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Viernes, 31 de enero 2020, 10:31
Un nuevo estudio liderado por Stefania Titton del IPHES de Tarragona, enmarcado en el Proyecto General de Investigación «ProyectORCE» que dirige Juan Manuel Jiménez Arenas del Departamento de Prehistoria y Arqueología de la Universidad de Granada y que está financiado por la Consejería de Cultura de la Junta de Andalucía, pone de manifiesto la complejidad del comportamiento y el carácter vanguardista e innovador de los grupos humanos que habitaron Orce, los más antiguos del continente europeo.
La historia de la humanidad está jalonada por personajes que se pueden considerar visionarios. Adelantados a su tiempo que fueron más allá de lo esperado para el momento que les tocó vivir. Algunos, algunas se vinculan con lugares llamados a ser motores del progreso tecnológico. El más conocido, Silicon Valley.
Los yacimientos arqueopaleontológicos de Orce no solo revelan, una vez más, el inmenso potencial patrimonial y científico que atesoran. También fueron vanguardia tecnológica durante la Prehistoria. En este caso nos remontamos a hace 1,4 millones de años. Concretamente al yacimiento de Barranco León donde se ha hallado el resto humano más antiguo del continente europeo; un individuo que perteneció a una población humana mucho más innovadora de lo que se pensaba.
Siempre se ha pensado que en esos tiempos pretéritos, los más remotos de la Prehistoria europea (1,4 millones de años – 1 millón de años), la cultura material conocida (tecnología lítica tallada) se reducía a lascas de piedra con filo cortante, para el procesamiento de los cadáveres de los animales de los cuales se alimentaban los humanos y a piedras más contundentes (percutores a la manera de martillos) para tallar otras rocas y fracturar huesos de herbívoros para acceder a la médula ósea, rica en grasas y otras sustancias nutritivas que influyeron en el desarrollo del cerebro. A estas cajas de herramientas se las denomina Olduvayense.
Se consideraba que solo en momentos más recientes florecieron determinados útiles en piedra tallada que presentan una fabricación y más cuidada y estandarizada. Es el caso de los denominados esferoides que se asocian con el Olduvayense Evolucionado (1 millón de años de antigüedad) y los bifaces, o hachas de mano, típicos del Achelense (que emergen en Europa hace 800 mil años). Orce muestra que no.
Esta publicación se centra en los esferoides, un tipo especial de útil que se encuentra en algunos conjuntos líticos del Olduvayense Evolucionado y, sobre todo, del Achelense. En Barranco León, en los albores del Olduvayense europeo, han aparecido 7 de estos artefactos esféricos, lo que implica la emergencia de complejos esquemas operativos resultado de una configuración intencional.
De esta manera podemos considerar a los esferoides de Orce como a las famosas máquinas de Leonardo da Vinci, diseños emergidos de un intelecto visionario y privilegiado siglos antes de pudieran ser fabricadas. Pero al contrario de aquéllas, las piedras futuristas de Orce, se materializaron y han llegado hasta nuestros días.
Los esferoides denotan que los humanos de Orce poseían la capacidad de elaborar mapas mentales complejos. Elegían concienzudamente la materia prima en función del tipo de útil que buscaban, y lo que es más importante, desarrollaron rutinas de talla relativamente estandarizadas. Esto indica, desde un punto de vista de las capacidades cognitivas, una idea preconcebida del producto final y, desde el de las capacidades motoras, una jerarquización de los gestos de talla. No se trata de útiles donde el azar juega un papel relevante. Los golpes para su consecución son precisos. Como hiciera en el Renacimiento Michelangelo Buonarotti, los humanos de Orce eliminaron lo que sobraba de los toscos cantos rodados.
Pero, ¿cómo podemos conocer el desempeño de nuestros antepasados?
Una de las técnicas utilizadas para caracterizar estos singulares útiles es localizar el lugar preciso donde se ha impactado, la dirección de los levantamientos y la relación entre los levantamientos. Esta técnica es conocida como dibujo diacrítico. Otra de las técnicas es la reconstrucción virtual tridimensional de los esferoides para llevar a cabo medidas de alta precisión. Así, cada uno de los golpes fue ejecutado siguiendo un patrón estricto.
Los yacimientos de Orce se consolidan como una zona arqueológica clave para entender el comportamiento de los humanos más antiguos del continente europeo. Esperemos dar la razón el novelista, arqueólogo y antropólogo canadiense Steve Erikson quien afirmó que «el futuro [de Orce] solo promete una cosa: sorpresas».
Los resultados se han publicado en la prestigiosa revista PLoS One y han sido posible gracias a la colaboración de arqueólogas/os del IPHES de Tarragona (Stefania Titton, Deborah Barsky, Josep Maria Vergès y Robert Sala-Ramos), la Universidad de Granada (Alexia Serrano-Ramos, José Antonio García-Solano -actualmente profesor en la Universidad de Sevilla- y Juan Manuel Jiménez-Arenas), el University College de Londres (Amèlia Bargalló) y el Museo Provincial Arqueológico y Etnográfico de Granada (Isidro Toro-Moyano).
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