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La periodista rusa Tatiana Ulianova fue la protagonista de la segunda sesión del ciclo 'Literatura, periodismo y exilio' que se desarrolló en la tarde de ayer en la Biblioteca de Andalucía. Ulianova salió de su país natal en 2022 después de que fuera tachada de « ... extremista» por las autoridades del gobierno que preside Vladimir Putin. El motivo de su anatemización fue el hecho de que publicara en sus redes sociales mensajes contra la invasión de Ucrania. Hasta ese momento, ejercía como periodista de informativos en la cadena rusa NTV. Ulianova ya conocía las prácticas del gobierno ruso en la región del Donbás tras haber cubierto en 2014 los primeros encuentros bélicos entre soldados ucranianos y separatistas. En el acto fue presentada por el periodista granadino Francisco Terrón.
La periodista afirmó que en su país están ocurriendo sucesos «que no serían posibles en un entorno democrático». Afirmó ser una «figura pequeña» que trabajó en canales locales y que dio el salto a una cadena, la NTV, que se caracterizó por su posición opositora al gobierno de Putin. «El periodismo es una herramienta para mostrar los problemas de los países, para investigar en los crímenes en los que a nadie le gusta profundizar», dijo. Recordó sus inicios, cuando comenzó a recibir llamadas de personas del gobierno a propósito de determinados asesinatos «que convenía ocultar». Fue este el caso de la muerte de un estudiante norteamericano, en el que tanto Ulianova como sus fuentes fueron objeto de amenazas directas para dejar atrás el asunto.
Todo cambió para ella cuando se inició la invasión rusa de Ucrania. Fue el momento en que tuvo noticia de matanzas de niños en Ucrania, y publicó varias noticias en redes sociales en las que puso de manifiesto el hecho de que desde Moscú, en la lejanía, nadie era muy consciente de lo que estaba ocurriendo en las operaciones militares rusas en ese país. Su propia familia fue, según afirmó, poco comprensiva con la tragedia que se estaba viviendo. A raíz de un vídeo publicado en sus redes, su propio jefe en primera instancia y las autoridades en segunda instancia la amenazaron y luego la echaron del trabajo sin contemplaciones.
Uno de los aspectos que más destacó Ulianova fue el silencio de sus compañeros, motivado en algunos casos, sin duda, por el mismo miedo que ella tuvo de entrar en unas cárceles que, como muy bien sabe, no reúnen las mínimas condiciones. «Elegir entre el periodismo y la vida es una disyuntiva difícil. No se puede trabajar en riesgo. Es de admirar la labor que en las diversas zonas de conflicto repartidas por el mundo viven muchos colegas, a pesar de que muchos han perdido la vida».
Uno de los problemas a que se enfrenta la fracción del pueblo ruso que quiere estar informada de lo que ocurre realmente en Ucrania es que no puede contar con fuentes fiables, dijo la periodista. «Tanto por un bando como por otro, lo que se practica esencialmente es la desinformación, la propaganda, el lavado de mentes... Muchas veces, las actitudes que se ven no son fruto de la maldad intrínseca de las personas, sino de la información manipulada que reciben».
También hubo tiempo para valorar, por comparación, la situación de la prensa en Rusia y en España. «Aunque pienso que no existe el periodismo completamente independiente, en España se puede elegir entre distintas voces y saber quién está detrás de cada medio. En Rusia es imposible saber quién paga realmente los medios», señaló. «Lo que se usa en Rusia para mantener callada a la gente es la amenaza directa». Conocer el ecosistema que alimenta a los periódicos afectos al régimen de Putin –la publicidad pública o de empresas próximas al Kremlin, por ejemplo– ayudaría, dijo, a mantener una información veraz e independiente.
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