-kNME-U2201248768638JB-1200x840@Ideal.jpg)
-kNME-U2201248768638JB-1200x840@Ideal.jpg)
Secciones
Servicios
Destacamos
Edición
El 25 de marzo de 1523, hace cinco siglos y un año, el arzobispo de Granada, Antonio de Rojas, sucesor de Fray Hernando, ponía la primera piedra de la Catedral. ¿De dónde vino esta piedra y las miles que hicieron falta para acabar el templo en 1700? Pues fueron extraídas de una explotación a cielo abierto, que ya funcionaba en la época romana, situada en una ladera de la Sierra de la Pera, a unos treinta y cinco kilómetros de la capital. Se trata de la cantera de Santa Pudia, que quedó inactiva en los años ochenta y que IDEAL ha visitado ahora que la Catedral está nuevamente de actualidad por las obras en las cuatro fachadas de la torre, y la sustitución del tejado invertido por un forjado plano sobre el que se habilitará un mirador.
Todos esos muros y todos esos elementos pétreos que el equipo de Julia Ramos está restaurando ahora proceden de ahí, de Santa Pudia, un yacimiento de calcarenita bioplástica al que se accede desde Escúzar por un laberíntico y empinado camino pedregoso de unos cuatro kilómetros. El mismo que fue utilizado hace quinientos años para acarrear toda esa roca de característico color dorado con la que no solo se levantó la Catedral, sino también buena parte de los monumentos más emblemáticos de Granada como el Hospital Real, la Real Chancillería, el Palacio de Carlos V, el Santuario del Perpetuo Socorro o el Colegio Mayor San Bartolomé y Santigo.
Uno de los mejores conocedores de Santa Pudia es el presidente de Secretos de Granada, Isacio Rodríguez. Esta asociación, que nació hace trece años, tiene como principal misión el conocimiento y la divulgación del patrimonio histórico de la ciudad y cuenta con veinte mil seguidores en su cuenta de Facebook.Realiza rutas prácticamente todas las semanas. «Desde aquí arriba, desde Santa Pudia –dice Isacio señalando al horizonte–, tenemos una visión impresionante de toda la Depresión de la Malahá y Escúzar y, más allá, se puede ver la comarca del Temple, la Sierra de Huétor, las primeras estribaciones de Sierra Nevada y, más hacia el Sur, los grandes picos, los tres miles». «Desde aquí hasta la Catedral puede haber unos cuarenta kilómetros», comenta mostrando Granada, entre brumas, con su dedo índice.
El frontal que hoy día vemos en Santa Pudia, de unos cien metros de longitud, «es relativamente moderno, de los años ochenta, pero lo que tenemos que pensar es que aquí la actividad extractiva empezó hace dos mil años y que poco a poco se ha ido avanzando montaña adentro», comenta Isacio para que los lectores se hagan una composición de lugar. A pesar de ello, tenemos la enorme fortuna de que aún se conservan filones de la época medieval que surtieron a los constructores de la Catedral y el Palacio de Carlos V en el siglo XVI.
¿Cómo era la vida en Santa Pudia en aquellos momentos? Isacio Rodríguez estima que en los meses en que había más faena, cuando se estaban ejecutando la Catedral o el Palacio de Carlos V, habría unos 250 operarios 'sajando' el cerro. Se trataba de varones –no había mujeres– que vivían en la zona, en la Malahá y en Escúzar, que era un cortijo situado en la ruta de las casas de labor que iba desde Granada hasta Alhama de Granada. También había chozas que servían de refugio –los restos de alguna de ellas aún se mantienen en pie en Santa Pudia–.
En el caso de la Catedral, lo normal es que Diego de Siloé, su arquitecto, la visitara con cierta frecuencia para identificar las vetas que le interesaban –este respondía, a su vez, a los dictados del comitente, el arzobispo Antonio de Rojas–. Siloé daba las instrucciones a los maestros canteros que, a su vez, organizaban los tajos para que los picapedreros sacaran los sillares. En unos casos, se enviaban hasta Granada en bruto para que en la Catedral, en el taller de Diego de Siloé, terminaran de diseñarlos en función de las necesidades constructivas y decorativas del proyecto. Otros sí venían directamente preparados para su colocación.
El procedimiento de descuaje era sencillo a la par que laborioso. Lo primero era la realización de una cata. Se marcaba con una escuadra la longitud y la altura de cada pedrusco y se perfilaba con mazas y cinceles afilados de hierro. Después se colocaban en los intersticios unas cuñas de encina empapados. Se metían a martillazos.La dilatación y la contracción de la madera por el frío y el calor producía la rotura. Después se levantaba con palancas, se colocaba la marca del cantero –el símbolo por el que después calculaban los honorarios– y se movía a pulso.
El proceso culminaba con el transporte hasta Granada. Se hacía en carros alargados que recibían el nombre de galeras y que eran tirados por dos o por cuatro bueyes en función del peso.Tardaban unos dos días en llegar –había que hacer noche en postas para que los animales descansaran y se alimentaran–.
El resultado es la Catedral, una joya del patrimonio de Granada que, en pocos meses, volverá a brillar con la misma fuerza que brilla la mina de Santa Pudia.
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Pablo Rodríguez | Granada y Carlos Valdemoros | Granada
Josemi Benítez
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.