Carlos Saura Medrano | Guionista y director de cine
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Carlos Saura Medrano | Guionista y director de cine
«Mi padre abrió en Granada sus ojos al arte flamenco»Carlos Saura Medrano (Madrid, 1958) es guionista y director de cine, además de fotógrafo aficionado, como su padre, Carlos Saura Atarés, director de más de medio centenar de películas y obras de teatro. Juntos dieron forma a 'Picasso y la danza. Encuentro con Lorca en ... Granada', el espectáculo que desde esta noche, y durante 16 veladas, constituirá la oferta de este año del ciclo Lorca y Granada en los Jardines del Generalife. Sobre esta propuesta escénica, ya está casi todo dicho. Pero sobre Granada y sobre cómo creció la idea del espectáculo en su cabeza, aún quedaban algunas.
–Su padre hablaba de lo mal que lo pasaba en los días de estreno. ¿Ha heredado usted ese bendito malestar?
–Yo diría aún más: el día del estreno llevo acumuladas ya semanas de nervios, en este caso y en muchos otros... (risas).
–¿Cuándo entró Granada en su vida?
–Desde el momento en que comencé a observarla. He venido muchas veces como viajero, y siempre me ha atraído la cultura musulmana en la Península. Veo las luchas entre cristianos y musulmanes no como una Reconquista, sino casi como una invasión bárbara proveniente del norte hacia una civilización mucho más refinada y avanzada. Además, pude estudiar ese periodo cuando, con ocasión del Quinto Centenario, me encargaron el guion de un documental sobre él.
–¿Cómo empezó su carrera en el cine?
–Mi padre y Geraldine (Chaplin), mi madrastra, tiraban de nosotros cuando éramos pequeños y ellos tenían que trabajar en verano, lo cual era algo habitual. Así que viví en ese ambiente desde muy joven, y comencé pronto a hacer trabajillos para ganar dinero. Y así, poco a poco, hasta hoy.
–Esta vez se coloca ante la responsabilidad de dirigir un espectáculo musical. ¿Es algo que ya había hecho?
–Mi padre tenía una relación muy profunda con la música. Afirmaba que todas las películas eran musicales, de hecho. Fue precisamente en Granada cuando comenzó muy joven siendo el fotógrafo del Festival de Música y Danza, y fue en Granada donde abrió los ojos al arte flamenco. Además, mi abuela Fermina era concertista de piano, y le acompañó durante muchos años aquí. Por eso mantenía con Granada esa relación tan especial, porque aquí unió música e imágenes con su cámara fotográfica, una unión que nunca le abandonó. Hay que recordar que ya en 'Los golfos', su primera película, había flamenco, y continuó con él hasta este espectáculo, que fue lo último que hicimos juntos.
–Y ahora, usted tiene la misión de 'llenar' el escenario del Generalife...
–Un escenario que como visitante había visto en muchas ocasiones. Ante el reto de tener que 'vestirlo' con este espectáculo, he sentido verdadero terror. Además, conviene tener en cuenta que estaremos ante 2.000 personas cada noche, lo cual supone un reto extra. Así, una obra que estaba concebida para un escenario de doce por diez, ha tenido que crecer y adaptarse a un espacio mucho mayor. Sin embargo, luego, a raíz de una serie de 'accidentes' creativos que han ido ocurriendo, y las propias limitaciones espaciales y temporales del teatro, hemos ido resolviendo esos problemas, y todo se ha convertido en un proceso divertidísimo. Mi padre siempre decía de mí que era el tío más optimista del mundo. Yo siempre digo que soy un pesimista engañado... (risas).
–Las fotografías de su padre sobre Granada ya se han expuesto, pero ¿y las suyas? ¿Qué ha fotografiado de Granada?
–Todo. Siempre llevo una cámara encima. Nunca fui profesional de la fotografía porque no quise, aunque esto pueda sonar algo pretencioso, pero fue tal cual. Es igual que la literatura, me acompaña siempre, pero nunca será mi dedicación principal. Calificaría mis reportajes fotográficos como acumulativos, sin ninguna pretensión artística. Sin embargo, me gusta que mis fotografías cuenten una historia.
–¿Cuáles son sus lecturas?
–Leo de todo. Ensayo poco, ficción mucha, y aunque fui muy mal educado en la lectura de poesía, estoy empezando a descubrirla. En realidad, soy totalmente inculto en el mundo poético.
–¿Cuáles fueron las imágenes que se dibujaron en su cabeza y en la de su padre cuando concibieron este espectáculo?
–Lo primero, es preciso destacar que este encargo llegó a manos de mi padre en la última etapa de su existencia. Yo le visitaba entre su casa y el hospital, y lo primero que tuvimos claro fue la importancia que debía tener el flamenco, como punto de unión entre Lorca y Picasso. Y luego, que debíamos respetar las colaboraciones más vistosas de Picasso con los Ballets Rusos. A partir de ahí, me quedé solo en la fase final del proyecto, y mi prioridad ha sido que los elementos escenográficos remen a favor del espectáculo, pero que no molesten a los artistas. Esta forma de abordar la escenografía es la que él siempre tenía en mente.
–Quizá, entonces, nos encontremos con un eslabón perdido de una cadena que se iniciara con la lorquiana 'Bodas de sangre', y siguiera con 'Carmen', 'El amor brujo', 'Tango', 'Sevillanas'...
–Completamente. Y se ha terminado con todo el respeto a las indicaciones que él me diera, así que estoy seguro de que le gustaría mucho.
–¿Y usted, cómo se conectó con el flamenco?
–A través suyo. Aún recuerdo cuando me comentó que Juan Lebrón le había propuesto hacer 'Sevillanas'. Le dije entonces que me parecía un coñazo... (risas). Yél me respondió: «No tienes ni puñetera idea» (carcajada). Y así era. Ahí conocí a Paco de Lucía, a Manolo Sanlúcar, y me di cuenta de lo bruto y lo animal que era. A partir de ese momento, entré de cabeza en este mundo, 'Sevillanas', que iba a durar media hora, se fue a hora y pico, y luego llegó 'Flamenco'... Todo fue creciendo. Siempre hablamos de que 'Carmen' era una de sus mejores obras, pero yo me ceñía a lo técnico, a lo puramente cinematográfico. Lo de entrar en la música fue algo gradual.
–¿Qué va a ver, entonces, quien acuda al Generalife desde hoy?
–Un espectáculo hecho para que los artistas se luzcan, con una base creativa, la de Picasso y Lorca, inconmensurable. Con un elenco fantástico, música de calidad en directo, en un entorno fantástico, y encima con luna llena. Un espectáculo que podría calificar como potente, gozoso, bonito en el más amplio sentido del término.
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