron a compararme con ella ni sabía quién era, porque está y sigue estando perdida en Cuba y eso que es la mujer que más alto llevó el nombre de Cuba y sin embargo allí no se la podía escuchar, estaba prohibida, no existía, es una locura. Cuando estuve en Nueva York pasé por el mítico Apollo de Harlem y es la única artista latina que está en sus paredes, aquello me emocionó hasta llorar: ¡Se comió el mundo con su cubanía! Y qué voy a decir de Aretha, una de las más grandes de todos los tiempos. Yo creo que con esa comparación se intentaba aproximar a mi música, que no es no latin puro, ni americana pura tampoco, pero me viene muy grande (risas).
- La oigo hablar con una extremada dulzura y, veo vídeos, como el del teatro Mella, y se convierte usted en un huracán ¿dónde guarda usted esa enorme fuerza?
- Yo soy así de fuerte, lo que pasa es que una se contiene (carcajada). Religiosamente estoy coronada por Yemayá, que es la Orisha del mar, y el mar es un profundo misterio que puede estar en calma y ser una tsunami el día después; esa es la esencia de mi energía, y yo activo el tsunami en el momento en que soy más libre, en el escenario… ¡Espero no ser muy destructiva (risas)! Sufrí mucho cuando no podía exponer mi música, porque escribo canciones desde que tengo memoria, desde chiquitica tengo libretas llenas canciones; cuando me gradué soñé con cantarlas y no podía, y ese sufrimiento por no poderlo hacerlo explotó cuando ya por fin lo conseguí, se activó esa explosión emocional que llevaba por dentro.
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