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José Antonio Muñoz
Granada
Viernes, 27 de agosto 2021, 00:54
Felipe Passolas nació en Granada en 1979. Educado entre el Reino Unido y España, estudió Administración de Empresas. Trabajó en el sector bancario y en ... el de los seguros aquí y en Brasil. De natural inquieto, organizó algunas expediciones a lugares remotos narradas en el blog de IDEAL Expedición Mongolia. Comenzó a hacer fotos promocionales por encargo, y poco a poco se fue introduciendo en la fotografía social. Y de ahí se convirtió en corresponsal de guerra freelance, es decir, autónomo y por libre. Un salto sin red, lleno de peligros.
Su trabajo comenzó en una guerra de la que casi nadie quiso hablar y que aún no ha finalizado, el conflicto de Ucrania de 2014. Luego vendrían la frontera siria, la de los Balcanes o la de Iraq, y ese conflicto sin tiros pero con sangre del Estrecho, que cada año siega un puñado de vidas. Sus motivaciones son claras: «Más allá de los disparos y los cuerpos desmembrados, la cobertura de guerra tiene un componente social, una serie de grandes vivencias encapsuladas en pequeñas historias que no tienen cabida en los medios habitualmente».
Passolas asegura que «cuando alguien te relata su vida, sus penurias, adquieres la responsabilidad de hacerlo público. Ese es uno de tus deberes. El otro es volver para contarlo. Es importante que el trabajo no se quede en los discos duros, porque el hecho de que estés en zona de guarra ya genera sufrimiento en quienes tienes alrededor, tu familia, tus amigos, que saben que te la estás jugando».
Este es el origen de 'Borders', el libro que en breve publicará Felipe Passolas tras conseguir el dinero para hacerlo merced a una exitosa campaña de crowdfunding que superó sus expectativas iniciales. El título del libro viene dado porque su trabajo, casualmente, se ha desarrollado siempre en zonas de frontera. Por un lado, la ya mencionada guerra de Ucrania. Luego, la zona fronteriza de Mosul, entre Siria, Iraq y Turquía;la de Kobane, entre Siria y Turquía; las fronteras entre las antiguas repúblicas de Yugoslavia y Austria, Serbia y Hungría, y la frontera azul del Estrecho.
Todas estas fronteras tienen elementos comunes y otros que no lo son tanto. Uno de los comunes es la percepción del público que asocia la migración y los refugiados a las zonas de conflicto, sin tener en cuenta el componente político que los coloca, por ejemplo, en la frontera de Hungría, un país en paz. «Esto es algo que quiero transmitir con este libro. Los conflictos no son tan lejanos como parecen. Lo que ocurre en países que creemos que están muy lejos nos afecta directamente», asegura Felipe Passolas.
'Borders' está en pleno trabajo de producción. Con un formato de 17 por 24 centímetros, se imprimirá con calidad digital y tendrá en torno a 150 páginas. Todo ello con el objetivo de que por peso y precio, llegue muy lejos, mucho más allá del centenar de manos entendidas que coleccionan libros de fotografía. En este sentido, el granadino afirma que «debemos ser realistas. Los libros de Taschen de gran formato no entran en un piso de 40 metros cuadrados. Eso queda al alcance de unos pocos. Por eso, hemos optado por llegar al mayor número de personas posibles con este formato, que además, tendrá textos sencillos y directos». Para Passolas, será el primer libro desde 'Nómadas', donde relató una década de viajes alrededor del mundo, y espera poder presentarlo tanto en Madrid como en Granada.
Cada foto de 'Borders' tiene una historia detrás, pues. Historias de sufrimiento y miedo tanto de los fotografiados como del fotógrafo. Recuerda el profesional granadino que «en la época peor de Oriente Medio tenías que ser una sombra. No tener cuenta en Facebook ni ninguna red, para que no te identifiquen, es clave. También leer las complejas relaciones de poder, porque allí quien tiene 14 primos y un Kalashnikov ya tiene un brazo político y un grupo armado. Hay que hacer un análisis permanente, porque si no, en un 'checkpoint' se puede acabar tu aventura».
Luego, además del peligro en los traslados, para hacer una buena foto, hay que estar literalmente encima. Y aquí reconoce Passolas que «he hecho cosas absurdas. Cuanto más cerca estás, más la cagas. Hicimos fotos en casas que no estábamos seguros de que estuvieran minadas, o en iglesias que sí lo estaban, preparadas para que cuando volvieran los cristianos reventaran. He visto bombas escondidas en portátiles debajo de las alfombras. Pero si no te arriesgas no hay foto. Es un callejón sin salida».
Y hay profesionales que quedan atrapados en ese callejón. Felipe Passolas afirma que «este trabajo es adictivo, pero nuestra salud mental ha sido siempre un gran tabú. Es imposible que vuelvas igual que te fuiste. Te quedas mal; sinceramente, creo que te deberían pagar un psiquiatra... (sonríe). Afortunadamente, somos mediterráneos y tenemos amigos». El fotógrafo granadino llegó a las zonas de conflicto con una cierta edad –30 años– y una trayectoria profesional detrás; eso también ayuda. Y le ha servido para desengancharse cuando ha sido necesario. Pero no todos lo consiguen: «Hay muchos compañeros que se dedican al conflicto y no se pueden reciclar». Y a pesar de que lo digital y los medios técnicos han facilitado la vida, y hoy basta un portátil y un teléfono para enviar fotos desde cualquier rincón del mundo, lo complicado es olvidar que cuando callan los cañones, si es que lo hacen, las consecuencias sociales quedan. Eso es lo que retrata Felipe Passolas en 'Borders'.
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