Toda una vida | Aniceto Porcel
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Toda una vida | Aniceto Porcel
El niño del Zaidín que leía a Julio Verne y se preguntaba si estábamos solos en el universoAniceto Porcel Rosales (Granada, 1960) tenía dos grandes aficiones de chico. Devorar las aventuras de Julio Verne y ver el cielo desde la terraza de su casa en la calle Primavera, en el barrio del Zaidín. «Me atraía la idea de pensar que no estamos solos», dice. «Me encantaba fabular observando el firmamento, aunque con el paso del tiempo –confiesa entre risas– me fui dando cuenta de que lo que yo pensaba que eran estrellas, en realidad eran Venus, Marte y Saturno». Aniceto tenía siete años y una inquietud enorme por conocer todo lo que sucede ahí arriba. Cincuenta y pico años después es el presidente de la Asociación Astronómica Granadina, un colectivo que cuenta con más de cien socios –treinta de ellos, activos–, y tiene un impresionante observatorio en la Carretera de la Cabra, uno de los mejores lugares de la provincia para practicar el noble arte de mirar el firmamento para darnos cuenta, como dice el propio Aniceto, «de que somos muy pequeños».
La profesión de Aniceto son los ordenadores. Estudió en la Universidad de Granada y desde hace años es el informático del Ayuntamiento de Albolote. «Disfruto mucho con mi trabajo; casi tanto como con la astronomía», bromea. Sus comienzos fueron compartiendo vivencias, experiencias y conocimientos con otros aficionados de Granada.
Fue a comienzos de los ochenta. «Mi padre me regaló una Werlisa de formato completo con la que tomé mis primeras fotografías», recuerda. «La cámara me permitía tiempos de exposición de más de dos minutos y podía capturar Venus, por ejemplo, aunque en el positivo no era más que una raya». También enfocaba la Luna, «siempre espectacular». «Cuando está llena brilla mucho y es más complicado;lo suyo es 'pillarla' en fase creciente o decreciente», comenta a modo de consejo para los no iniciados.
Aunque el gran salto vino con la visita del cometa Halley el 9 de febrero de 1986, un evento que levantó una enorme expectación en todo el mundo. «Tanta –rememora– que fue la primera vez que mandamos una sonda, la Giotto, para analizarlo desde cerca». «Llamaba mucho la atención por el resplandor de su cola de gas y porque se veía a simple vista». Un acontecimiento que se repite cada setenta y seis años y que llevó a Aniceto a rascarse el bolsillo. Se gastó 50.000 de las antiguas pesetas para comprarse una Canon A1 e inmortalizar el Halley. Se podían intercambiar objetivos. Entre ellos, un catadióptrico de 500 milímetros de focal y ocho centímetros de apertura. Un 'buen pepino', como se dice en el argot.
En los noventa construyó su primer telescopio –compraba las piezas en tiendas especializadas de Estados Unidos y Japón– y fue a comienzos de los dos mil cuando empezó a barruntar que quería tener su propio observatorio. Dicho y hecho. Adquirió un terrenillo en una urbanización de la Carretera de la Cabra y levantó un módulo con tejado que se abre y se cierra. «Lo terminé en 2016 y desde entonces este es mi refugio», dice delante de las dos pantallas con las que escruta el universo y con las que ha vivido momentos realmente emocionantes.
En su página web tiene imágenes alucinantes tomadas desde el Observatorio Astronómico La Laguna –«le puse este nombre por la cercanía con la laguna del Padul», aclara–. Entre ellas, tres con un especial significado para Aniceto. La primera vez que detectó que descendía la luz de una estrella porque había un planeta transitando a su alrededor, la detección del objeto interestelar localizado por el ucraniano Gennady Borisov en 2021 y la espectacular eyección de partículas de un agujero negro.
Mientras llega 2026 y la sucesión de eclipses totales que convertirán a España en una referencia mundial, el bueno de Aniceto sigue asomándose por las noches al cielo con la misma fascinación que lo hacía aquel zagalillo del Zaidín que leía libros de Verne y se preguntaba si estábamos solos en el universo.
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Fermín Apezteguia y Josemi Benítez
Fernando Morales y Álex Sánchez
Óscar Beltrán de Otálora y Gonzalo de las Heras
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