«Nunca me ha importado demasiado que mi obra no llegara lejos»

–Felicidades.

–Muchas gracias. Estoy muy contenta, aunque recuerdo hoy muy especialmente a mi marido, que falleció hace poco. Este premio le habría alegrado mucho.

–Su obra rezuma normalidad, pero la han tildado de escritora extraña.

–Es cierto que me llaman extraña. Pero no por que sea extraña mi forma de ser, sino porque he vivido mucho tiempo fuera. Luego, no vuelvo mucho a Sevilla, mi tierra. No soy de este tipo de personas que tiene que volver a la casa de mamá y de papá. Nos afincamos en Galicia por motivos laborales de mi marido, que era psiquiatra. Nos hicimos una casa aquí en El Carballal, y aquí vivo.

–¿Dónde 'nació' usted a la poesía?

–En Sevilla. En uno de mis libros cuento cómo escribía a escondidas, mientras parecía copiar mis lecciones, sentada en la mesa camilla con los demás. Nunca se me ocurrió publicar hasta que Manuel Mantero me animó a que lo hiciera. Yde ahí, hacia delante.

–¿Cómo se vive el hecho de que lo que una saca de lo más profundo de su pozo no llega a calmar la sed de quienes deben beberlo?

–Que mi obra no llegara lejos no me importó nunca. Me daba cuenta, claro, pero no me preocupó nunca. Siempre he pensado que cada uno debe hacer, ver o leer lo que quiera. Puede que suene extraño, pero he escrito, sobre todo, para expresarme.

–Ayer se refirieron a usted como a una 'outsider'...

–Me gusta el término. Vivimos en una sociedad en la que no sabemos qué hace quien tenemos al lado. Cada uno vive su vida como quiere, o como le dejan.

–Vivió inmersa en la cultura más individualista, la norteamericana.

–Sí, pero me dieron una cátedra en la Universidad, algo que no conseguí aquí. Es cierto que daba clase, pero nunca habría llegado a ser catedrática por ser una mujer. Nunca me he empeñado, sin embargo, en cambiar la mentalidad de quien tenga poder y se obstina en negar a una mujer su derecho. Apoyo a una parte del feminismo, indudablemente, pero creo que es más importante la libertad de cada cual de decir lo que quiere cuando quiere.

–¿Cuál es su credo expresivo?

–No tengo ninguno. Ni tengo parámetros que rijan mi trabajo. Lo que yo sienta o lo que yo crea de la vida normal, lo que piense de una mujer o de un gato, es mi credo... (risas).

–Entonces, ¿cuál es el resorte que la mueve?

–No sabría decirle... Es tan corta la vida, pasamos tan rápido por este mundo... Quizá lo que más me mueve es luchar contra la injusticia, no hacia mí, sino de un ser humano a otro, o la que se comete con los animales.

–¿Es usted una crítica dura con su creación?

–El camino hacia la propia voz es difícil, porque a veces se ve obstruido por los demás. Si pido respeto para mi obra es porque yo respeto la de los demás. Aunque muchas veces se escriba siguiendo una determinada moda, lo que la calle demanda. A todos nos gusta ser aceptados, y unos tienen más prisa que otros por conseguir esa aceptación. Y yo nunca he tenido esa prisa.

–¿Qué le une a Lorca?

–Lo mismo que me une a 'La odisea' o 'La ilíada':el uso de las mismas palabras para describir las mismas cosas. Cuando leo a estos autores de referencia, para mí no existe el tiempo. Si ellos no hubieran estado antes, nosotros no estaríamos ahora.

–Todo es un continuo.

–Sí. Me siento interpelada por mis antepasados en el ejercicio de la escritura como me interpelaba aquella niña desnuda que huía del napalm. Esa niña también es parte de nosotros, aunque no lo hayamos vivido. Nadie puede considerar sus vivencias más importantes que las de los demás.