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Juan Jesús García
Jueves, 20 de marzo 2025, 11:40
La cantautora Rebeca Jiménez es una auténtica corredora de fondo. Y escasa de ver por Granada. Por primera vez la escuchamos por aquí cuando acompañaba a Quique González, y luego con el ensamble poético de Benjamín Prado. Puede que su concierto en el J&J haya sido la primera vez que estuvo defendiendo sus propias canciones en solitario por este Sur, aunque bien acompañada por el exquisito guitarrista Toni Brunet. Sin embargo, pocas personas pueden gozar de la amistad, personal y profesional, de tantos músicos de postín, que la han ayudado en sus discos y sus conciertos. Abrir para Neil Young y tocar con Tom Foguerty no lo hace cualquiera. Y ella estuvo allí.
Rebeca Jiménez es perfecta para las distancias cortas, que frecuenta sola o con mínima escolta, adaptando el repertorio y el tono a la penumbra emocional del momento. En formato club se ofrece como una arrebatada baladista que circula en el espacio, tan breve como infinito, del tú y del yo; guarda supongo, el cancionero y los planteamientos más animosos para ocasiones más amplias. En ese ecosistema tan confidente sus canciones suenan como confesiones sinceras, a lo que ayuda su voz vivida con un leve roce de fondo, que añade un plus credibilidad a lo que relata, mayormente historias de amor en la 'segunda edad' y testimoniales secretos introspectivos.
Cerrando los ojos uno podía pensar que habían aprendido castellano Carole King o Lucinda Williams, de la una venía la intensidad y de la otra el apasionado tono fronterizo (de la empalizada de Trump más que de la 'raya' nuestra). Hechizante. A su lado, y sin romper el tono bajisonante requerido, el mallorquín Brunet pespunteaba con hilo fino desde su guitarra, con tanta habilidad como sensibilidad, con apenas alguna fuga hacia la tensión ruidosa para añadir matices de sobrecogedor drama a lo expuesto. Excelso acompañamiento de un guitarrista experimentado en secundar repertorio de este tipo con otras mujeres (Gastelo, Merche Corisco, Marlango…) y con un regusto jazzy de fondo.
Se supone que Rebeca venía avanzando un disco futuro sin nombre conocido, y así tras una primera parte en la que recordó las canciones de su etapa en GASA (sello caracterizado por el refinamiento de su cartera) como 'Despertarme contigo', 'Aerolíneas argentinas' (con la que empezó) o 'Me emborraché de ti'. Conectó con su etapa mexicana al llegar a 'Calaveras y estrellas' (con letra de Benjamín Prado y sintaxis muy sabiniana), y aquí improvisó sobre la marcha una ranchera entera, mostrando sus habilidades también como repentista. Recordó a su amigo y compañero Quique González ('Calles de Madrid' y 'De haberlo sabido'), y señaló 'Deja al viento que cante' como un punto de inflexión en su vida artística y personal. En la segunda parte avanzó nuevas piezas de nombres tan desconocidos como su contenedor, pudieran ser 'Mientras se alejan los aviones', 'Cuánto hace que la gente no te pregunta cómo estás' o 'Sabes', impecable canción, carne de hit, que definitivamente se llama 'Phoenix'.
La segoviana es un tesoro escondido de buen gusto y mejor hacer que requeriría mayor atención del oyente de calidad (¿?). Recuerden su nombre, y si se lo vuelven a encontrar (sin que sea un domingo noche lluvioso y helador) pasarán una velada digna de contarla.
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