Jorge Fernández Bustos
Granada
Viernes, 30 de abril 2021, 01:09
No en tan buena forma como en otras ocasiones el cantaor de Huétor Tájar Juan Pinilla engrosó el día de ayer, en el teatro Isabel la Católica (de manera presencial) la lista de cantautores y cantaoras que reúne el festival 'Abril para vivir' en su ... vigésimo aniversario, para presentar la reciente edición de su trabajo más personal, 'Humana raíz', aunque el disco físico no verá la luz hasta primeros de mayo. Con una perfecta dicción y un dominio preciso del cante, Pinilla, como decimos, no estaba tan fino como acostumbra, quizá debido al cansancio del trabajo acumulado, quizá por el obligado parón de la pandemia, quizá el relajo de cantar en una plaza conocida («jugar en casa», dijo él). La cuestión es que no lo vimos al cien por cien. Puede que cuando el disco esté más rodado y sus temas más aprehendidos y avaselinados (permítaseme el término) encontraremos la redondez de su entrega. Todos los temas del álbum, letra y música, son de autoría propia, con la exigencia que esto conlleva.
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Pinilla es un testigo de su tiempo, que ve la vida desde abajo, desde la perspectiva de los desposeídos, de los trabajadores, de los perseguidos. Pinilla, como Gerena, como Meneses, como Morente, es un cantaor comprometido y coherente que no da un paso en balde. Por eso entra en el teatro por la puerta de atrás, tocado con un casco de minero, con el carburo encendido, diciendo cantes de minas; y, tras la minera y la cartagenera, como en un continuo siguieron los cantes de labor: el 'Pregón de las uvas' caracolero, un cante de trilla, un martinete y una coda dedicada a los 'albañiles'. Después de esta entrada, a manera de declaración de principios, entra en faena, se comienza a sincerar consigo mismo y sus circunstantes, con 'El andador sonámbulo'. A este tema le sigue 'Andalucía', su primer sencillo, con un estribillo tanguero, que es como un himno, la continuación de Blas Infante y de Carlos Cano y de Enrique Morente en su mismo pensamiento.
'Casa Pavón' es una soleá clásica dedicada a Tomás y a Pastora, la Niña de los Peines, principio y fin del flamenco (todo lo demás son notas al margen). Destacamos a estas alturas la moderada percusión de Javier Rabadán, los exactos y severos palmeros, Nano Cortés y Gilberto de la Luz, y, por encima de todo, el exclusivo guitarrista, flamenco y preciso, Antonio de la Luz.
'Mortal y rosa' es un tema por bulerías entresacado del libro homónimo que dedicó Francisco Umbral a la muerte de su hijo, el único texto que no es suyo, de una belleza estremecedora. La trágica fiesta se remata con un macho de seguiriyas que le da mayor intensidad a la pieza. Todo un acierto.
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Su confesión continúa con 'Autorretrato', un tema medio recitado en el que saltan varias chispas básicas del flamenco. Los fandangos, comprometidos, actuales, no pertenecen a este trabajo (curiosamente una de estas verdades sigue la misma estructura que los fandangos de Enrique), 'Los hijos de Gades', son alegrías, como no podía ser menos, en las que memora los nombres relevantes en la ciudad atlántica. Termina el concierto por bulerías cantadas de pie, a la manera tradicional, porque se prestan a un bailecito por parte del cantaor. ¿Y se lo echó? ¡Vaya que si se lo echó! Con gracia y maneras.
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