«Once años de vida en El Cairo, escritos en Dílar, mirando Sierra Nevada»
Francisco Carrión, periodista ·
El granadino publica 'El Cairo, vidas en el abismo', un libro que, a través de 41 historias, es «una guía de viajes alternativa y un manual de periodismo»
Francisco Carrión (Granada, 1986) pide un café con leche y se deleita con las vistas de la Plaza Bibrrambla. Observa los pequeños detalles con atención por si, quién sabe, aparece una buena historia. Esta vez, sin embargo, la historia es él. Carrión es periodista –ganador ... de varios premios nacionales– y ha pasado once años viviendo en Egipto, como corresponsal de El Mundo. Una experiencia que ha volcado en 'El Cairo, vidas en el abismo' (Editorial Península, 2022), una novela compuesta por 41 historias que latían en los márgenes de sus libretas. «Cuando uno es periodista y te gusta más preguntar que responder, cuesta ponerse a este lado», confiesa, con el primer sorbo del café. «He vivido una montaña rusa y me he despedido en la etapa más baja de la ciudad. Te reconozco que me cuesta hablar de El Cairo».
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–Supongo que escribir el libro es parte del viaje.
–Son once años de vida en El Cairo, escritos en Dílar, mirando Sierra Nevada. Ha sido una catarsis porque me costó procesar la salida del país, algo que me negué a hacer durante mucho tiempo porque pensaba que tenía una misión: denunciar la violación de los derechos humanos, contar cómo involucionaba Egipto... Pero llegó un momento, el año pasado, por estas fechas, en que reconocí que no podía más. Había que pasar página y cambiar.
–Entonces, ¿granadino?
–[ríe] ¡Sí! Hijo y nieto de dilareños, aunque crecí en Estepa, por temas laborales. Pero mis padres, cuando iba a nacer, se empeñaron en venir por la nacional para que yo naciera aquí, por eso de mantener en el DNI lo de ser de Granada. A veces digo que soy hijo de la A–92 e intento llevar conmigo las dos identidades, algo muy complicado en Andalucía: ser de oriente pero también de occidente.
–¿Viene mucho por aquí?
–Mis veranos y mis vacaciones son en Dílar. Dílar es el lugar de recreo de la familia, donde nos juntamos todos. Y es una idea que ha reforzado mi etapa en El Cairo, porque siempre que volvía a España, volvía a Granada. De hecho, por empeño personal, al final está la data: 'Este libro se terminó de escribir en Dílar, Granada, en noviembre de 2021'. Es algo simbólico. Creo que me identifiqué rápidamente con El Cairo porque en la ciudad vi a mi familia. Vi a mis abuelos emigrantes y las historias que me contaban. De alguna manera me sentía reconocido y ellos también se reconocían en mí.
«En mi casa acogimos niños saharauis y creo que fue tal el shock que de ahí viene la responsabilidad de contarlo»
–¿Por qué es periodista?
–Desde pequeño siempre quise ser periodista. Hubo algo en mi infancia que me hizo decir 'necesito contribuir, aportar mi grano de arena a cambiar esto'. Fue el encuentro con los saharauis. En mi casa acogimos niños saharauis y creo que fue tal el shock cuando los vi por primera vez, cuando nos encontramos, cuando nos hicimos hermanos, que de ahí viene la responsabilidad de contarlo y de intentar aproximarme a este mundo. Hace poco, tuve la oportunidad como periodista de ir a los campamentos saharauis y me reecontré con ellos, con mis hermanos. Fue una experiencia muy bonita.
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–El libro empieza con la llegada a una redacción.
–Fue una experiencia increíble. Tras pasar un año allí, decidí quedarme pese a esa relación de amor–odio. Recuerdo las primeras escenas en la redacción de la Agencia Efe y en el centro de prensa internacional, con un señor que me pedía dinero por acompañarme a la puerta y que luego estaría conmigo once años.
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–¿Tenía la necesidad de contar su experiencia en un libro?
–Los periodistas llevamos esa frustración de que no nos lean o de que nuestras historias no lleguen. La gente está en los prejuicios, en los tuits, en los titulares vacíos... Pero quería hacer el libro como homenaje a la ciudad y a sus personajes porque había una parte que no había contado, una parte que me había guardado. Una parte que era consciente que no podía contar estando en Egipto porque me hubiera enfrentado a muchos problemas. El libro desafía constantemente la narrativa oficial.
–Mezcla géneros periodísticos para contar vidas muy concretas.
–El periodismo tiene que sorprender y aquí hay historias sorprendentes. Está la de mi amigo Sabek, sepulturero de la ciudad de los muertos, que vive en una tumba. O Samaa, el exorcista. Nur, la taxista que sale adelante en un territorio de hombres. Nawal, que dejó a su marido con 90 años porque decía que estaba celosa de su fama. El verdugo de las mil ejecuciones... 41 historias de todo tipo.
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–Y rápidas de leer.
–Mi idea era añadir a lo que había publicado en prensa la historia personal de cómo lo viví y de cómo accedí a ellos. El libro intenta desnudar El Cairo desde la parte más desconocida, como una guía de viajes alternativa, pero también sirve como un cierto manual de periodismo en una zona hostil.
«Siempre recordaré a Omar Shariff caminando y cómo la gente le saludaba efusivamente y él no hacía nada»
–La historia de Omar Sharif paseando por su calle...
–Siempre recordaré a Omar Shariff caminando y cómo la gente le saludaba efusivamente y él no hacía nada. Lo seguí hasta el restaurante de su hijo y me contó que sufría alzheimer. Es una historia que me emociona, encontrar al personaje justo al final...
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–¿Ahora qué escribe?
–En mayo entré en El Independiente. Me apetecía venir a España a contar cosas desde aquí y en eso estoy. En los últimos meses he hablado de Ucrania y el Sáhara. Sigo estando entre dos orillas.
–Según su experiencia ¿el periodismo tiene un papel relevante?
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–Debería serlo más. La información es poder y creo que es algo que cuesta entender a la opinión pública. La gente debe entender que no es lo mismo cualquier periodista ni cualquier medio. Debemos ser exigentes con la información que recibimos, con las redes sociales, con lo que intentan enviarnos ciertos colectivos y los partidos de manera directa a través de sus medios... Hay que valorar más la figura del periodista, pero también es verdad que estamos muy desprestigiados. Siempre he dicho que hay que reivindicar el periodismo ejerciéndolo, no hablando de él. Si algo me ha enseñado El Cairo es que no hay mayor tesoro que ser libre. Vivimos tiempos fugaces y si no defendemos la libertad y los valores democráticos podemos terminar en el mismo sitio que El Cairo, en una ciudad decadente y sometida a mil silencios.
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