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Hay ocasiones en las que recordar la ausencia se convierte en una celebración de la presencia. El guitarrista Pepe Romero, granadino por elección y genio irrepetible de la guitarra por designio podríamos decir que divino, convirtió el recital que ofreció anoche en el Teatro Isabel ... la Católica, en el marco del Festival Internacional de la Guitarra, en una celebración de su vida, de la artística e incluso de la personal, con la Alhambra como fondo. En el centésimo décimo aniversario del nacimiento de su padre, Celedonio Romero, procreador de una saga de instrumentistas que ha traspasado las fronteras y el tiempo, Pepe reivindicó un trono que le abruma, humilde como es, pero que nadie ha osado, hasta ahora, disputarle.
El recital del jueves unió, como siempre, investigación y ciencia, parafraseando la cabecera de la célebre revista divulgativa desaparecida este mismo año. Investigación porque pocos solistas han indagado en el repertorio de guitarra con la seriedad y la profundidad con la que lo ha hecho Pepe Romero. Con una minuciosidad y una lectura profunda de partituras que, en muchos casos, eran prácticamente desconocidas. Y ciencia, porque tocar la guitarra como él lo hace es, ya lo hemos dicho, o ciencia, o brujería. Y preferimos pensar que es ciencia. Y trabajo. Y también un instrumento estupendo, fabricado por su hijo, Pepe Romero Jr, ya un luthier de prestigio mundial.
Comenzó Romero su recorrido por algunos de los temas favoritos de su padre con los cinco 'Preludios' del brasileño Heitor Villalobos. Música de la calle, de las calles de Río. De las muchas calles que Villalobos recorrió, con el sabor de la fiesta y la consiguiente embriaguez en la boca. Romero supo darle a cada uno de ellos ese toque ambiental y evocador con que ese gran vividor que fue Villalobos los escribió. A renglón seguido, continuó la evocación, en este caso mucho más cercana, con un río que no es de Janeiro, sino que baja por la colina roja hacia el Darro. Los 'Arroyos de la Alhambra' de nuestro paisano Ángel Barrios sonaron limpios, como antaño bajaban.
Y tras el guiño local, de nuevo un salto, esta vez en busca del modernismo barcelonés que en lo musical encarna Joaquín Malats, quien en su 'Serenata española', que unió a los padres del instrumentista, y cuya ejecución exige un difícil juego de tonalidades y modos de toque, desde el pizzicato al 'apagado' de las notas, pasando por una fase de acordes expansivos, festivos, que en realidad encierran todo un universo.
De clásico en clásico, se enfrentó Romero con solvencia a 'Andaluza', la número 5 de las 12 danzas españolas de Enrique Granados, en la transcripción de Celedonio. Un tema conocidísimo, que algunos recordarán con la voz de Romero San Juan o incluso de Olé Olé. Lo mejor de las grandes obras del repertorio para guitarra es la complicidad del público, que las conoce muy bien. En el tramo final del concierto, tiempo para el 'Nocturno' de Moreno Torroba, y cierre con una obra de su padre, 'Fantasía cubana', una de las favoritas de su repertorio, por razones obvias. Grande Pepe Romero y su estirpe.
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