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Los miembros de la compañía Barvy posan en el Centro Cívico Marqués de Mondéjar. PEPE MARÍN

«Gracias, Granada»

Un refugio de colores

25 ucranianos crean la compañía de teatro Barvy, con la que quieren compartir su cultura y tradiciones con la tierra que les acogió hace ya más de un año, por culpa de la guerra

Jueves, 13 de julio 2023, 00:04

La sala de usos múltiples del Centro Cívico Marqués de Mondéjar está más blanca de lo habitual. Es un blanco luminoso, de cuento de hadas. Un blanco de anuncio de detergente que salta de las paredes y los espejos a la veintena de trajes que pululan por toda la estancia. En una mesa alargada, Darina cose un cinturón rojo mientras su hijo de 5 años, Mateo, juega con unos zapatos azules. Iryna prepara la música en el ordenador y Anna, que todavía no se ha puesto las ramas verdes, repasa su texto. Yeva y Lubonir, adolescentes, se colocan unas felpas de flores amarillas la una a la otra. El trajín se frena a las ocho en punto de la tarde, cuando Natalia anuncia, con una palmada que remueve sus mangas rosas, que el ensayo va a comenzar.

'Barvy' significa 'colores' en ucraniano. Y Barvy es el nombre de esta compañía de teatro formada por veinticinco refugiados en Granada. Este jueves 13 de julio a las 21.30 horas estrenan aquí mismo, en el patio de Marqués de Mondéjar, 'La boda ucraniana', una obra musical muy alegre y dinámica con la que quieren compartir su cultura y sus tradiciones con la tierra que les dio un nuevo hogar.

Preparativos del ensayo; Polina, antes del ensayo; y Natalia, la directora. P. MARÍN
Imagen principal - Preparativos del ensayo; Polina, antes del ensayo; y Natalia, la directora.
Imagen secundaria 1 - Preparativos del ensayo; Polina, antes del ensayo; y Natalia, la directora.
Imagen secundaria 2 - Preparativos del ensayo; Polina, antes del ensayo; y Natalia, la directora.

La primera coreografía les salió sin querer, por desgracia. Los de Barvy huyeron de Ucrania el 24 de febrero de 2022 y llegaron a Granada en autobuses cargados de miedo e incertidumbre. «La guerra. La maldita guerra. Mucho estrés, muy peligroso», recuerda Natalia Vinnytska, la creadora del grupo. «Allí lo teníamos todo para una vida buena: casa, coche, trabajo... Y tuvimos que reiniciar. Eso es muy complicado». Natalia, de 44 años, es ingeniera de telecomunicaciones y profesora de informática. Ahora da clases para niños y cuida de su hija, Anna, que es una de las pequeñas actrices de la compañía. «Mi hijo mayor sigue en Ucrania, no puede venir –lamenta, con un silencio que se fuerza a romper–. Pero en España somos felices».

Todos los miembros de Barvy tienen amigos y familiares en Ucrania, un pensamiento del que no se pueden desprender. «Cada minuto es muy peligroso porque cada día bombardean diferentes lugares», dice Natalia, repasando con la mirada al resto de la compañía. «El teatro nos ayuda a sentirnos mejor, a sentir nuestra cultura, nuestro hogar y así todos más... –la directora entrelaza los dedos de las manos y los aprieta fuerte–».

Hacerse entender

Anton, Natalia y Polina. PEPE MARÍN

Hace un año ninguno hablaba ni una palabra de español. Nada de nada. Ahora entienden y se hacen entender. «La obra es en ucraniano, pero ponemos subtítulos en español en una pantalla. Tenéis que venir, es muy divertida. Entrar es gratis, pero nosotros recogemos dinero para ayudar a la gente de Ucrania y haremos una... –Natalia desbloquea el móvil y pone una palabra en el traductor de Google, algo que hace «miles de veces al día»– ¡rifa!».

Barvy nació hace seis meses y, desde entonces, el grupo ensaya tres veces por semana. Entre sus miembros hay varios estudiantes y una fotógrafa, una guionista, un empresario, un atleta, un diseñador, una arquitecta, una sonidista, un operador de vídeo, un cartógrafo, una traductora... con edades que van de los 5 años de Mateo a los 60 de Svitlana, una psicóloga que viste los colores de la bandera ucraniana. «La gente ucraniana es muy creativa. Podemos cantar muy bien, bailar muy bien y llevamos nuestro traje típicos, el vyshyvanka», explica Natalia. ¿Y la música? «La música es típica nuestra». ¿Cómo es? «Ahora mismo lo verás –da una palmada que remueve sus mangas rosas– ¡Música! ¡Empezamos!».

¡A bailar! P. M.

La canción se titula 'Soy guapa' y es, efectivamente, muy alegre. Tanto que, en cuestión de segundos, la compañía ya está repartida por la sala para arrancar la coreografía. Primero se colocan formando un círculo, uniendo sus manos y, en el centro, Anna, que es una suerte de árbol. Anna mueve sus ramas y el resto orbita a su alrededor hasta que se separan para bailar por parejas. Esta es una de las escenas de 'La boda ucraniana'. Los novios teatrales son Anton y Polina.

Las actrices, posando. P. MARÍN

Polina tiene 16 años y disfruta muchísimo viniendo aquí, más ahora que ya no hay colegio. «Siempre sonriendo, siempre con amigas», dice. Anton no es la primera vez que sale en las páginas del periódico. Hace unos meses contó su viaje a Granada como parte del equipo de la Federación Ucraniana de Esquí de Fondo. «Cumplí 18 años estando en Sierra Nevada. Si vuelvo, me alistan». Ahora, gracias a la familia de Gójar que le acogió, se abre paso. «Me va perfecto –sonríe–. Llevo solo tres semanas en el teatro, una amiga me dijo que viniera, que es muy chulo. Y vine». Tras terminar sus estudios en Ucrania, a distancia, el próximo curso empezará Inef en la Universidad de Granada. «Tenéis que venir al espectáculo, os encantará».

Anna y Natalia, hija y madre. PEPE MARÍN

«¡Sí, tenéis que venir!», sigue Natalia. «Es un espectáculo muy chulo, muy divertido, ¡muy dinámico!», ríen todos. Después de esta obra, ¿cuál es el plan? «¡Uh, tenemos grandes planes! Queremos hacer conciertos por toda España y después por Europa. Nos han invitado a Austria, pero necesitamos una cosa muy importante... –Natalia busca la palabra en Google– ¡patrocinadores! Así que si alguien se anima, lo agradecemos».

Al terminar el ensayo, los de Barvy se abrazan en el centro de la sala, formando una enorme y luminosa bola blanca de la que se desprenden pequeños guiños de color. Están contentos. Orgullosos. «A través de la palabra, el canto, la danza y el teatro –termina Natalia, agarrada a su hija– transmitimos nuestros valores y filosofía de vida. Es nuestra manera de reconocer a Ucrania, de compartir nuestra cultura, para que no se pierda. Gracias, Granada».

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