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Cacho a cacho, la vida se va en un suspiro. Veinticinco años de carrera vinieron a celebrar Estopa a la Plaza de Toros de Granada este sábado. Nada más y nada menos. Los hermanos Muñoz ya peinan canas. Y gran parte del público granadino que ... anoche abarrotó el ruedo también. Gente que hasta en duermevela podría recitar de carrerilla las verbosas rumbitas del dúo de Cornellà. Es un cancionero atornillado en la memoria colectiva del país en las dos últimas décadas y media. Poca broma con eso.
Aquel fenómeno que explotó en plena despedida del siglo XX con su disco homónimo de debut agitó los primeros compases del concierto. 'Tu calorro', 'Cacho a cacho'… Estas composiciones vendieron más de un millón y medio de copias y revolucionaron la música hecha en este país. Alto octanaje para un espectáculo de casi tres horas de duración, repleto de acelerones, con la intención de despachar alrededor de una treintena de canciones.
Cierto: David y José entraron ya por la puerta grande en esta ciudad hace un cuarto de siglo, cuando apenas habían apurado para cobrar la última paga extra de aquel curro en la industria de la automoción. Entonces vendieron todo el aforo del Palacio de Deportes en tres días.
El viejo repertorio de Estopa sigue sonando con la misma alegría pegadiza y la convicción con la que detonó en aquella España finisecular. Un material tan sencillo como abrasivo, heredero de la rumba festiva de la Calle de la Cera, en pícara convivencia con la rama más suburbial, al que desde sus inicios inyectaron el efecto Extremoduro, que en ellos se traduce en un Hulk que se arranca de manera enfática en los estribillos.
Ambos están ya más cerca de los cincuenta que de los cuarenta. Y se han pasado más de media vida siendo los estelares Estopa, pero sin ejercer nunca de estrellas y sin perder nunca esa perspectiva barrial que define su autenticidad. Porque su mérito ha sido siempre hacer fácil lo difícil. Bordar en pequeñas viñetas tremendas historias de la calle, con un dominio del lenguaje, una capacidad narrativa y unos poderes de observación al alcance de muy pocos. Entre tornillos y bulones, los hermanos aunaron rumba, rock y flamenco en 1999.
Estopa es sinónimo de extrarradio. Y anoche los hermanos Muñoz plantaron en el fondo del escenario su paisaje de desarrollismo. Un urbanismo luminoso en pantallas gigantes, bajo el rótulo radiante del nombre del grupo. La señal deambulante de Stop les hacía sentir como en casa (incluso montaron su verbena de pueblo extremeño y sacaron a escena un Seat Panda rojo de los antiguos para cantar ambos sobre él). Y aunque en sus comienzos no eran muy amigos de la electricidad y la amplificación, esta vez se presentaron con una robusta banda de siete músicos, con el histórico Anye Bao a la batería. «¡Qué bien canta la gente en Graná!», exclamó David con vaqueros y una camiseta de Quentin Tarantino. La reverberación de la Plaza se oía por momentos más que las gargantas de los Muñoz. «El inexorable paso del tiempo no nos va a detener», añadió el cantante.
Pero, hablando de voces, había otro vínculo más profundo con Granada: los coros de Chonchi Heredia. El mismo soniquete del irrepetible álbum de 1999. La generosa selección de anoche permitió encadenar uno de los temas más apreciados por los autores ('Ya no me acuerdo') con la explosiva 'La raja de tu falda'. Todo ello antes de encaminarse a un tramo final con 'Vino tinto' y 'Como Camarón'. Y el respetable cantó. Cantó de memoria y a la memoria. Hubo Estopa para todo el mundo en Granada.
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