Juan Manuel de Faramiñán Gilbert llegó a Granada desde su Argentina natal hace ya algunas décadas. Hijo de diplomático, su ocupación profesoral –es catedrático emérito de la Universidad de Jaén, y antes fue profesor en la de Granada– le ha permitido viajar por todo el ... mundo. Fruto de sus experiencias vitales y las de su familia, y de esos viajes, nace 'La memoria de las piedras' (Kinnamon), que hoy presentará en el Cuarto Real a las 19:00 horas, acompañado por los escritores Sixto Sánchez Lorenzo y Antonio Enrique.
–'La memoria de las piedras' es su primera incursión en el género novelístico. ¿Por qué una novela y por qué ahora?
–He escrito muchos cuentos toda la vida, y he dibujado cómics. También he escrito poemas, pero para mí, lanzarme a la novela eran palabras mayores. Esta obra empezó a escribirse hace tres años y medio, en ratos perdidos en los aeropuertos. y en los aviones para cruzar el charco. Primero con la tableta, luego con el ordenador. Y pensé que tenía que ser una novela de personajes, fechada en tiempo reciente, y que reflejara lugares y personas que conozco. Por eso aparece el Ché Guevara, porque conozco a su familia, y por ello aparece la magia y el chamanismo, porque son temas que me interesan, así como la relación de América con Extremo Oriente.
–Las piedras a las que se refiere el título, ¿qué son?
–Una especie de lápiz de memoria que pudieron crear los magos. Lo mismo que el coltán se utiliza para fabricar elementos en teléfonos móviles, ¿por qué no pudo haber piedras antiguas que transportaran información? De ahí parte la novela, de la búsqueda de esas piedras por parte de los protagonistas y de mafias internacionales, lo que les lleva a recorrer varias partes del mundo. Hay muertes, asesinatos, romance... Todo lo que este género implica. En la parte final aparece el Dalai Lama, como guía en busca de los adminículos que pudieran conseguir que esas piedras revelaran la información.
–¿Cómo ha resultado este proceso creativo que era nuevo para usted?
–Muy interesante, porque he podido comprobar en primera persona algo que había leído de otros autores, en el sentido de que en muchas ocasiones son los personajes los que guían al autor, 'escribiéndole' la novela. Cuando releía y corregía, aparecían nuevas variables, y este permanente cambio ha sido muy estimulante.
–Recorre 50 convulsos años de la historia de la Humanidad. ¿Cómo enfoca, en su calidad de analista, los acontecimientos vividos en este medio siglo?
–Haciendo lo que los antropólogos llaman 'observación participante'. En la primera parte, observo el proceso de cambio en América Latina, en épocas de desigualdad y corrupción, que contraponía el modelo tradicional frente al revolucionario. En la segunda parte aparece más Europa, donde vine desde Argentina para estudiar y me impliqué en el proceso de construcción de la Unión Europea desde mi papel como catedrático Jean Monnet. La entrevista que tiene el personaje con el Dalai Lama es real. Yo la tuve.
–Tras leer la novela, se descubre que domina usted el lenguaje de la diplomacia. ¿Cómo es ese lenguaje que se expresa sobre las moquetas?
–Ambiguo. Donde aparentemente existe frivolidad, pero la mayor parte de los diplomáticos son gente muy seria. En los cócteles se establecen las verdaderas relaciones y donde se pactan los acuerdos que luego se firman tras la parafernalia habitual. Es en los pasillos, en los grandes y pequeños salones de pasos perdidos, donde se decide el destino del mundo. Hago mía esa definición de la diplomacia que la define como el arte de imponer nuestra voluntad con el menor dolor posible.
–Si la gente normal supiera lo que ocurre entre bambalinas, ¿se asustaría?
–Nos asustamos aunque no sepamos lo que ocurre... (risas). Todos somos conscientes de que las grandes cuestiones las deciden los políticos, y no siempre a favor de los ciudadanos, sino a favor de grandes empresas multinacionales. Por eso es tan importante el proceso de la economía del bien común. Los jóvenes nos han llamado la atención en las manifestaciones del jueves pasado en torno a la necesidad de cuidar el planeta, porque no tenemos un planeta A y uno B, sino uno solo, y el que tenemos debemos cuidarlo.
–¿Quiénes son sus referentes a la hora de escribir?
–Forges, Vargas Llosa, Cicerón y los clásicos del Siglo de Oro español:Lope, Calderón, Cervantes... Todos ellos me han ido formando como lector. Borges es imporante no solo porque es compatriota, sino porque le conocí personalmente. Cito y sigo leyendo a los clásicos, porque me parecen imprescindibles.
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