JUAN JESÚS GARCÍA
Viernes, 29 de abril 2022, 00:42
Fito Cabrales no necesita ninguna presentación. Aunque hay, y no pocos, a los que les gustaría asistir a una resurrección aunque fuera temporal de Platero y Tú, con sus Fitipadis va viento en popa y a todo trapo dejando pequeño cualquier local donde los pongan. ... Aquí será en el Palacio de Deportes este viernes 29 junto a Morgan como invitados. Será la primera vez que suenen en Granada las canciones de 'Cada vez cadáver', la séptima y demorada entrega de este divertido y entusiasta bilbaíno, todo un rabo de lagartija con tacón tejano, gorra y una guitarra colgada.
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-Le noto mejor la voz… ¡será porque nos han quitado las mascarillas hoy y nos vemos la dentadura!
- Hay que poner un santo al día de hoy, San Masca o así (risas). Es motivo de celebración de verdad. No he ganado voz, es que me he quitado la mascarilla (risas).
- Vamos, que parece 'menos cadáver' que ayer…
- Con días así cada vez menos cadáver claro.
- Cada disco que saca dice que va ser el último, pero luego vuelve para hacerse 'un Miguel Ríos'. Aunque ésta vez casi nos lo creemos…
- Soy un puto mentiroso, no se qué hago en la música con la de políticos que hay así (risas). No digo que vaya a ser el último, pero lo siento así, y no porque quiera, sino por incapacidad. Cada disco que saco lo siento como un acto de suerte, que todo se ha ido hilando, que ha cuadrado todo, y tengo la sensación de ser afortunado y ser aún capaz de hacerlo. Puede que el talento se asome de vez en cuando, pero es el trabajo el que te lleva para delante, y es tanto el trabajo que me da una sensación de vértigo cuando acabo, y siempre pienso que nunca más voy a poder volverlo a hacer.
- Por cierto que el 'gran paisano' se lamentaba una vez de que en este país de memoria frágil vales lo que valga tu último trabajo. No sé si lo comparte…
- Por desgracia se pude compartir, y si lo dice Miguel Ríos… ¡Amén! No debería ser así. Yo entiendo la música de otra forma: un disco es la obra que te permite expresarte, vives con esa idea y la motivación es poder expresarte, venda más o menos. Por ejemplo Miguel Ríos tiene tanto pasado personal que no es determinante lo que haga en un momento dado, es una cuestión de respeto. La historia de uno nunca es la de tu último disco.
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- Recuerdo la primera entrevista que le hice, cuando el primer disco de Platero, y estaban pletóricos, pero en proporciones gariteras ¿se imaginaba llenado estadios?
– No lo sé, a ver, pero no. Cuando tenía 18 años ni me imaginaba siquiera haciendo un disco. Hay sueños que no se pueden tener porque ni lo imaginas. Para un chaval que se pone a tocar su tesoro es una banda, y ya tener un local de ensayo es un sueño, o una Strato de verdad; si las cosas van sucediendo sueñas después con tocar en una sala, llenarla, poder hacer un doblete… Nosotros soñábamos con poder pasar de Burgos para abajo algún día (risas).
- Ya lo hizo en el Royal Albert Hall… Para cuándo el Madison, el Olympia o el Budokan, las otras mecas internacionales del rock?
- Para cuando me haga mayor (risas), y me vista de una forma más decente para entrar en esos sitios (carcajadas).
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- En el primer disco de los Fitipaldis aparecía dibujado tocando en una banqueta de bar, algo me temo que no podrá volver a hacer. ¿Echa de menos asomarse al borde del escenario y no necesitar las gafas de lejos?
- (Carcajada). Tanto como echar de menos no, pero hay cosas que se miran en la distancia con un cariño especial. No sucede mucho, pero cuando lo recuerdo, porque era así, en un bar y en una banqueta, lo que siento entraría en la categoría de entrañable.
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- Lo puede hacer con un nombre ficticio, como hacían los Stones o Manu Chao. No sé: 'Sito y los Alonsitos' por ejemplo…
– (Carcajada) No me dé ideas… ¡Que nombre más horroroso (risas)! Y eso que yo para los nombres (risas)... El de mi primer grupo, Platero y Tú, parecía un nombre de una orquesta de verbena más que un grupo de rock. Y luego Fito y los Fitipadis… Uno se acostumbra al oído como una dulzaina, pero vamos, queda claro que no soy el mejor para poner nombres (risas).
- Y ¿qué se ha dejado por el camino? ¿Qué le pidió el diablo en la rotonda a cambio del éxito?
- El caso es que no tengo demasiadas cuentas pendientes porque lo que me ha sucedido es maravilloso: el éxito vino por entregas. No pasamos de esa banqueta de bar a llenar plazas de toros de un día para otro, fue un camino por etapas. Con Platero empezamos así, de la nada. Y cuando empezamos después con Fitipaldis volvimos a ese circuito mínimo de nuevo. Ha sido una comida muy fácil de digerir y he tenido la suerte de poder ir asimilando todo. Si hubiera sido un chaval de dieciocho años y me viera en las que me veo ahora, se me hubiera ido la cabeza. Me siento muy afortunado porque he hecho el camino dos veces y me sigue pareciendo un sueño. Y no es algo que quiera normalizar, quiero sentirme extraterrestre porque esto es una marcianada. A veces pienso que algo debe tener mi música, porque yo para ser un fenómeno de masas soy un impresentable (risas).
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- Efectivamente: canta «Soy un tipo extraordinario de lo más común». Cómo lleva el estatus de ser una 'antiestrella superstar'
- Es que es real. España es un país que no tiene estrellas del rock, es una americanada, aquí no los hay porque no se entenderían. El rocanrol sigue aquí unido al barrio, a la gente que tiene sentimientos sociales… Es algo que se valora, que puntúa. Aquí todos somos vecinos del 5ºC.
-Hace años hablamos de los anuncios de John Lennon vendiendo coches y ahora hasta Dylan anuncia bancos y los bancos patrocinan festivales de rock ... ¿para qué vamos quedando?
- Sí, sí es así (risas). Creo que a medida que nuestra generación puede determinar la realidad, que somos publicistas y público está claro. Cuando veo un anuncio con música de Jimi Hendrix nunca hubiera pensado que Hendrix anunciaría colonias o cuberterías… Pero se están dirigiendo a ti, a nosotros como clientes, porque cuando un chaval de 20 años lo ve no lo siente porque no es para ellos.
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- ¿Va a vender usted también los derechos de sus canciones?
- Esto de los grupos de inversión, que igual te compran un sueño que una finca es acojonante. A los músicos ya nos tocaron los cojones porque les dio por comprar los instrumentos de época que nos gustan, con lo que se revalorizaron de tal forma que no hay quien los pague porque ahora son objetos de inversión. Y ahora la moda es invertir en editoriales de canciones. De momento no pienso, y eso que ya hace años tuve una oferta, pero lo tengo muy claro: ¿si vendo las canciones, qué me queda? Lo único real que tengo son mis canciones y no me podría desprender de ellas.
- También me decía que le gustaría tener de Fitipaldis honorarios a Sabina, Krahe y Drexler, a los primeros ya les cantó en su momento, y ahora le toca el turno al doctor Drexler…
- No lo recuerdo, pero parece que soy un hombre de ideas estables (risas). Efectivamente le ha tocado. A la hora de hacer versiones tengo una bolsa llena de caramelos, me gustaría hacer millones porque es muy agradable para mí. Hay tantas canciones que admiro y tantos artistas me han acompañado, que han sido como una brújula en el mapa del tesoro, que son incluso más importantes que el propio tesoro. Está claro que Drexler es uno de ellos, y ahora le ha tocado.
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- El otro día leía a un conocido compositor de bandas sonoras que decía que había que sentarse todos los días a trabajar, y que de cada treinta ideas en el mejor de los casos salía una buena… ¿Le sucede?
- Totalmente de acuerdo. El 90% del tiempo que toco la guitarra es por puro placer, sin pensar en canciones. Si la gente viera lo que hago… ¡Qué vergüenza! ¡La mayoría es malísimo (risas)! Pero da igual, porque no se trata de dejar perplejo al mundo. Yo sigo con el sueño de aquel niño al que le gustaba tocar la guitarra; la gran mayoría de lo que hago es una puta mierda, pero ese es el sueño, seguir tocando y esperando hacer canciones.
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-Y en ese momento aparece entonces Raya a limpiar y dar esplendor… ¿Son ya pareja de hecho como Lennon y McCartney, Jagger y Richards u Ortega y Cassette?
- (Risas) Soy bien poco sin Carlos Raya. Me ordena la música… ¡Y la cabeza! Me da una sensación de tranquilidad absoluta, necesaria para un tipo como yo que soy muy nervioso, y Carlos más allá de su talento, en el sentido amplio de la palabra, me da la serenidad. También es verdad (risas) que me da como vergüenza, porque no le puedo presentar diez canciones que no las pueda defender con mi vida, pero cuando tengo unas vagas ideas y le canto una estrofa o una melodía, la mayoría de las veces me orienta en el sentido correcto. Me cuesta pensar en Fitipaldis sin Carlos.
- Les ha quedado un disco muy sureño. Y muy melancólico, se lo digo porque habla reiteradamente del paso del tiempo…
- Es verdad, tiene ese punto melancólico que me gusta, y me gusta también cómo ha sucedido. Creo que los textos encajan muy bien con esas músicas más intensas, muy rock, que hay. La música puede ser muy eléctrica, pero los textos hacen que la música sea más seria…Vale, estamos haciendo un disco de fiesta, pero los textos le orientan, son primordiales para mí.
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- Vino con Muchachito en versión GTI, ahora con Morgan. Unas palabras para los de Nina por favor
- Que son un tesoro que hemos encontrado. En España una banda como Morgan es un lujo. Es una de las bandas que más alegría, buenas canciones, grandes conciertos nos ofrecen, con un talento deslumbrante.
- Y por terminar con un toque granadino ¿Qué tal con Las Del Cine, que hicieron su último documental ?
- Son un amor. En ese proyecto teníamos claro que no queríamos un documental musical para fans, y ellas entendieron que había que contar una historia, en lo que son especialistas, y lo hicieron muy bien. Se metieron en la gira y nosotros ni sabíamos qué estaban haciendo, interactuaban con los miembros de la banda sin avisar, hasta el punto de que cuando lo acabaron no tenía ni idea de lo que iba a ver, y me encantó.
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