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Ambiente en el Bull Festival J. J. GARCÍA

Tres mil personas dan de nuevo la bienvenida al Bull Fest

De momento quedan lejos las cifras de 15.000 o 20.000 personas de citas anteriores, acaso porque aún manda la prudencia ante estos acontecimientos masivos o se ha perdido algo de la inercia de otras épocas

juan jesús garcía

Domingo, 17 de octubre 2021, 01:03

El pasado fin de semana, con el novedoso 'Granada Urban', hubo un doble estreno, el de los 'macro festivales' tras dos años desaparecidos, y el del ciclo 'Granada Vibra' que este octubre tendrá entretenidas a miles de personas todos los sábados del mes. La segunda ... cita del paquete es una marca ya conocida: el Bull Fest, en esta ocasión por entregas, partido en dos sesiones maratonianas, anoche y el día 23. También dos noches temáticas, puesto que si la de ayer fue fiel a su mezcolanza de estilos de la casa (¡como el Zaidín!), la próxima será casi monográficamente de hip hop y alrededores. Una programación de reencuentro entre amigos y con la música en directo: ¿qué hay de nuevo amigos?

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Y todos en la explanada de El Cortijo del Conde, convertida ya en el 'recinto oficial de festivales'. Situado allí donde Granada empieza a perder su nombre, esta 'ciudad de festivales' se arma y desarma en cada ocasión, siendo el recinto perfecto para este tipo de eventos multitudinarios, sin molestias vecinales y con facilidades de acceso. Mayormente su clientela se desplazó en los autobuses de la organización, en taxis compartidos y en moto dado el poco espacio para aparcar turismos particulares; incluso alguno hubo que peregrinó a pie, algo solo posible para los más entrenados, más que nada pensando en el regreso de madrugada con el cuerpo ya bien perjudicado.

De momento quedan lejos las cifras de 15.000 o 20.000 personas de citas anteriores, acaso porque aún manda la prudencia ante estos acontecimientos masivos o se ha perdido algo de la inercia de otras épocas. El record en El Conde lo sigue teniendo Robe Iniesta con casi 5.000 asistentes este verano, pero poco a poco se va sumando gente a estas romerías musicales y probablemente la tres que quedan estarán más concurridas. Así que a la hora de apertura unos escuetos 500 asistentes estaban dispuestos a escuchar a los grupos inaugurales, y eso que Mr Kilombo o Antilopez son realmente populares, como todos los este cartel, si bien los pesos pesados estaban programados muy pasada la medianoche.

A las cinco de la tarde la Bull City ya estaba completamente montada, aunque más reducida que la dotación de otros años. No corren tiempos para bichear por las tiendas del mercadillo, de forma que se ha prescindido de la entretenida visita de entretiempo a los tenderetes para comprar alguna camiseta, recuerdo, libro –por extraño que parezca los hubo, y firmados por el autor- o hacerse un tatuaje exprés…Los servicios mínimos festivaleros solo llegan a los imprescindibles puestos de avituallamiento, liquido o sólido, y los preceptivos puntos de 'desavituallamiento'. Al igual que la parte técnica, que en esta edición se ha reducido a la mitad con un solo escenario, y también sin la zona disco ni aquella adrenalínica grúa desde la que se tiraban los más suicidas. No faltó la doble carpa gigante, tan socorrida a las horas de sol, y que teniendo en cuenta las fechas, fue útil también para cubrirse del relente nocturno; porque si algo caracteriza estos festivales otoñales tan extemporáneos es la diferencia extrema de temperatura al arranque y al final. Los menos previsores pasaron no poco fresquito a última hora.

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Comienza el espectáculo

A Mr.Kilombo le tocó el cortar la cinta inaugural. El proyecto personal de Miki Ramírez, guitarrista de Macaco, repetía en el festival con sus bailables mundomundialistas, con corazón de clave, trompetería tex mex y mensajes nada subliminales: «que no venga nadie a darte lecciones» o «escogí sobrevivir como forma de pesar», muy apropiado este último para los tiempos recientes. A destacar el trabajo del matancero Frank Santiuste en los timbales y la trompeta, así como el final improvisado con gracia y rima guajira: «a mí me tocó abrir este, de los primeros festivales, que son una gozada, por los que por aquí van a subir, que son de lo más importantes»

Entre grupo y grupo, pausa obligada por los cambios de back line escénico, cada rato y con la puntualidad que tiene a gala, los pasajeros de ese Ave a pedales que tenemos veían el festival por las ventanas de sus vagones, un plus de su viaje y aviso de su inminente llegada a Granada, capital de la música.

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El dúo onubense Antílopez ha crecido ante nuestros ojos desde aquel Abril Para Vivir que ganaron. Esta vez a grupo completo y en distancias largas no pierden la gracia y el salero. Presentaron su 'Antilopez Show Radio' ante una creciente cantidad de gente que ya entraba bailando en el recinto. Abrieron con una ambientación arábigo andaluza antes entregarse al reggae de 'Musa', «el reggae echa humo entre el público»,comentaron; continuaron con un arranque a lo Stepenwolf en 'Prefiero', y el desternillante 'country jondo', con el armonicista y tecladista malagueño Tony Romero (a quien vimos aquí en la banda más roquera de Jorge Pardo) en todo su esplendor; marcando también el bajo de 'Yo tengo el dominio' como Ray Manzarek, pieza de un estribillo total: «que chupi, que guay, modernos de mierda». Su simpatía fue el punto de inflexión en un festival que iba a más.

Buena parte de la responsabilidad del subidón la tuvo el Dj Bianca que en los entreactos, entre AVE y AVE, puso al personal a bailar con acierto en sus animadísimas selecciones. Casualmente, o no, flamenqueando muy oportunamente para recibir al Maka.

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Como ocurriera la semana pasada en el Urban con Lola índigo, jugar en casa suma. Así sucedió con el Maca, el primero en beneficiarse de la iluminación ya a la caída de la noche. El de Almajayar se tomó tan en serio este concierto que añadió las suyas propias reforzando la espectacularidad visual. No fue para menos ya que antes de salir ya el público invocaba su nombre a coro. En la Zona Norte de Granada, púdica denominación de lo que ha sido el Polígono de toda la vida, Maka es el rey, y suena en plazas, Bluetooth's portátiles y las ventanas de los coches que pasan. Doy fe. Y salió como un sultán: «ya somos libres, familia, que llevábamos dos años esperando». Y si añadió luces y chorros de vapor de ruido feriante, que curiosamente ejercían de tildes humeantes, también se presentó en formato 'big band', con cinco músicos y coros, redimensionando su sonido con pasajes muy climáticos. Pudiera ser la continuación natural de los Ketama, Ray Heredia o La Barbería puestos al día y sin pitufar la voz con el autotune. Canciones como 'La vida es hermosa' o 'El arte de vivir' (que bien podría llamarse 'El arte de buscarse la vida', como dijo) son para «gente que se levanta y con la cara limpia sale a cambiar el mundo», en sus palabras. Ciclos elitistas como 'Flamenco viene del Sur' podría perfectamente contar con él, porque es flamenco de raza.

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