José Antonio García canta 'Reyerta' rodeado de parte de la banda, en el Generalife. ARIEL C. ROJAS
Cinco a las cinco en Granada

Reyerta de Resurrección en la Alhambra

El teatro del Generalife, a rebosar, acogió el espectáculo más personal de José Antonio García, un homenaje a García Lorca para celebrar el que sería su 126 cumpleaños

Miércoles, 5 de junio 2024, 00:14

La reyerta fue al contrario, como cuando rebobinas una película y la historia se cuenta al revés. Primero vino el muerto, Federico, que se lo llevaron hace 88 años con un disparo que aún retumba. Luego sucedió todo lo demás. «Qué verde está todo», suspiró ... Carmen, acodada en la barandilla del paseo del Generalife mientras veía a través del móvil un atardecer apabullante. «Verde que te quiero verde, que diría aquel», le respondió Luis, colocándose para el selfi. La pareja se dirigía al teatro alhambreño para terminar el 4 de junio con la voz de José Antonio García, el Pitos, y empezar el 5 con una auténtica maniobra de resurrección entre el cri-cri de las margaritas.

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Antes, en la puerta de entrada, Tao y Li hacían cola pacientemente. Al llegar a la taquilla, los dos turistas chinos confesaron que no tienen ni idea de por qué estaban ahí. «Teníamos curiosidad», se excusaron en inglés, partiéndose de risa. «Lorca –dijo el taquillero–. El poeta. Reyerta. Cinco a las cinco... Sorry, que no pueden». Mientras los dos chinos se alejaban preguntándose qué era eso de 'Reyerta', en el teatro el bullicio crecía por momentos, haciéndose la misma pregunta. Porque poca, muy poca gente ha tenido la oportunidad de presenciar el espectáculo más personal de José Antonio García –esta era la tercera vez–. Una oportunidad única que, además, era gratis. Más que gratis, un regalo. El regalo de la Alhambra al poeta en su 126 cumpleaños.

«Ojalá les seduzca esta otra manera de escuchar a Federico, nuestro Federico García Lorca»

En el público había canas y pelados de futbolistas, estudiantes y jubilados, camisas, chaquetas y alguna que otra camiseta de 091. «Los fieles no faltamos», bromeaba Juan Antonio. Con la noche ya pintada, las luces del escenario arrancaron la historia. Las cuerdas del cuarteto de Fernando Cornejo y las voces del Coro de Cámara de Granada situaron la escena. El ambiente. Una ensoñación instrumental por la que caminó José Antonio García para contarnos que «en la mitad del barranco, las navajas de Albacete, bellas de sangre contraria, relucen como los peces», principio del poema que da nombre al prodigio: 'Reyerta'.

El escenario del Generalife, con Reyerta. ARIEL C. ROJAS

Y no hizo falta más para saberse dentro. Qué poderío esa mezcla, esa fusión, esa alquimia imposible que se repartía por el escenario: el flamenco y embrujo de la guitarra de José Cortés 'El Pirata', el carisma del pop más humano de El Hombre Garabato, el coro y los instrumentos clásicos al otro lado de la balanza y en el centro, como la estrofa que justifica el poema, un tipo con chaqueta morada, camisa negra y gafas de sol: García. García, como aquel al que invocaban para soplar 126 velas.

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Tras 'Los reyes de la baraja', una canción tan entrañable como ceronoventera, Jorge Rodríguez Morata, director del coro, se dirigió al público. «Nunca se había abordado a Federico desde el rock, el punk, el flamenco y lo instrumental, que unido a este marco incomparable hace de esta noche un sueño hecho realidad». Rodríguez Morata anunció las tres partes del viaje, de Granada a Nueva York y La Habana. «Ojalá les seduzca esta otra manera de escuchar a Federico, nuestro Federico García Lorca». Y vino la 'Gacela del amor' y el sonido de la Torre de la Vela, con la armónica de García. Y la luna, luna, luna, del 'Romance de la luna luna'. Y de la 'Baladilla de los tres ríos' a la 'Canción tonta': «Mamá, yo quiero ser de plata», cantaba García. «Hijo, tendrás mucho frío», respondía el coro. Así terminó Granada.

José Antonio García. A. C. R.

En Nueva York arriesgaron con un poema al que nunca se le había puesto música, 'Vuelta a la ciudad', con el pulso valiente de Nicolás Hernández-Carrillo, de El Hombre Garabato, una de las arterias del espectáculo. El resultado es brutal: urbano como el rap, evocador como Broadway, libre como la estatua. 'Vuelta a la ciudad', 'Murió al amanecer' –Nico con ukelele y el Pirata a la guitarra; fantasía– y 'Encuentro' para terminar con la Gran Manzana.

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Sorpresa mutante

El tercer acto fue un guiño a lo latino, para los que se pierden entre Andalucía y La Habana. 'Noche del alma', 'Árbol de canción', 'La pena negra' y 'Son de negros', con el coro al completo, la batería de Cata y la guitarra de Guille desatadas y la fiesta desbordándose de camino a Santiago «en un coche de agua negra». Y una sorpresa para terminar, tras la merecida ovación, un 'Anda jaleo' con la voz invitada de Juan Alberto de Niños Mutantes. «Gracias por invitarme al cumpleaños de Federico», dijo el mutante. Qué zorongo. Y una sorpresa para terminar, tras la merecida ovación, un 'Anda jaleo' con la voz invitada de Juan Alberto de Niños Mutantes. «Gracias por invitarme al cumpleaños de Federico», dijo el mutante. Qué zorongo tan hermoso. Cuánto duende suelto.

El director del coro se dirige al público. A. C. R.

El 5 de junio de 1898 nació el poeta y Granada se puso techo. 126 años. Solo las piedras de la Alhambra recuerdan lo que pasó de principio a fin. Para el resto, la reyerta fue al contrario, todo al revés, comenzó con un asesinado y terminó con un bebé naciente. Los dos se llamaban Federico y los dos se quedaron sin voz. Qué bueno fue que García, José Antonio, y el resto de la banda obraran esta maniobra de resurrección, esta maravillosa orquesta de los opuestos.

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Sopló el viento en la Alhambra y las estrellas se apagaron como velas en la tarta. Felicidades.

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