En una tarde inclemente pero con la necesaria –y muy poética– lluvia como fondo, el Premio Nacional de Poesía y poeta Antonio Carvajal Milena recibió la Medalla de Honor de la Real Academia de Bellas Artes de Granada. El paraninfo de la Facultad de Derecho ... fue el marco en que se otorgó el máximo honor de la institución al autor de 'Tigres en el jardín'.
Publicidad
Fue Carmelo Trenado el académico encargado de glosar los merecimientos de Carvajal, después de que él mismo fuera uno de los proponentes de la distinción. Trenado le calificó como uno de los poetas vivos más importantes de este país, destacando además el difícil deslinde entre su relación personal y la admiración hacia el homenajeado. «Me siento deudor de una amistad que me complace», destacó.
El artista plástico y poeta recordó sus muchos momentos vividos en La Alacena de las Monjas, «lugar de acogimiento hacia un recién llegado, como lo era yo. En ese ámbito no sé si esperábamos salvar algo o salvarnos de algo. Nos salvábamos a nosotros mismos en la presencia de un devenir incierto». Luego, habló de ese retiro del autor en Motril, tan cerca pero a veces lejos, en un momento de plenitud artística. «Antonio, no rehúyas nuestra mirada en el halago. Te sabemos enérgico, comprometido y a veces cáustico ante esta insoportable levedad del ser, ante esta ciudad en ocasiones paralizada», le dijo, familiarmente.
Trenado animó al poeta a seguir mostrando la belleza, «elemento transformador de cuanto necesitamos», y declinó hacer un largo panegírico de su ancha producción poética o la gran cantidad de investigadores que han hundido sus ojos en la obra del alboloteño. «La vida, en ocasiones, se nos muestra generosa, y nos da la oportunidad de corresponder, como es el caso», dijo, sobre las razones que le llevaron a proponer la distinción para su amigo. Con un poema propio, donde apeló al paso del tiempo, «el pagano cáliz de la vida que es preciso beber hasta saciarse», deseó que la relación entre ambos perdurara cuanto fuera posible.
Publicidad
Carvajal comenzó su discurso de agradecimiento, profundamente humanista en su desarrollo, apelando en verso a la necesidad del conocimiento y el amor al arte. «Vosotros me reconocéis con un mérito ni pedido ni esperado, pero sí agradecido», afirmó. Habló de sus ancestros poéticos, desde el mismo Vicente Aleixandre, y recordó las imágenes de la iglesia de su pueblo, testigos del paso del tiempo. Contrapuso la oscuridad y la luz refiriéndose a Salieri y Mozart, y se definió como el «poeta social» contemporáneo, «pues no conozco a ninguno que haya dedicado tanta obra propia a los demás». Afirmó que se siente confortado por las óperas –tres– en que su voz se ha transmutado en música, y por el interés que han suscitado entre sus compañeros e investigadores diversos aspectos de su obra.
A renglón seguido, recordó a Miguel Barranco, Bernardo Olmedo, Juan Alfonso García y Francisco Fernández, ya que uno fue el primero que le esculpió, otro su compañero del alma, otro el primero que puso música a sus palabras y otro, finalmente, quien plasmó con su ojo algunas de sus mejores imágenes.
Publicidad
Tras la entrega de la medalla, Carvajal hizo gala de su particular humor, al decir que hubiera preferido «un escapulario». Finalmente, la directora de la Real Academia, Orfilia Sáiz, agradeció la presencia del público, y el recuerdo de los ausentes. «Al arte uno no se acerca para hacer carrera, sino para unir un espíritu sensible a la belleza», dijo. Una lectura musical con poemas inéditos a cargo de Carvajal acompañada al chelo por Sáiz puso un bello final al acto.
Suscríbete durante los 3 primeros meses por 1 €
¿Ya eres suscriptor? Inicia sesión
Te puede interesar
Publicidad
Utilizamos “cookies” propias y de terceros para elaborar información estadística y mostrarle publicidad, contenidos y servicios personalizados a través del análisis de su navegación.
Si continúa navegando acepta su uso. ¿Permites el uso de tus datos privados de navegación en este sitio web?. Más información y cambio de configuración.