Manuel de Falla desplegó todo su embrujo para rendir al público de Nueva York. Los espectadores que acudieron a la gala que el Teatro Real ofreció el lunes en el David Geffen Hall del Lincoln Center de la ciudad se dejaron seducir por el duende ... de la cantaora Esperanza Fernández y el virtuosismo del violonchelista Pablo Ferrández. Los asistentes al concierto, el segundo que en dos años el coliseo brinda en Manhattan, aplaudieron y ovacionaron a la Orquesta Titular del Teatro Real, dirigida por Juanjo Mena y que regaló dos bises para culminar la velada: el bateo y el intermedio de la ópera 'Goyescas', de Enrique Granados.
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Los dos grandes protagonistas de la jornada fueron Esperanza Fernández, que cantó la versión original que Falla compuso en 1915, y Pablo Fernández, que lideró el 'Concierto para violonchelo', de Antonín Dvořák, estrenado en Nueva York en 1893. Aunque en estricto sentido el programa no era exclusivamente de música española, sí que demostraba la poderosa influencia que Falla ejerció entre los compositores de su tiempo. Cuando Dvořák alumbró su obra, era impensable que el violonchelo se erigiera en instrumento solista, algo que hoy parece de lo más natural, según se encargó de subrayar el director artístico del Teatro Real, Joan Matabosch. El público se rindió a la actuación de Ferrández, quien interpretó como regalo a la platea el 'El cant dels ocells', la famosa canción que popularizó Pau Casals. Una pieza muy aplaudida por un respetable ya entregado al talento del solista.
Ferrández, con gesto reconcentrado y media sonrisa apenas esbozada, abrazó su Stradivarius 'Archinto' y sin necesidad de partitura ejecutó con brillantez la obra del checo, que destila la nostalgia de las canciones, paisajes y perfumes bohemios. «Maravilloso, a todas las notas le da un sentido», dijo Joan Matabosch en los corrillos del descanso, ufano de la nueva incursión del Real en Nueva York, una ciudad en la que es difícil encontrar un hueco ante su desbordante agenda cultural.
En el Lincoln Center, sede de la Filarmónica de Nueva York, con una capacidad para 2.200 personas, se apreció el cantar jondo de Esperanza Fernández, su caminar con los pies desnudos por la sala, su braceo dolorido, su vestido rojo... todo muy acorde con las notas andalusíes. A Fernández no le pilla de nuevas 'El amor brujo'. Grabó el disco en 1994 y sabe meterse en las honduras del recitado y las canciones que Pastora Imperio interpretó por primera vez hace más de un siglo, cuando el compositor gaditano apuntaló el matrimonio entre la tradición flamenca y la música culta.
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Para esta ocasión, Mena dispuso seis violines más de los 15 que Falla concibió para ejecutar la versión primigenia de 'El amor brujo'. Todo se conjuró para que Esperanza Fernández, candidata a los 'Latin Grammy' en 2008, imprimiera dolor y misterio a la partitura del gaditano.
La noche comenzó con 'Suite Panambi', del argentino Alberto Ginastera, y concluyó con 'Daphnis et Chloé' del francés Maurice Ravel. Ambos compositores son a su manera reflejo del predicamento que ejerció Falla entre sus contemporáneos. Ravel era muy cercano al compositor español, eran coetáneos, se conocieron en París y se profesaban una admiración mutua. 'Daphnis et Chloé', pese a ser una obra maestra del francés, no se escucha mucho en los grandes auditorios, y eso que tiene un 'Amanecer' sobrecogedor.
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La sala, que adolecía de una acústica defectuosa y arrastraba una mala de fama de ser parca en reverberaciones, parece haber solucionado sus problemas con una reciente reforma. El director Juanjo Mena, que conoce todos los resortes de los melómanos estadounidenses, se ganó al público enseguida, se mostró eufórico al final y marcó los compases del baile popular vasco 'zortziko' mientras indicaba, en un gesto de urgencia inexcusable, su reloj.
La gala incluyó una cena a la entrada del edificio, a la que acudieron la presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso; la presidenta de El Corte Inglés, Marta Álvarez; la diseñadora Carolina Herrera; y nombres reputados de la ópera y vinculados al Real, como Joyce DiDonato o Federica Lombardi.
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La institución ha hecho una afirme apuesta por internacionalidad su marca y divulgar la cultura española en el extranjero. En consonancia con esta aspiración, la Sinfónica de Madrid acudió por primera vez a la Gran Manzana el año pasado con la intención de ganar adeptos para su plataforma digital My Opera Player. Tocaron en el Carnegie Hall y casi lograron llenar su aforo.
El director general del Teatro Real, Ignacio García-Belenguer, adujo que los músicos de la orquesta experimentan una «inyección de autoestima» con estas actuaciones más allá de sus fronteras.
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