AbelMagia en un momento del espectáculo. ALFREDO AGUILAR
Hocus Pocus

El niño que soñó con ser un auténtico mago en GranHada

AbelMagia , que vino por primera vez al festival con 8 años, deslumbró ayer con su espectáculo en el Isabel la Católica

Viernes, 24 de noviembre 2023, 00:17

El pequeño Abel quería ser mago. Tenía ocho primaveras y había escuchado historias de un lugar especial donde habitaban los prodigios, una ciudad llamada GranHada en la que se iba a celebrar un gran congreso de magia: el Hocus Pocus. El zagal, murciano, convenció ... a sus padres para que le acompañaran por ese camino de baldosas amarillas que terminaba en el Isabel la Católica... Veintidós años después, en aquel mismo teatro, las cortinas rojas se abren a un patio de butacas repleto de niños hechizados, ilusionados y expectantes. «¡Venimos a la magia!», gritan y aplauden nerviosos. Entonces, sobre el escenario aparece un tipo alegre con traje azul y corbata que saluda con una elegante palmada. «Mi nombre es Abel, soy mago y soy de Murcia», dijo, mientras pensaba, quizás, en que no hace tanto tiempo él era uno de esos pequeños que soñaba con la magia.

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Abel Marín, más conocido como AbelMagia, trajo ayer su espectáculo 'Increíblemente mágico' al XXII Festival Internacional Hocus Pocus, dentro del espacio Nuevos Talentos. Unos minutos antes de que comenzara, desde uno de los palcos del teatro, dos hermanos se asomaban con una curiosidad muy analítica. «Papá, yo creo que desde aquí vemos los trucos». El padre, con el ceño fruncido, estiró el cuello como una jirafa. «Oye, pues lo mismo...». El teatro Isabel la Católica se llenó con ese público que no falla: familias enteras con los ojos muy abiertos y la sonrisa imborrable.

A. A.

AbelMagia, a ritmo de los Beatles, levantó al público con una caja. Una puñetera caja de cartón que de repente volaba. ¡Volaba! Pero es que en la caja había una mano que saludaba mientras John Lennon cantaba aquello de «I wanna hold your hand». Espera, que no era una mano, que dentro había una chica. «¿Qué tal, Granada, bien?», saludó el mago ante una tremenda ovación –a la segunda– que caldeó el ambiente. Abel propuso un juego con Siri, una lata de refresco y una taza de café. Y el público comprobó que es mejor no bromear con una inteligencia artificial... ¿o sí?

«Llega el momento en que voy a necesitar la ayuda de...». El teatro se llenó de ¡yo, yo, yo!, pero fue Oliver el que salió, que lo celebró como si acabara de meter el gol de la victoria en el recreo. Oliver se colgó un mando muy especial del cuello que activaba una máquina capaz de transformar las zapatillas. Así que se quitó una y la metió en la caja, lo malo es que salió chamuscada... Mientras tanto, David, el padre de Oliver, se comió un cubo de palomitas con un premio inesperado. Sí, eso.

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¿Saben esa caja para cortar gente? Pues Abel se trajo una que compró de segunda mano y se quedó a la mitad –literalmente–. Luego fue el turno de Andrea, que salió del público para escribir y dibujar una fruta en una pizarra. «Tú tranquila, porque vas a flipar, Andrea», le dijo Abel. Y no flipó con el plátano, la verdad, pero lo de la piña fue la leche. «¿Cómo lo sabía?», susurraban entre butacas.

Para el mentalismo, Abel eligió a cuatro voluntarios a suerte que realizaron un complejo ejercicio matemático de multiplicaciones y sumas que dio 87.503 y, por alguna extraña razón, sonó 'Umbrella' de Rihanna, bailaron con paraguas y, demonios, los paraguas hicieron magia.

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Abel recordó cuando venía al Hocus con 7 años y quiso hacerle un regalo a un niño del público: convertirlo en mago. El elegido fue Pablo, que lo hizo a las mil maravillas con las cartas, los abanicos, la cuerda y la sonrisa. Una sonrisa sincera, grande y repleta de matices, como la suya propia, la del mago Abel, el niño que vino a GranHada para ser mago. «Para mí se acaba de cumplir un sueño –se despidió el murciano–, llevo viniendo desde niño al Hocus, gracias por haber hecho de esta noche una noche increíblemente mágica. Gracias Granada».

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