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José Antonio Muñoz
GRANADA
Jueves, 12 de diciembre 2019, 01:09
Simón Vargas es bajo, voz y coros en Morat, grupo que integra junto con su hermano Martín y los 'Juan Pablos' Villamil e Isaza. Un cuarteto de éxito que vuelve a Granada para presentar su gira 'Balas perdidas', mañana viernes.
–¿Qué hay detrás ... del nacimiento de Morat?
–Un acontecimiento de lo más orgánico: cuatro amigos del colegio, dos de ellos hermanos, que descubrieron el placer de hacer música juntos. Hicimos musicales, shows de talento, villancicos para las fiestas de Navidad… Ahí empezamos.
–¿Qué música escuchaba ese grupo de amigos?
–Hemos tenido gustos musicales en algunos aspectos, y divergentes en otros. A Martín, el batería, le gusta más la música electrónica y el hip hop; a otros les gusta la canción de autor. Yo oía mucho 'metal' y me gusta mucho el folk, Eric Clapton, Eagles, Jamie Cullum… Es esa mezcla de gustos la que nos hace más ricos.
–¿Entrar de la mano de Paulina Rubio en la música es hacerlo por la puerta grande?
–Sin duda. Paulina Rubio es una de esas artistas que con su nombre ponen un sello a los proyectos que apoyan. Nosotros éramos una banda que estaba empezando, que nunca había publicado una canción, y empezar con ella fue como un sueño. Evidentemente, una vez que entras, te toca ganarte al público, que de entrada es prestado cuando haces una canción con una estrella como ella. Pero bueno, sentimos que lo logramos…
–La música sin diversión, ¿no es música?
–Para nosotros, desde luego que no. No sé si para otros lo es. Creo que lo más bonito del mundo de la música es hacerla porque te gusta. Cuando oyes a alguien decir que sus padres le obligaron a estudiar música, porque él o ella querían ser abogados, comprendes que este mundo no está hecho para ellos. La gente que está metida en esto tiene que tener pasión. Nosotros nos divertimos mucho con lo que hacemos, y por eso conectamos con el público.
–¿A qué le canta Morat?
–Al amor, por supuesto. Queremos abrir nuestros temas a lo social, pero fundamentalmente le cantamos a ese sentimiento que ya estaba presente en los cantos y la poesía de las antiguas civilizaciones. Es un tema amplio, espectacular. Uno no se da cuenta de lo amplio que es hasta que se pone a cantarlo. Y lo entienden todas las personas que van a nuestros conciertos: desde los niños de seis años hasta los abuelos de 90. Y miles de años después, aún se pueden decir cosas sobre el amor que no se han dicho. Personalmente, hay algunas canciones que me han salvado del desamor.
–Cuando empezaron a tocar juntos, ¿pensaron alguna vez que vivirían de esto?
–El sueño estaba ahí, pero no pensábamos a tanto largo plazo. Pensábamos sobre todo en hacer música que gustara. En cualquier caso, la realidad no ha tenido nada que ver con lo que imaginábamos… (risas). Nadie te explica cómo funciona esta vaina hasta que entras; es un reto, porque entras a ciegas y aprendes sobre la marcha.
–¿Cómo son sus conciertos?
–Nuestros conciertos tienen dos características que me parecen estupendas: son para interactuar, y son para sentir. Nuestros estribillos, nuestras melodías, son fácilmente recordables, y nuestras letras siempre conectan con alguna situación vivida. Por eso se disfrutan tanto.
–Vuelven a Granada, una ciudad con la que están conectados por sus vivencias y su colaboración con los Carmona. ¿Qué les inspira esta ciudad?
–Siempre que venimos aquí es una fiesta. De hecho, siempre digo que si alguna vez me pierdo, me gustaría perderme aquí. Es fantástica.
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