![Un paseo por el frondoso jardín del Prado](https://s3.ppllstatics.com/rc/www/multimedia/2024/10/28/Patinir-Huida-a-Egipto-RlrfBwZwtQNlyNnP9DuZR2M-1200x840@RC.jpg)
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Pipirigallo, bardana, gordolobo, zimbalaria, chirivita, llantén, aguileña, cidro.... Son solo algunas de las cientos de flores y plantas que hay en las pinturas y esculturas del Museo del Prado. Eduardo Barba, jardinero, paisajista e investigador botánico en el arte, lleva doce años estudiándolas y catalogándolas. Ahora propone un recorrido por el frondoso y variopinto jardín del Prado a través de 26 obras en las que aparecen 40 especies. Un paseo vegetal del que se puede disfrutar hasta el próximo 30 de marzo de la mano de maestros como Patinir, Fra Angelico, Bronzino, Van der Weyden, Tiziano, Velázquez, Rubens o Zurbarán.
«El Prado en sí mismo es un jardín formidable y pródigo, y las plantas un personaje más de las obras, no un mero acompañamiento estético. A menudo tienen un carácter simbólico», dice Barba, que busca con esmero todo tipo de especies botánicas en las pinturas, más de 2.000, que ha localizado y catalogado entre las expuestas y las almacenadas.
Ha incluido en su selección rosas, azucenas, caléndulas, jazmines, violetas, claveles, lirios, margaritas, parras, plantas de adormidera, un liquen llamado barba de Matusalén o hasta un tulipán azul inexistente en el mundo real. Un variado y colorido paseo botánico que cubre un arco temporal de casi diecisiete siglos siglos en dos plantas del Edificio Villanueva.
«Desde las esculturas romanas hasta comienzos del siglo XVIII, el espectador descubrirá como la representación de flores y plantas nos puede hablar de la simbología mitológica, religiosa, nobiliaria o costumbrista, para transmitir a la escena cualidades que les son propias», señala Barba.
La selección de Baraba incluye todo tipo de soportes, del mármol a las piedras semipreciosas, tablas y lienzos. Parte del siglo I con una delicada escultura, 'Eros dormidos' o 'Hypnos', una pequeña representación del dios romano del sueño abrazado a dos plantas de opio. En un salto milenario, el tour botánico acaba con 'Carlos III, niño, en su gabinete', de Jean Ranc, en el que el futuro monarca sostiene unas flores de jazmín en su mano derecha.
Las diminutas y esquivas violetas que aparecen en 'La bacanal de los andrios', de Tiziano, tienen un gran carácter simbólico. «Es la flor de Afrodita, la diosa del amor, y aparecen en la oreja y el escote de una mujer, puede que como un guiño a Violante, compañera de Tiziano, y en la cabeza de un niño, para recordarnos que sus hojas se usaban como un remedio para la resaca», explica Barba.
Sobre la cabeza de una de 'Las tres Gracias' de Rubens aparece una flor de pipirigallo. «Es una planta que solo se da en el sur de Europa y por la que Rubens debía tener un especial afecto», señala el experto. En el mismo lienzo aparece una guirnalda de rosas, símbolo del amor, con las tres especies más cultivadas en la época: la rosa alba, la de mayo, y la roja.
Barba siente debilidad por 'La Anunciación' de Fra Angelico. «Es un vergel con multitud de detalles simbólicos». Aparece en la icónica tabla la llamada 'hierba de los pordioseros', la clemátide. 'Clematis vitalba' es el nombre científico de una planta que generaba ampollas y con la que los mendigos se frotaban para dar más pena y obtener más limosnas. También aparece el aligustre, una dan una planta tintórea.
No está incluido en el recorrido -que elude las salas más visitadas- pero sí en el catálogo 'El jardín de las delicias', un delirio botánico «en el que El Bosco realiza fidedignas representaciones de plantas como la aguileña, una flor medieval con propiedades medicinales y afrodisíacas, y descomunales fresas».
Se pueden encontrar en este viaje vegetal laureles, infinitud de pétalos y frutos silvestres, arbustos y árboles. Como el pino piñonero pintado por Claudio de Lorena en 'El Arcángel Rafael y Tobías', obra en la que también aparece la bardana, también llanada lampazo. La exótica bola de nieve aparece en un bodegón floral de Juan van der Hamen. Los cipreses en las vistas del jardín y la villa de los Medici de Velázquez, o el amaranto tricolor en un florero de Tomás Hiepes.
«Cada época -señala Barba- representa las plantas de una forma diferente, con mayor o menor atención al detalle y a la fidelidad botánica». «En el románico la simplificación extrema aportaba a los vegetales una belleza muy peculiar. En el gótico se buscaba la precisión y la descripción correcta de cada planta y cada flor. En el Renacimiento, como herencia de los anteriores, culmina el retrato botánico adquiere una entidad propia con las plantas abundando el primer término en unas obras con un destacado estilo naturalista».
Brueghel el viejo es, a juicio del investigador, uno de los grandes pintores de plantas, una temática «casi desaparecida del arte contemporáneo pero en el que también se puede rastrear». «Incluso en el 'Guernica' de Picasso, con la flor que empuña junto a la espada una de las figuras que está caída en el suelo», concluye.
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