Juan Manuel Jiménez es profesor de Prehistoria de la Universidad de Granada y director del Proyecto Orce, cuyas excavaciones siguen arrojando resultados sorprendentes y con gran repercusión en la comunidad científica. También es director del Instituto de la Paz y los Conflictos, dependiente de la UGR.
–¿Se pueden rastrear las pandemias y epidemias que hubo a lo largo de la Prehistoria?
–Sí se puede. De hecho se ha podido establecer el lugar donde se registró la primera pandemia y el lugar de procedencia de esa bacteria, porque aquella enfermedad, la peste, no fue de origen vírico. Se puede rastrear en un yacimiento de Suecia hace 5.000 años e incluso se ha podido secuenciar el ADN de este patógeno. Y gracias a ello también se ha podido saber que provino de la zona del Mar Negro.
–Es decir, en ese momento ya hubo una traslación de bacterias de unas regiones a otras, como ha sucedido con Wuham, en China, respecto a las zonas donde inicialmente se produjeron los grandes brotes de Covid-19...
–Efectivamente. No se sabe muy bien si fueron los humanos los que lo transportaron o si fue consecuencia de los intercambios de población cada vez más frecuentes y a mayor distancia en aquellos tiempos. Está constatado que hace 5.000 años hubo grandes movimientos en largas distancias. Hemos de tener en cuenta que ya por entonces había avances en los medios de comunicación como la utilización del caballo o la rueda. Y eso conllevó también que no sólo se transportaran bienes y personas, sino enfermedades para las cuales los grupos a los que llegaban no tenían desarrollados anticuerpos.
–Entiendo que si en ese momento, con desplazamientos que podían durar meses o años, ya había una transmisión de virus, ahora que en veinticuatro horas te puedes mover de un extremo a otro del mundo, la letalidad es exponencial.
–La hiperconectividad y la globalización actuales tienen un montón de ventajas, pero también ciertos inconvenientes, como éste que provoca que las enfermedades se puedan transmitir a una velocidad inusitada. Y no sólo eso. Vivimos en ciudades muy pobladas y el contagio interno se hace de manera rapidísima. En la Prehistoria, las comunidades empiezan a asentarse y aumentar su tamaño poblacional. Por eso las enfermedades empiezan a extenderse de forma más rápida y eficiente.
«La primera pandemia constatada fue hace 5.000 años en Suecia y se debió a una bacteria»
–Si hubo contagio de enfermedades en la Prehistoria, se generaron también procesos de inmunización. ¿Ha estudiado la comunidad científica esta herencia a lo largo de las civilizaciones?
–Los humanos modernos, los Homo sapiens, somos originarios de África, y como especie somos migrantes. Llegamos a Europa en un momento en que los Neandertales vivían aquí. Siempre se ha pensado que una de las causas de su desaparición fue que los Homo sapiens trajeron enfermedades. Pero estudios recientes han dado un giro a esta creencia. Lo que se propone ahora es que la hibridación, ese flujo genético entre los Neandertales y los humanos anatómicamente modernos, provocó intercambio de patógenos, pero los Neandertales, que ya estaban inmunizados, contribuyeron a que nosotros nos protegiéramos respecto a patologías típicas de aquí.
–Habría que matizar, por tanto, que la evolución de la especie se base en que unos pueblos más fuertes eliminaron a otros más débiles.
–Así es. Siempre se ha considerado que la Historia ha funcionado por la lógica del exterminio. Es decir, llegaba una población que hacía que desapareciera la preexistente. Pero estos estudios evidencian que la inter relación tiene aspectos positivos y otros que no lo son tanto.
Jiménez muestra los primeros restos humanos hallados en Europa, en la localidad de Orce.
JORGE PASTOR
–Como director de Proyecto Orce, remontándonos a aquellas poblaciones que vivieron en el norte de Granada hace 1,4 millones de años ¿hay constatación de enfermedades en la cuna de los primeros pobladores de Europa?
–En Orce lo más probable es que no hubiera pandemias porque el volumen de población era tan pequeño que la intensidad en la transmisión de enfermedades sería baja. Es más, el gran problema con el que s e encontrarían en Orce no sería de contagio, sino de endogamia. De consanguinidad. Para ellos, sería importante tener encuentros con otras poblaciones para renovar la sangre, por decirlo de una manera comprensible. Para que el 'pool' genético no fuera el mismo. Esto era más mortal que las propias enfermedades. Si hubiese habido pandemias en aquel momento en Orce, nosotros no estaríamos aquí. No habría habido continuidad poblacional extensa a lo largo del tiempo.
–Usted es director del Instituto de la Paz y los Conflictos, donde investigan científicamente, por ejemplo, cómo superar las enfermedades a partir de los cuidados de progenitores y de toda la comunidad...
–Yo he trabajado sobre aspectos como la cooperación, la filantropía y los cuidados, que han sido básicos en la historia evolutiva porque somos frágiles e inter dependientes. Cuidados que no sólo corresponden a los padres, sino a toda la comunidad. Esto lo observamos en el registro paleo antropológico. Tenemos ejemplos de individuos de hace 1,8 millones de años que tuvieron dificultades físicas y sobrevivieron durante un largo periodo de tiempo gracias a los cuidados que recibieron.
–¿En qué medida se puede extrapolar esta realidad tan primaria a las alianzas científicas internacionales contra el coronavirus?
–Los cuidados se establecen a distintos niveles. Y uno es ése, las redes internacionales de investigación para encontrar un remedio contra el Covid-19. Pero los cuidados también hay que entenderlos en el ámbito de lo privado. Y eso se está poniendo de manifiesto con esta pandemia. Los humanos no hemos evolucionado en un ambiente de confinamiento, sino que nuestros hábitos están relacionados con la movilidad exterior. La forma en que salgamos de la pandemia dependerá de los cuidados de nosotros con nosotros mismos y hacia los demás.
«La forma en que salgamos de esta crisis dependerá de los cuidados con nosotros mismos y hacia los demás»
–¿Cómo lleva un profesor universitario como usted la tele docencia?
–Tuve la fortuna de que la mayor parte de las clases las tenía concentradas en el primer cuatrimestre. La tele docencia está poniendo de manifiesto las dificultades en el proceso de enseñanza-aprendizaje, que no es sólo la transmisión de contenidos, sino que tiene una parte emocional y vivencial. No soy partidario de este modelo, aunque entiendo que no nos queda otro remedio que finalizar así este curso y probablemente empezar el que viene con esta dinámica.
–¿Se ha paralizado el Proyecto Orce?
–No, todo lo contrario. El martes pasado, sin ir más lejos, tuvimos una reunión a cuatro bandas Helsinki, Tübingen, Tarragona y Granada. Y el martes que viene tenemos otra. Continuamos con la investigación.
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