Gabriel H. Walta con su libreta, en la Cuesta de Gómerez, tras el concierto de Bob Dylan J. E. C.

Bob Dylan en Granada

Gabriel H. Walta y la libreta que iluminó a Dylan

Capturar al hijo de Minnesota en el teatro del Generalife no fue fácil. «Me he sentido en sintonía con la música. De hecho me ha pasado como a ellos, que al principio me ha costado y luego, cuando ya estábamos rodados, empezó a salir bien»

Miércoles, 14 de junio 2023, 12:45

El universo confabuló para que en mitad de la noche cerrada, sin alternativas móviles ni visión nocturna, la luz roja que desprendía Bob Dylan desde el escenario se escabullera por el pasillo del teatro del Generalife hasta iluminar tenuemente la libreta amarilla de la ... butaca 20, en la fila 11. 'Iluminar' lo mismo es una palabra demasiado generosa, pero lo cierto es que sin ese tímido faro, sin ese mínimo aliento de claridad, dibujar hubiera sido imposible. Gabriel H. Walta, una de las grandes figuras del cómic internacional, movía la cabeza arriba y abajo sin parar: del escenario al papel, del papel al escenario. Y así lo hizo durante una hora y media, 17 canciones y 5.884 palabras.

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-Hola, Gabriel. ¿Te gusta Bob Dylan?

-Me encanta, ¿qué pasa? ¿Qué has inventado?

Bob Dylan venía a Granada, a la Alhambra, y nadie podría hacerle una foto. Las cámaras y los móviles estaban prohibidos, así que las imágenes para el recuerdo serían terriblemente fugaces. Pero dibujar, por supuesto, no estaba vetado. Tan solo había que reunir el talento y la suerte para lograr una hazaña tan inspiradora. «Me apunto, claro», dijo Walta, días antes del concierto.

Mientras el resto de asistentes se obnubilaba con las vistas de Granada, él se apoyó en el muro lateral del teatro, junto a los servicios, y abocetó el escenario. «Hay que calentar la mano», aseguró. Traía una libreta amarilla, una moleskine prácticamente nueva. En la riñonera llevaba un montón de bolígrafos, lápices y rotuladores, «que no sé lo que me voy a encontrar».

Bob Dylan, en el teatro del Generalife. GABRIEL H. WALTA

Cuando Dylan empezó a cantar, todavía con la luz del día, Walta desechó varias ideas a toda velocidad y cambió la tinta y el lápiz por un sencillo bolígrafo: un pilot 04 negro. Ahí encontró la musa, precisamente en el instante en que Bob cantó lo de 'When I Paint My Masterpiece' ('Cuando pinto mi obra maestra'), y él sonrió.

«Pensaba que no iba a poder seguir el concierto, pero no me he desvinculado en ningún momento», contaba Walta pasadas las 23.30 horas, bajando la Cuesta de Gomérez. «Ha sido guay. Muy guay. Me he sentido en sintonía con la música. De hecho -ríe- me ha pasado como a ellos, que al principio me ha costado y luego, cuando ya estábamos rodados, empezó a salir bien».

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Walta, a la luz de la farola. J. E. C.

Antes de volver a las páginas de 'Phantom Road', la serie que publica con el guionista Jeff Lemire (y que, en breve, llegará a España), Walta pega en una de las páginas de la libreta una pegatina que compró al terminar el concierto. «Qué noche más buena», resopla.

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