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Hace unos meses ha regresado a vivir a su tierra natal tras vivir un exilio interior en Granada durante una década. Manuel Montero (Bilbao, 1955) ... ha retornado a un País Vasco del que huyó en 2007 por culpa del terrorismo de ETA. Un terrorismo cuyo impacto en la sociedad vasca hasta la actualidad analiza en su último libro, 'El sueño de la libertad. Mosaico vasco de los años de terror' (Ediciones Nobel). Presenta el concepto libertad como «una chocante polisemia social», donde los terroristas «ensalzan la libertad para suprimirla». Su propia figura como exrector de la Universidad del País Vasco amenazado por ETA se ve reflejada en un libro que ha sido también una catarsis personal por el terror sufrido en propia piel. Este martes 16 de octubre, a las 19.00 horas, en el Palacio de la Madraza, presentará una obra que ya ha recibido el Premio Jovellanos de ensayo 2018. Granada, su otra tierra, un lugar al que procura volver para seguir hablando de ella en sus columnas semanales en las páginas de IDEAL.
-¿Cómo ha sido la vuelta a su tierra tras su periplo en Granada?
-Complicada porque todo ha cambiado mucho y yo mismo he cambiado. Pero eso ya sabía que iba a ser así. No se puede suponer que uno vuelve al mismo lugar y al momento en el que se marchó.
-¿Y cómo ha encontrado el mosaico vasco?
-Lo digo en el libro, tiene un aspecto que se hace extraño, que ya lo advertía yo cuando venía desde Granada. Efectivamente, ya no existe el terrorismo y en cierto sentido el País Vasco se ha convertido en una especie de parque temático de la felicidad y es muy activo. El problema está en que se hace como si esos años no hubiesen pasado, como si no hubiese existido nunca el terrorismo. Y eso a mí me resulta muy inquietante.
-¿Ha sido complejo en el aspecto personal extraer todo lo vivido de su cabeza?
-Sí, ha sido complejo y, sobre todo, que no veía el momento. Es un libro que he empezado cuatro o cinco veces y no conseguía dar con la tecla. Al final hace poco más de un año decidí meterme en ello y quería que saliera. Y acabó saliendo con una fórmula que nunca había utilizado de ese doble lenguaje en el criterio narrativo de contar una historia y también contar, intercaladas, experiencias personales. Es la clave del libro y para mí era muy difícil porque no lo había hecho nunca. Soy historiador y había escrito muchas historias pero nunca personales.
-¿Es como una radiografía de lo que sucedió en esos años en el País Vasco?
-El libro no trata de analizar el terrorismo sino qué efectos tuvo el terrorismo en el País Vasco. Cómo se gestó el miedo y cómo se propagó. La existencia del odio. Ese tipo de circunstancias que, desgraciadamente, llevan al deterioro de la ética. Y qué consecuencias tuvo eso en el conjunto de la sociedad vasca. Es lo que a mí me interesaba y lo que he intentado desmenuzar, algo complicado. Es un libro en el que, en algunos momentos, los que se tratan no son temas agradables. Creo que al final el libro consigue reflejar más o menos eso.
-El hecho de que le hayan concecido el Premio Jovellanos parece que corrobora su éxito.
-Se puede decir que sí, porque se han presentado más de 200 libros y sobre todo porque yo tenía muchas dudas de que fuese un tema que pudiese tener éxito. Parece ser que gustó al jurado y que el libro está teniendo una buena aceptación.
-Las consecuencias del terror, ¿se siguen apreciando hoy día en el País Vasco o ha desaparecido el miedo?
-El miedo ha desaparecido porque lo generaba el terrorismo, lo generaba ETA, era la amenaza. Desde que el terrorismo ha desaparecido, el miedo ha desaparecido inmediatamente. Hay otras consecuencias que siguen ahí. Hay sectores que siguen cultivando la figura del terrorista. Lo que llaman las 'bienvenidas' a los terroristas cuando salen de la cárcel. Y hay ámbitos que siguen predicando el odio a la Guardia Civil y a la Policía. No es como cuando existía el terrorismo pero eso sigue existiendo. Y se está produciendo otro problema serio. ¿qué memoria, qué recuerdo o qué relato vamos a tener de los años del terror? Es decir, ¿se va a hacer como si no existieron? ¿Qué se va a enseñar en las escuelas? ¿Cómo si no existieran? O como están proponiendo algunos, un relato sin vencedores ni vencidos, la suma de todos los relatos... Yo creo que no. O tenemos un relato democrático de los que sucedió o estamos llamados al desastre.
-¿Algo parecido a lo ocurrido en España con la Guerra Civil?
-Sí. Lo que pasa es que la Guerra Civil pasó hace 85 años y esto ha pasado hace poco. No digo que no tenga importancia. El problema de la Guerra Civil con el franquismo es de otra índole. El problema del terrorismo es que tiene que ver con la democracia. Esto ha pasado en este siglo, en el siglo XXI. No hay una ruptura histórica y no hay una ruptura conceptual. No digo que una cosa sea más grave que otra, el problema es que forma parte de nuestra generación, en el País Vasco y en toda España. Es absolutamente imprescindible tener un relato con combata el fanatismo y el odio y que hable de la democracia como el elemento básico que consiguió terminar con el terrorismo. La democracia y, por supuesto, la acción de las fuerzas del orden, que fueron fundamentales en este caso.
-Del libro se extrae de hecho que hay dos formas de libertad, la que decían defender los terroristas y la que querían los ciudadanos en contra del terrorismo.
-Sí, curiosamente el término libertad es polisémico. Normalmente, cuando la gente lee el título, piensa una cosa, pero es esa y la contraria. El sueño de la libertad produce monstruos, es una caricatura de la fase de Goya. Mataron por la libertad de los vascos, entre comillas. Pero claro, también hubo gente amenazada por la libertad de los vascos y por su libertad. No es un juego. Elegí ese título por la enorme carga potencial que tiene, porque es un término polisémico y muchas veces se convierte en un término perverso y muy contradictorio.
-¿Se puede temer un regreso de todo eso algún día?
-A mí me parece muy difícil, pero de todas formas conviene estar alerta. En esta generación parece muy improbable y yo confío que para el futuro todavía menos. Sin embargo, conviene estar alerta, asentar la democracia y acabar con los espacios en los que todavía se cultiva la admiración por el terrorista. No puede ser que se enseñe en las escuelas un relato que no deje claro que aquí no hubo una guerra sino un acoso violento a la sociedad democrática, que es lo que sucedió.
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