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Análisis semanal de las novedades literariascoordinan: francisco morales lomas y remedios sánchez
Sábado, 6 de febrero 2021, 00:35
Amin Maalouf. Madrid, Alianza Editorial, 2020
Por Paco Huelva
A min Maalouf nos ha presentado una hermosa distopía, en la que coloca a la humanidad en una situación apocalíptica, ante la cual, los gobernantes son incapaces de encontrar los remedios para resolverla, por lo que… la misma, tiene un enorme parecido ... con la situación que vivimos en el orbe con la covid-19. Es tan apabullante el parecido con los momentos que transitamos, aunque la génesis sea bien distinta, que parece mentira que se haya escrito antes de la pandemia que nos asola y que está llenando de muertos los cementerios del mundo.
Y esa es también una de las funciones de la literatura, aventurar el futuro, aunque sea usando con prodigalidad la imaginación. Ya lo hicieron Verne, Blake, Huxley, Woolf, H. G. Wells o Morgan Robertson entre otros, con un acierto casi premonitorio.
Una novela que se lee con una fluidez exquisita y, aunque el lector siente a veces que lo que ocurre tiene visos de inverosimilitud, la realidad que vivimos, y que nos ha superado intelectual, técnica, científica y logísticamente nos ha superado; y, sin embargo, aquí estamos: impávidos y arrobados sin saber qué hacer. Por eso la historia que nos cuenta Maalouf se asienta en nuestras entendederas como algo plausible. La síntesis de la novela pudiera ser la siguiente: en cualquier momento, la humanidad puede propiciar la destrucción de sí misma y la desaparición de nuestra especie en el planeta.
Los arsenales nucleares, los cambios genéticos, los virus letales que se manipulan, y, cualquier otra barbaridad que se les ocurra en la misma línea, son ejemplo de ello. Si llegaran a caer dichos conocimientos en las manos de gobernantes faltos de principios, a grupos terroristas, a fundamentalistas de aquí o de allá, a totalitarismos de diversos colores o pátinas, a dictadores de uno u otro signo…, pues, la Historia de la humanidad en el planeta Tierra podría cerrarse, sin más, en un visto y no visto; es decir: podríamos extinguirnos como una vela cuando ya no hay más cera para quemar. Esa es la metáfora, pero también el problema de nuestra sociedad. Cómo protegernos de nosotros mismos y de la capacidad letal que los gobiernos atesoran, dicen, que para mejor defender su integridad.
La novela es por tanto una interesantísima paradoja cuya lectura es necesaria por su alto valor ético –en estos aciagos días, en los que a pesar de las circunstancias los gobiernos no colaboran entre sí–, y, también estético, como no puede ser de otra manera en alguien que pertenece a la Real Academia Francesa de la Lengua y ha obtenido entre otros muchos, el Premio Goncourt o el Príncipe de Asturias de las Letras.
Olga Novo. Ed. Olifante, 2020
Por José María García Linares
Si bien el pensamiento racionalista, occidental y cartesiano, se encuentra muy cómodo en las oposiciones, digamos, clásicas, binarias, del tipo amor/dolor, vida/muerte, luz/oscuridad, niño/ adulto, hombre/mujer, etc., la propuesta poética de Olga Novo en Felizidad (traducción del gallego Feliz Idade), Premio Nacional de Poesía 2020, se propone trascenderlas para posibilitar espacios nuevos de reflexión, de indagación y de lectura. Los textos que lo componen pertenecen a distintas épocas vitales de la autora, como la propia Novo confiesa en la 'Carta proemio' que dirige a su hija Lúa. El nacimiento de la niña y el deterioro-muerte del padre se convertirán en las dos experiencias cardinales del sujeto poético que darán sentido a todo el libro. Entre ambos extremos, los poemas construyen hilos y puentes necesarios para comprender que no es posible la vida sin la muerte, que no existe el amor sin el dolor, y por eso la poesía es tan necesaria «para poder sobrevolar la oscuridad y darle sentido», como podemos leer en uno de los textos fundamentales, el titulado 'Murciélaga (símbolo de la felicidad en China)'.
Ese esfuerzo de desvelamiento e iluminación parece tener su origen en la certeza de que, para hablar con la hija, la voz poética necesita hacerlo «en el lenguaje que no sirve / en el silencio de la sílaba primera» ('Lo inefable'), y esta cuestión es decisiva, quizá una de las claves de lectura. Para Olga Novo la poesía es esa región–otra en donde tiene lugar el diálogo con lo perdido, «Donde se junta una emoción con el raciocinio / y la palabra migratoria alza el vuelo / siguiendo la bandada del lenguaje» ('El copo de nieve de Koch').
Esa comunicación es posible porque la poesía es condensadora de tiempo, como podemos leer en 'La cosecha de patatas': «La poesía llegando a un instante en que se condensan todos / y así puedo vivirte de manera simultánea / sin temor a perderte en la materia / al final de la mañana que nunca termina / en la cosecha de patatas / siendo yo niña». Más allá del lenguaje verbal, la poesía hace posible lo incomunicable y lo impronunciable, por eso en repetidas ocasiones el ADN y la sangre familiar desbancan al idioma como sistema comunicativo, pues en ellos la memoria y los afectos pueden hablar con absoluta libertad, y así «Y yo que trabajo en la transformación del poema en perfume / comprendo el sentido último de la sublimación y sé / que voy contigo en este otro estado de tu materia que / como la poesía / habita más allá del límite» ('Mientras la hierba crezca'). Indagar en lo cotidiano y desvelar sentidos profundos. Vivir–escribir en la 'Felizidad'.
Ismael Ramos. Ilustraciones: César Pigino. Ediciones Punto Rojo. 2020
Por Miguel Arnas Coronado
En la enseñanza, en todos sus grados, como en cualquier trabajo, hay una fauna digna de ser descrita. A veces sufrida, otras gozada. La característica diferenciadora es la movilidad de los claustros, sobre todo en secundaria. No sé quién dijo que los intelectuales siempre han sido malos asamblearios, y en las reuniones donde comparecen todos los miembros del equipo es donde más se puede disfrutar de las idiosincrasias de cada uno. Gente divertida siempre abunda, y su recuerdo, a menudo agridulce, anima más de una velada en la que reírse sin mala intención de algunos miembros y miembras. Eso es lo que hace Ismael Ramos en este graciosísimo libro. Textos cortos, ilustrados con esplendor, retratan a ciertos arquetipos reconocibles por cualquiera que haya estado en un claustro o haya recorrido los pasillos de una institución de enseñanza, sea primaria, secundaria o universidad, que de todo hay. No se busque sarcasmo cruel ni ensañamiento con los personajes, no se busque personalización, pues no existen rasgos identificables, sino descripciones sencillas y risibles, algunas, mezclando incluso peculiaridades de distintos tipos humanos.
María Teresa Espasa. Ed. Verba Manent. Castellón, 2020
Por Albert Torés
Con música de Vivaldi de fondo homenajeando al mundo, tiempo, vida, amor y las circunstancias de todos esos elementos, la escritora María Teresa Espasa con una trayectoria poética no solo consolidada sino por fortuna reconocida (el Premio Especial de la Crítica Literaria Valenciana, por ejemplo), nos propone un nuevo poemario que escarba en el tiempo y se debate entre la duda y lo fugaz, pero también entre la esperanza y la serenidad. Con cierta carga mística y un gran poder evocador que se va extiendo en las siete partes que conforman el poemario, quizá porque siempre hay enigmas por resolver, su palabra poética nos cautiva.
Manel Loureiro. Planeta. Barcelona, 2020
Por C. de la Rosa
La exitosa trilogía del Baztán de Dolores Redondo y otros títulos abrieron en su día la puerta hacia una serie de novelas que tenían como escenario la España rural y por trama historias negras donde se mezclan la tradición ancestral y paisanajes complejos. Precisamente, 'La puerta' es un título que bebe de la reciente tradición de dramas rurales con toques de thriller, ambientado en la Galicia misteriosa de nuestro tiempo. Crímenes aparentemente sin relación alguna ni entre ellos ni con la protagonista, en este caso una agente de policía en busca de cura para su hija, se van entretejiendo para ofrecer al final una conexión plausible y un final inesperado.
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