Conciertos en Granada

Quevedo desata la locura en Granada

La previsión de atraer a más de 20.000 personas otorgaba a esta cita cierto carácter simbólico, unos días después de que el cantante canario certificara con el granadino Saiko en la Plaza de Toros el relevo en la música popular. Que los tiempos han cambiado se nota hasta en las barras en el recinto, donde se ofrecen bebidas y también instrumentos para el vapeo. Y serán los únicos instrumentos que se verán, porque el recital de Quevedo se sostiene en su sola figura. De hecho, las pantallas gigantes (que facilitan la visión del espectáculo al sector ubicado tras la mesa de sonido) muestran al artista moverse todo el rato de un lado a otro del escenario. Las cámaras se limitan a perseguir al tipo que hasta diciembre no cumplirá 22 años, pero que gestiona la situación como si peinara canas.

Pantalón ajustado blanco, chupa marrón y gafas de sol. De esta guisa aparece la estrella, el responsable de la canción del verano de los dos últimos veranos. Un joven con aires de tío duro y a la vez de chico sensible, que pasaría por hijo de Russell Crowe. Entre el público, dominio veinteañero, pero al mismo tiempo se distinguen familias al completo que, intuimos, se han dejado unos ahorrillos en esto. Hay niños ilusionados con Quevedo. Muchos. De seis, siete, ocho años. Algunos subidos a los hombros de sus padres. Los 'peques' cantan 'Playa del inglés' con absoluta convicción. «¡Lo que ha vivido este muchacho con 21 años!», desliza María José, mientras recita estas letras de altos y bajos amorosos de memoria, y perrea títulos como 'Yankee' o 'Wanda'. En el batiburrillo incluso se advierten cuerpos envueltos en la bandera canaria.

La visita de Pedro Luis Domínguez Quevedo a Granada desata pasiones. Tanto es así que en la mitad de sus intervenciones entre temas parece más un portavoz de Protección Civil y baja el suflé pidiendo que se abran filas para el paso, ante los desmayos y tensiones en la parte delantera. El 'show' transcurre con subidas y bajadas. «Hemos empezado muy arriba, vamos con las tristes, gente». «Vamos a subir el ánimo, ¿quién quiere reguetón, Granada?». El baladón de la noche es 'Me falta algo', donde derrama su vulnerabilidad y hace creíble su persona artística.

Todo fluye a través de piezas como 'Sin señal', 'Piel de cordero' o 'Respuesta cero'. Cuando llega 'El tonto', su éxito de este año con la hueteña Lola Índigo, se produce un estallido de luces. Y en el tramo final, la locura: «Dale, prende, y pasemos a la acción. Tú y yo, y una botella de ron». Sale Saiko y se desata la apoteosis. «¡Que se note que en Granada queremos al Pedro!».

El único bis estaba cantado: 'Columbia' y 'Sessions 52', la canción conocida como 'Quédate' con la que asaltó el mundo de la mano de Bizarrap. Lejos de comportarse como un ídolo al que el estrellato se le ha subido a la cabeza, lo que Quevedo transmite ante todo en Granada es profesionalidad. Quizá porque sigue siendo ese que chico que andaba trasteando en su casa con un ordenador y un micrófono, y que de repente pegó el pelotazo de su vida en poco tiempo. Por lo pronto, brinda argumentos para pensar que es mucho más que otro Georgie Dann.