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Miguel Ríos estuvo a la altura J. J. GARCÍA
Miguel Ríos Gran Reserva

Miguel Ríos Gran Reserva

El cantante se dio anoche un emocionante baño de cariño en el Palacio de Congresos

juan jesús garcía

Domingo, 12 de diciembre 2021, 01:20

En menos de un mes han pasado por los escenarios granadinos varios artistas totémicos en la historia de la música popular española: Raphael, El Dúo Dinámico y Perales. Y los tres en plenas facultades. El poker de ases se cerró anoche con la presencia de Miguel Ríos en la primera de sus dos noches. No hay oro en el mundo (sin salir en 'La casa de papel') para prensar tantos discos dorados como ellos tienen en sus viviendas.

En una entrevista en estas páginas, el saxofonista Charle Lloyd aseguraba que estaba más a gusto en el escenario que en su propio domicilio. Y algo de eso debe suceder cuando se recibe en mitad del pecho el maremoto de energía reconcentrada que arroja una potente ovación. Y sin más efectos secundarios que el retrosabor de la adrenalina en el paladar. Algo a lo que solo unos pocos están llamados a experimentar.

Cuando Miguel Ríos vio a un Elvis, convertido ya en un atocinado árbol de Navidad químico con patillas, parecía que el rock tenía un techo vital, al contrario que otros géneros como el Blues, el Jazz o la Chanson mismamente. Pero según fueron pasando los años se demostró que tampoco. Que hay fórmulas estéticas que permiten a los artistas mayores seguir regalando noches memorables que aumentan sus leyendas. Una no refugiarse en dar vueltas sobre lo ya esperado, y otra no forzar la máquina por encima de sus posibilidades. Él acaba de firmar unas canciones a la altura de sus bises preceptivos, y se ha acomodado en el cálido y humano sonido de la madera. Éste último punto, justo cuando la banda sonora del mundo ofrece imperativamente sofisticados artificios sonoros y voces pitufadas, hasta puede ser entendido como una revolucionaria rebeldía.

J. J. G.

El cantante del Cercado de Cartuja añade de cosecha propia su torrencial rugido vocal, autosentido del humor, y unas ganas de comunicar que ese flexible formato permite desplegar para acercarse aún más al oyente. Como si fuera una celebración doméstica entre confiables amigos. Así, con sus compañeros en línea de a uno, la apariencia escénica es de absoluta naturalidad, sin añadidos más allá de una banqueta para el cantante. Nada despista la atención, que se concentra en un Miguel Ríos pletórico gestualmente (¡en términos Covid casi, sin moverse del sitio por más que le cueste!), su cada día más grave y honda voz, y el emotivo intercambio bidireccional, fuese entonado o relatado, convertido ya en un genuino (y comprometido) storyteller.

Hijos del rock and roll

No poca guasa lleva el 'Hola Ríos, hello', de bienvenida a los aliados de la noche. Autoversión con toda la gracia del mundo dando explicaciones sobre lo que ya es un meme cotidiano: «Hacerse un Miguel Ríos». A su lado, con una sonrisa cómplice, el confidente que ha armado todo esto, José Nortes, su hombre de mucho más que confianza, y que es el responsable de regalarnos nuevamente al granadino en plena nueva juventud. No pudo faltar su celebración de bienvenida. Con las primeras citas de alguna manera uno recuerda su disco homónimo de 1989, enorme en su replanteamiento de madurez y swing de aquel re-nuevo Miguel Ríos que fue.

Las recientes canciones recuerdan su extenso periplo vital desde los bajos del edificio Olmedo, con ese blusazo de club que es 'Memphis-Granada'; interpretaciones simpáticas sobre los delirantes encuentros en rotondas con los infernales vendehumos ('Cruce de caminos'), y poderosas reflexiones sobre lo acontecido en estos tiempos ('El blues de la tercera edad'), o 'La estirpe de Caín', que deja un inquietante poso similar al del último libro de Muñoz Molina: 'Volver a dónde'.

Las recientes canciones recuerdan su extenso periplo vital desde los bajos del edificio Olmed

Nortes, con Manu Clavijo, Gaby Pérez y Luis Prado, su trío de cuatro, como los mosqueteros, es el mejor acompañamiento para este proyecto. Brillantísimo y hermanado, en sus miradas la admiración se intuye. Como en los de enfrente. En este país estamos aprendiendo por fin a querer y respetar el trabajo de largo recorrido al margen de las veleidades temporales de usar y tirar, y Miguel Ríos ha tenido que pasar intermitentes calmas chichas hasta poder situarse fuera de las leyes del «mercado, amigos». Los granadinos también hemos evolucionado en eso, y nuestros creadores han dejado de jugar como 'visitantes' en casa. Se palpó desde el minuto uno, con una efusiva y absoluta entrega al 'gran paisano': «artistazo» le dijeron nada más aparecer, y él besó el suelo: «es maravilloso volver a cantar en casa», respondió.

La ausencia de percusiones deja los temas flotando en el éter, sin toma de tierra. Es una presentación digna de un honky tonk sureño. Entorno sonoro amigable, 'orgánico' que se dice ahora, ideal para captar con nitidez el pequeño detalle.

El rock'n'roll descomprimido, la jondura bluesy, los matices country y folk, el swingueante toque manouche… enmarcan este repertorio. Tanto el más nuevo, armado ya con esa carpintería de barrica de bourbon (la nostálgica 'Por san Juan' o la dedicada a Ángel González).

Para la segunda parte de esas dos horas y pico de concierto adaptó sus clásicos, ya estándares emocionales de varias generaciones, incluso juntándolas en un mix ('Los viejos roqueros' y 'Memorias de la carretera. Material «indoloro», en sus palabras, con un momento cumbre al aparecer Lapido para hacer a dúo 'El ángulo muerto'. También rescató 'No está sola', que dedicó a todas la mujeres en un día de luto; 'Año 2000' o 'Rocanrol Bumerán'. El coro humano arreció en 'Todo a pulmón' y 'El blues del autobús', sin faltar los ítems infalibles, encargados de los bises, como 'Santa Lucía', 'El Río', 'Vuelvo a Granada' o el celebérrimo 'Himno a la alegría', que le permitió ver mundo e importar tan audaz como suicidamente la modernidad a este país.

Miguel Ríos volvió a Granada, y que sean muchas más veces. Es un artista referencial, madera de la que ya no queda, y un «tipo imprescindible» que hubiera dicho Brecht. Y esta noche repite, háganse un favor, no se lo pierdan.

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