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El Palacio del Cuzco, un tesoro condenado al olvidoBIC de Granada
El Palacio del Cuzco, un tesoro condenado al olvidoEl Palacio del Cuzco cerró hace tanto tiempo sus puertas que su interior es casi una leyenda. En la calle Reina Sofía, arteria vital de Víznar, hay siete ventanales de madera que, de vez en cuando, dejan correr el aire. Esos días es imposible pasar ... a su lado y no agarrar sus barrotes con la curiosidad del que se asoma a una tragedia griega. Dentro, un enorme jardín rodea a un ajado pero esbelto edificio que se levanta sobre dos galerías por las que todavía se intuyen las escenas del Quijote pintadas hace dos siglos. «Es un tesoro. Un pequeño Versalles. Un cadáver exquisito», lamenta David, el párroco del municipio. Eva vive junto a la entrada principal del palacio, cerca de la Iglesia. «Todo el mundo dice lo mismo, es una pena. Antes hacíamos fiestas y conciertos aquí dentro –la vecina toca con su mano el muro de piedra–. El jardín es precioso y solía estar muy bien cuidado, tiene unos magnolios centenarios... Es una pena».
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La pena es real y palpable, un sentir común en Víznar. El Palacio del Cuzco, 10.000 metros cuadrados construidos en 1795 por Manuel de Moscoso, el que fuera obispo del Cuzco y arzobispo de Granada con Carlos III, es Bien de Interés Cultural (BIC). Sin embargo, pese a que debería tener un horario de visitas obligatorio, sus puertas solo se abren los miércoles para que entre el jardinero un par de horas. ¿Por qué? Entre otras razones, porque el edificio no es seguro. Así lo detalla un informe sobre su estado de conservación:
Cimentación: «Problemas de asiento generalizado de los muros de carga, producido por la edificación en declive entre los dos jardines». Muros y pilares: «Fortísimas humedades en planta baja por humedad capilar». Forjados: «En salón, grandes vigas podridas y parcial hundimiento del forjado del suelo». Cubiertas: «La cubierta sobre el zaguán y de la torreta de la cúpula en pésimo estado. Las canales en pésimo estado y vertiendo aguas sobre el edificio». Arcos y bóvedas: «Humedades en cúpula por fallos en cubiertas». Solerías: «Pésimo estado del piso bajo por humedades y movimientos de la edificación». Carpintería: «Deficiente estado de la carpintería exterior». Instalaciones: «Instalación eléctrica muy deficiente. Inexistencia de sistema contraincendios. Las de fontanería y saneamiento en estado muy primario produciendo fuertes humedades». Otros: «Cerrajería en avanzado estado de oxidación».
El informe termina con un detalle del presupuesto necesario para arreglar todos estos desperfectos. Una cifra de 22.050 millones. Millones de pesetas, claro. Porque este informe, expedido por la Delegación de Cultura de la Junta de Andalucía, tiene fecha de 1985. «Lo que pone ahí sigue valiendo hoy porque no se ha hecho prácticamente nada desde entonces», asegura Salvador Ruiz Caballero, cronista oficial de Víznar.
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Ruiz, de 67 años, recorre su archivo personal en busca de varias carpetas tituladas 'El Palacio del Cuzco'. «Todo lo que ha pasado está aquí», apunta. Luego, con la didáctica de un maestro jubilado, explica la lección: «Lo compró una empresa llamada Gran Mansión, hace veinte años. Querían construir un gran resort de lujo del tamaño de cuatro Bernabéus. Hicieron hasta el proyecto, que está guardado en el ayuntamiento. Pero llegó la crisis de 2008, la del ladrillo. Aquello no salió. Y desde entonces está olvidado. Ahora venden el palacio y el proyecto».
El Palacio del Cuzco pertenece a tres socios diferentes. «Y no están haciendo nada, están incumpliendo la ley –sostiene Ruiz–. Tienen obligación de enseñarlo una vez en semana y, aunque no estén obligados a restaurar, sí deben conservarlo. Y no. No lo están conservando».
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Joaquín Caballero, alcalde de Víznar, también lamenta el estado del palacio. «Sienta fatal verlo cerrado –dice–. Llevamos años en contacto con la propiedad y en permanente contacto con la Junta de Andalucía, intentando que se abra y se mantenga». Al frente de estas negociaciones está David Espigares, concejal de cultura. «Tenemos un preacuerdo listo, una propuesta para que nos dejen abrir a nosotros el palacio. Nos haríamos cargo de personal para explicarlo y visitarlo... Pero ahora mismo es imposible porque no hay un interlocutor claro, ya que son tres socios y uno de ellos está en concurso de acreedores. Este es un tema que tratamos prácticamente a diario», subraya. Los dos ediles entienden que el interior del palacio, ahora vacío y en mal estado, permanezca cerrado. «Pero los jardines no. Es una demanda de pueblo, siempre estaban abiertos y los perdimos en el año 2000».
Salvador Ruiz camina por la calle Reina Sofía, en paralelo al palacio. «Lorca pasó por aquí, antes de su muerte». Al llegar a uno de los ventanales de madera se para y contempla su interior. «Los que somos de aquí pasamos y pensamos: quién te ha visto y quién te ve... Lo cierto es que el palacio nunca ha estado bien, pero cuando vivían aquí los Fernández Fígares, lo tenían cuidado y bonito, con las puertas abiertas. Daba gusto verlo». El cronista insiste en que la conservación que se está haciendo es «despreciable» y que la situación del inmueble es «totalmente peligrosa». «Si os fijáis en la veleta de la torre os daréis cuenta de que está totalmente ida. Eso implica que la parte de abajo, la cúpula, está cediendo y está entrando agua. Si no se ha caído ya es por las vigas gordas de castaño».
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Por la ventana se intuyen los pasillos y los grandes portones, pero obviamente no se ve absolutamente nada de su interior. «Estaba lleno de obras de arte: muebles, cuadros, esculturas... había auténticos tesoros. Pero los dueños lo vendieron todo. Es una pena grandísima», lamenta Ruiz. Por la calle San Martín, perpendicular a Reina Sofía, hay una cinta sobre la pared en la que se lee «obras». «Esto pertenecía al palacio, son las casas de los caseros y mayordomos y se están cayendo. En vez de actuar, ponen una señal... ¡No puede ser!». En esta calle, además, la puerta de la almazara está tapada y «mancillada» con un disco de tráfico.
Cerca de allí hay un pequeño mirador desde el que se ve un árbol gigantesco, un magnolio que tiene «cerca de 220 años, el más antiguo de Europa», dice Ruiz. «Pues está costando trabajo que esté vivo y nada más que ese árbol debería estar cuidado como un rey». A las espaldas del cronista, sentados en un banco, tres ancianos se unen a la conversación. «Qué manera de tirar el dinero, qué desgracia», dice el primero. «¡Claro que hemos entrado! Como todos los del pueblo. Se hacían comuniones en el jardín», añade el segundo. «Pero ya no tiene remedio. Eso está cerrado a cal y canto. Ahí ya no entra nadie. Hoy por lo menos no. Mañana, sabe Dios», termina el último.
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Descripción del Palacio del Cuzco
Juan Manuel Antonio Melchor Gaspar Baltasar de Moscoso y Peralta nació el 6 de enero de 1723, en Arequipa, Perú. Siendo obispo de Cuzco, Carlos III le nombró arzobispo de Granada en 1789. Por aquel entonces, los obispos de Granada ya pasaban el verano en una casa de descanso que tenían en Víznar. Pero fue Moscoso, ferviente creyente en Dios y en Cervantes, el que ordenó construir el Palacio del Cuzco, un edificio imponente cuyos muros decoró con once escenas sacadas de El Quijote. Años después, la propiedad sería de José Fernández Figares y Esperanza de Damas y Rodríguez Acosta, antes de que, finalmente, quedara en manos de un grupo inmobiliario.
El edificio consiste en una nave de doble crujía resuelta en dos plantas, con un torreón en el centro como enlace vertical. Coronan el cuerpo de este inmueble tres torreones de base cuadrada que, a pesar de su falta de esbeltez y macilenta factura, prestan monumentalidad y rompen la monotonía de líneas del conjunto al contemplarlo desde lejos, recortándose con las cumbres de Sierra Nevada. El palacio se sitúa como eje separador de los dos jardínes, que se conforman en su ala de oriente y poniente. Completa el reciento palaciego una extensa huerta, a espaldas del edificio, y otras dependencias adosadas al mismo, como la cocina, caballeriza, vivienda del casero, pajar y cuadras.
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En el interior del palacio, en la planta baja, hay un amplio comedor comunicado con los jardines. Por la escalinata de honor se alcanza un pequeño hall que da acceso a las habitaciones, donde también hay un tribuna protegida con celosía que da al interior de la iglesia. A continuación, varios salones corridos, separados por amplias puertas y cortinajes, que terminan en una capilla privada. En la zona menos noble, una amplia cocina propia de un castillo medieval.
Aunque se pintaron otras obras con motivos mitológicos –la mayoría no se ven ya–, la parte más original y exclusiva del Palacio del Cuzco es la galería inferior, donde todavía se contemplan once escenas sacadas del Quijote, encargadas por el propio Moscoso, que se definió como «cervantista peruano». La pérdida del juico del hidalgo, la promesa a Sancho de una ínsula, varias aventuras y batallas, el encuentro con Dulcinea o el enfrentamiento con los molinos de viento, son algunos de los capítulos que se pueden 'leer' en sus paredes. La autoría de estas pinturas es desconocida.
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Hoy por hoy, la única forma de acercarse al interior del Palacio del Cuzco es a través de la obra de pintores como Rusiñol, que realizaron numerosos lienzos del complejo.
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