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Pablo Rodríguez
Miércoles, 11 de octubre 2017, 00:56
Hubo un tiempo en que Granada acarició los Nobel, un momento en el que la ciudad logró colocar candidatos en la rampa de salida de los galardonados. El sueño reposa hoy en el archivo de la Academia de Suecia. Allí la ciudad está integrada en la base de datos que guarda los registros de los municipios en los que residían los nominados. Aparece hasta en cinco ocasiones: 1907, 1914 (por partida doble), 1915 y 1926. Fueron los años en los que la capital nazarí rozó los famosos premios.
Dos vecinos de la ciudad, ninguno nacidos en ella pero sí con fuertes conexiones vitales, fueron candidatos esos años. Andrés Manjón y Manjón y Antonio Serra y Morant , ambos figuras relevantísimas de la Granada de principios del siglo XX, aspiraron por separado a los galardones en la categorías de Literatura y Paz y se quedaron a las puertas de lograrlo.
El primer candidato fue Manjón. Pedagogo, sacerdote y escritor, nació en Sargentes de la Lora el 30 de noviembre de 1846 y aún es recordado por ser uno de los gran renovadores del sistema educativo del país. Vinculado a Granada desde 1880, cuando ocupó la cátedra de Disciplina Eclesiástica de la Universidad de Granada, hasta su muerte el 10 de julio de 1923, el intelectual fue nominado al Nobel en la categoría de Literatura en 1907.
El Marqués de Valle Ameno fue el responsable de la candidatura. Tras este título se encuentra Ángel Sánchez-Rubio Ibáñez, nacido en Madrid en 1852. Catedrático de Economía Política y Elementos de Hacienda Pública en la Facultad de Derecho de la Universidad de Zaragoza y miembro de la Real Academia de Jurisprudencia, se distinguió durante toda su vida por la promoción de la doctrina social de la iglesia, motivo en el que puede enmarcarse la nominación.
Su elección, el padre Manjón, era por entonces ya una figura muy conocida en el país gracias al proyecto de escuelas del Ave María, que se había dispersado con éxito por toda España. Su labor docente le había hecho merecedor del nombramiento de Hijo Predilecto de Granada en 1900 y sus libros, cuidadosos manuales pedagógicos, se imprimían por miles y eran elogiados en los periódicos de la época.
La candidatura, sin embargo, no llegó a buen puerto. No fue respaldada por más electores y el premio recayó sobre Rudyard Kypling, primer autor británico y aún el más joven en conseguirlo. Responsable de obras como 'Mandalay', 'La carga del hombre blanco' o 'Kim', el jurado le otorgó el Nobel «en consideración por la capacidad de observación, la originalidad de su imaginación, la virilidad de sus ideas y el remarcable talento narrativo que caracterizan las creaciones de este autor mundialmente famoso».
Las otras cuatro nominaciones granadinas corresponden exclusivamente a Antonio Serra y Morant. Su figura, prácticamente desconocida en la actualidad, está siendo recuperada por Amelina Correa, catedrática de la Universidad de Granada. Su investigación, ligada a su papel como impulsor de la publicación de las obras de la escritora granadina Carmen Espejo, ha permitido conocer más aspectos de su vida.
Nacido en Alicante el 17 de diciembre de 1866, se formó en Derecho. Con apenas 23 años logró el título de abogado por la Universidad de Valencia. En marzo de 1892 se le localiza en Madrid, donde leyó su tesis -'El derecho internacional privado. Sus orígenes, sus principios fundamentales y unificación del mismo', que hoy consta en su expediente personal en el Archivo Histórico Nacional- en la Universidad Central y posteriormente entró a formar parte del Ilustre Colegio de Abogados de la capital.
Hasta 1897 ejerció como «abogado de pobres», según consta en el registro del Colegio de Abogados de Madrid, y luego logró la plaza de secretario judicial en Alcalá la Real.
Su llegada a Granada fue dos años después, tras ganar por oposición el puesto de relator de la Audiencia. En la capital nazarí ejerció un papel relevantísimo que se extendió más allá de la magistratura. Casado con Carmen Piñar, hija de la escritora Carmen Espejo, se encargó de publicar en periódicos de la época la obra de la autora.
Fue en 1913 cuando escribió un opúsculo para aspirar al Nobel. 'La casa de la paz', editada por Artes Gráficas Casa Sabatel, tuvo un éxito inmediato como se desprende por la reedición prácticamente instantánea que se hizo de ella y por las reseñas elogiosas que aparecieron en periódicos como La Gaceta del Sur o Iris.
En el libro, el propio Serra y Morant expone los motivos de la escritura y alude directamente a los miembros del jurado de los Nobel en la advertencia preliminar: «Rogamos a los lectores, y muy especialmente a los señores que componen el docto Comité Nobel del Parlamento noruego, nos dispensen esta especie de anacronismo».
Un año después, en 1914, Serra y Morant fue propuesto como candidato al Nobel de Literatura y al Nobel de la Paz. Al frente de la primera nominación estaba Eloy Señán y Alonso, catedrático de la Facultad de Filosofía y Letras de la UGR, institución de la que sería rector años después. Ángel Garrido y Quintana, catedrático de Historia Universal de la UGR y tesorero del Centro de Estudios Históricos de Granada, fue el responsable de la segunda aludiendo como motivación de la propuesta la creación de 'La casa de la paz'.
El inicio de la Primera Guerra Mundial impidió al jurado emitir su veredicto, lo que concluyó en la cancelación de la edición de 1914 de los premios.
Ángel Garrido no desistió tras lo ocurrido. Un año después, en 1915, el profesor de la UGR volvió nuevamente a nominar a Serra y Morant en la categoría de Paz con la misma motivación. «El nominador hizo referencia a 'La casa de la paz'», recuerda el archivo de los Nobel. Sin embargo, el premio tampoco se entregó en esa edición.
La última nominación llegó en 1926, también en la misma categoría. La propuesta fue enviada por José Cesare García, profesor de Historia de la Universidad de Valencia, institución en la que se había formado décadas antes el candidato granadino.
Para entonces, Serra y Morant vivía en Madrid, donde ejercía como secretario de la sala de lo Contencioso-Administrativo del Tribunal Supremo. El jurado desoyó la solicitud y premió al francés Aristide Briand y al alemán Gustav Stresemann como responsables de los Acuerdos de Lorcarno, un multitratado firmado en 1925 por los representantes de Francia, Reino Unido, Alemania, Italia, Bélgica, Checoslovaquia y Polonia para reforzar la paz en Europa.
Apenas unos años antes, el 10 de julio de 1923, había muerto Andrés Manjón en la capital nazarí. Serra y Morant falleció en Madrid el 7 de agosto en 1939. Con ellos se fue también el sueño del Nobel granadino.
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