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Joaquín Sabina sonríe tras interpretar una de sus canciones de la gira 'Contra todo pronóstico' en su cita de anoche en Granada. Alfredo Aguilar

Conciertos y festivales

Sabina cierra un círculo en Granada

El cantautor de Úbeda triunfa en la primera de sus dos noches en la Plaza de Toros con un concierto impecable, repleto de recuerdos y emociones

Eduardo Tébar

Granada

Sábado, 9 de septiembre 2023, 00:02

Sabina ha vuelto a Granada. A la ciudad a la que aquel flaco muchacho de Úbeda, hijo de un inspector de policía, llegó para estudiar Filosofía y Letras. El lugar en el que conoció a gente como Juan de Loxa y Carlos Cano. El sitio ... donde un joven poeta que era capaz de citar a Rilke en alemán, Pablo del Águila, le abrió todo un universo literario por la vía de Neruda y Vallejo. El territorio en el que descubrió que una guitarra de palo servía para algo más que para cantar canciones de Los Brincos y de Atahualpa Yupanqui. Dejó un poso aquel Joaquín que hizo cuatro cursos en la Universidad de Granada. Aquí empezó a emborracharse de poesía.

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«A decir verdad, hoy tendría que estar en Triana dando el adiós a mi queridísima María Jiménez», confesó. «Pero Granada es un lugar querido desde mis tiempos de facultad en la calle Puentezuelas. Subir a un escenario aquí me hace más fuerte el corazón. Todo lo que he sido luego lo aprendí en las calles de Granada», añadió.

Ocho años y tres cancelaciones después, Sabina ha regresado a la capital granadina para darse dos baños de masas en la Plaza de Toros. Las entradas en las zonas más caras para este domingo están agotadas. El descanso entre ambos conciertos resulta comprensible, porque el repertorio consta de más de una veintena de temas. Y el trovador de chaqueta oscura y bombín ya no es aquel universitario subversivo, sino un ocurrente señor que permanece sentado en una silla todo el espectáculo, cantando (a veces casi recitando) con esa voz grave y rugosa que le aproxima a un Tom Waits.

El ubetense resurgió este viernes como el encantador de multitudes que fue en otros tiempos, entreabriendo las puertas a una versión más grave de sí mismo. Su recital ha sido impecable, serio, emocionante. Abrió la velada entonando 'Cuando era más joven', un medio tiempo con aromas 'country'. Prosiguió reflexionando sobre el hombre septuagenario que es hoy: «No tengo nada que olvidar de mi pasado. Por eso espero que el olvido no se olvide de quien fui», proclamó en 'Sintiéndolo mucho', título a su vez de la reciente película documental de Fernando León de Aranoa sobre su figura. «Muchos creyeron que me habían amortizado cuando viajé del WiZink Center en camilla al hospital, con los dedos del Serrat entrelazados, devolviéndome las ganas de cantar», continuó.

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Ajuste de cuentas

Era oportuno el ajuste de cuentas existencial en Granada: «Ni profeta del vicio ni héroe en las barricadas», deslizó en 'Lo niego todo', donde claudicó del sambenito de ser el Dylan español y apuntó contra «el tiburón de Hacienda», que «me ha robado el mes de abril». En la dylaniana-calamariana 'Lágrimas de mármol' incluso apuntó: «Dejé de hacerle selfis a mi ombligo cuando el ictus lanzó su globo sonda». Tras este 'egotrip' inicial, a ratos más prosaico que poético, Sabina descorchó las botellas añejas. Aceleró el pulso con 'Mentiras piadosas'. Se acordó de Chavela en 'Por el bulevar de los sueños rotos'. Y la banda lució musculatura en 'Llueve sobre mojado'; por ahí andaban el eterno Antonio García de Diego, el guitarrista Jaime Asúa (Alarma!!!) o los agradecidos coros de Mara Barros. Una formación que se empequeñece en cuanto esa voz de lija toma el mando.

Entre el público había familiares del artista, amigos como el pintor Juan Vida y el cineasta Rodrigo Sorogoyen (vecino suyo). En el tramo final, mientras afloraba su faceta rock en 'Princesa', brazos en alto, versos coreados y comunión colectiva. Sabina cierra un círculo en Granada.

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